El día que conocí a Lezama.

Era una de las muchas calurosas tardes de verano, en tiempos en que ya tocaba al límite mi adolescencia. Como en ocasiones anteriores, ascendía la colina universitaria al encuentro de mis antiguos compañeros del pre universitario que ahora estudiaban filosofía y letra. El lugar acordado y establecido en común, era la sombra de los frondosos árboles de raíces aéreas, que circundan el Castillo del Príncipe.

Luego de finalizado los estudios en el antiguo instituto de segunda enseñanza de nuestro macondiano Ciego de Ávila natal, emprendimos diáspora hacia las diferentes carreras universitarias; pero el azar intercurrente, ese recurso literario que Lezama creo en sus escritos, vino al rescate, de forma tal que todos practicábamos deportes y cursábamos estudios en universidades cercanas o estadios comunes, razón por la cual, la comunicación entre nosotros se mantuvo estrecha y fraterna a lo largo del tiempo.

La sombra bajo aquellos frondosos árboles era sitio ideal para nuestras tertulias de fin de jornada, y todo aquel que quisiese incorporarse podía hacerlo, con solo sumarse al grupo y comenzar a hablar sin pedir la palabra, entrando de lleno en largas conversaciones, no carentes de confrontaciones, que despolvaban por sí misma.

La ocasión que hoy refiero fue una de las tertulias menos concurrida, solo alcanzo el binomio, sin que la poca concurrencia propiciara desánimo alguno. Mientras esperaba impaciente, llego Crespo y cosa extraña, nadie más se sumó al grupo.

En aquel entonces y hoy en día su fisonomía no ha cambiado, mi querido amigo era la auténtica imagen del Quijote, delgado y huesudo hasta la pena, luchaba por simultanear las pócimas que tomaba para el asma que sufría a diario, con los escasos alimentos que a duras penas ingería. Crespo era un inapetente innato y no hay otra forma de describirle, aunque pida ayuda a Balzac para ello.

Así entramos de lleno en nuestra charla, cuando Crespo, visiblemente emocionado me señala:

  • Mira, mira con discreción a la derecha.
  • Aquel que está junto a la parada de la 27 es Lezama Lima.

Podrán imaginar la excitación que nos produjo aquel hecho. Lezama, el gran Lezama de las letras prohibidas, estaba al alcance de la vista y era presa fácil.

  • Vamos a saludarle.

Partimos raudos a su encuentro.

Lezama como era sabido y en esta ocasión no fue excepción, no soltaba el humeante tabaco de su mano derecha. Gigantesco y voluminoso distinguía por su recortado bigote color nicotina y su disneica respiración de bronquítico crónico.

Luego de un rodeo táctico fuimos directo al ataqué, con el más cortés y respetuoso de nuestros estudiantiles saludos.

  • Profesor, profesor, buenas tardes. ¿Está usted esperando por la 27?

Aquel dolido hombre se estremeció en toda su gigantesca humanidad, para luego respondernos en un tono erudito lleno de tintes despectivos que no trató de ocultar:

  • «Miren párvulos, jamás en mi vida he montado ese artefacto luciferino».

De momento quedamos petrificados, y luego huimos desconcertados, mientras Crespo comentaba en un susurro:

  • Yo creo que el gran profesor nos ha insultado.

Nos echamos a reír, en la juventud todo se perdona y no existe el agravio, máxime que desde aquel entonces éramos consciente de las grandes injusticias y vejaciones que se cometían sobre aquella sibilante mole de respiración difícil, que poco después de nuestro encuentro murió de resabios.


La estatura de José Lezama Lima en el mundo de la intelectualidad y las bellas letras no tiene parangón en la historia literaria de nuestra nación. Lezama es considerado uno de los autores más importantes de la literatura hispanoamericana, especialmente por su novela Paradiso, una de las obras más importantes en la lengua castellana y una de las cien mejores novelas del siglo XX en español.

José Lezama Lima (La Habana, 19 de diciembre de 1910 – íbid, 9 de agosto de 1976).

Lezama es el principal referente del neobarroco americano, su obra se caracteriza por su lirismo y el uso de metáforas, alusiones y alegorías, asentada sobre un sistema poético que desarrolló en ensayos como “Analectas del reloj” (1953), “La expresión americana” (1957), “Tratados en La Habana” (1958), “La cantidad hechizada” (1970) o “Las eras imaginarias” (1971).

Con escasos cuatro mil ejemplares plagados de erratas, y tras superar un largo camino empedrado de escollos, el 16 de febrero del año 1966 sale a la luz, “Paradiso”, bajo el sello editorial de Ediciones Unión y la autoría de José Lezama Lima. En semanas posteriores, la novela fue retirada de las librerías y su autor confinado a la cesura y el ostracismo hasta sus últimos días.

Paradiso. José Lezama Lima. 1966.

¡Que distracción la mía!; al leer bajo hipnosis una vez más a Lezama, casi olvido comentar las causas que llevaron a Paradiso a la excomunión ortodoxa.

La novela considerada como realmente es, críptica, enigmática y oscura; describe en profundidad el mundo interior de Foción, personaje maldito; que arrastra el anatema de una abierta orientación sexual diferenciada de la normal y de Farraluque que, “con una cara tristona y ojerosa”, va prodigando placeres domingo tras domingo sin importar edad o sexo de quienes lo reciben.

Estas dos citas avivaron las garras de la inquisición mal intencionada y la envidia. Paradiso y su autor fueron llevados a la hoguera y hoy nos toca a todos, medio siglo después y a la luz de nuestro tolerante e inclusivo Código Legal de las Familias recientemente aprobado, reclamar la Indulgencia Papal post mortem para nuestro querido y único Lezama.

Resulta en goce reconocer, que mientras los mediocres que injustamente le juzgaron, yacen boca abajo en el olvido, Lezama regresa triunfante una y otra vez desde la Gloria, por ser creador de un “Paradiso” que le pertenece por autoría y morada.

#LoRealMaravilloso

#LiteraturaUniversal

#PeriodismoCrítico

#HondaDeDavid

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5 respuestas a “El día que conocí a Lezama.

  1. El día que conocí a Lezama. Publicado el 11 de noviembre, 2022 por Volfredo.”
    Que linda e interesante, anécdota de la adolescencia de “Volfredo”. Como dice el dicho recordar es volver a vivir.”
    Luego de haber culminado tus estudios en el antiguo instituto de segunda enseñanza en Macondo (Ciego de Ávila), esos tiempos inmemorables pues jamás se podrán olvidar. La comunicación entre compañeros de diferentes carreras universitarias, se mantuvo siempre, estrecha y fraternal todo a través del tiempo.
    Cuando preguntaron cortésmente a Lezama ¿Está usted esperando por la 27?, y este con un tono muy despectivo que nunca ocultó les dijo; “miren párvulos, jamás en mi vida he montado ese artefacto luciferino”, mirándolos como niños pequeños y sin contestar el saludo, ellos no sintieron agravio alguno, y todo lo perdonaron, ya que ellos comprendían que eran grandes las injusticias y vejaciones que se cometían, sobre aquel hombre tan importante para ellos y de tantos méritos.
    Lezama es considerado uno de los autores más importantes de la literatura hispanoamericana, sobre todo con su novela “Paradiso.”, consideradas una de las cien mejores novelas del siglo XX en español. Más que una novela, Paradiso es arte poético. El libro narra la historia de una familia cubana en La Habana, el narrador de Paradiso presenta un carácter omnisciente que permanece en pie a lo largo de toda la obra. La novela es considerada la obra maestra del poeta, ensayista y narrador cuentista, y pensador.
    Lezama confesaba, que, desde su adolescencia, solo le gustaba leer libros difíciles que lo retaban “solo lo difícil es estimulante.”, esta asombrosa creación de la literatura “Paradiso”, es una lectura difícil pero fascinante.

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    1. Creo que la expresión de Lezama: “solo lo difícil es estimulante.”, encierra mucha sabiduría y lo revela como la persona que fue, críptico es su arte y descomunal en su hermenéutica.
      En su exégesis, Lezama fue genial en el arte de explicar, traducir e interpretar textos, especialmente las escrituras mitológicas, y contenidos filosóficos y artísticos.
      Paradiso es una novela donde puedes encontrar interpretaciones diferentes en cada lectura, es tal su genialidad. Los personajes cambias al igual que los sucesos, una y otra vez, mientras la grafía de la novela permanece intacta, esa es la clave del éxito de esta magistral escritura.
      Prometo obsequiarte una versión impresa de Paradiso, ya buscaré la forma de hacértela llegar.

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