Cada Titanic tiene su iceberg.

El Titanic fue un transatlántico británico, el mayor barco de pasajeros del mundo en el momento de su terminación, que se hundió en la noche del 14 a la madrugada del 15 de abril de 1912 durante su viaje inaugural desde Southampton a Nueva York.

A las 23:40 del 14 de abril, el Titanic chocó contra un iceberg. La colisión abrió varias planchas del casco en su lado de estribor bajo la línea de flotación, a lo largo de cinco de sus dieciséis mamparos, que comenzaron a inundarse. Durante dos horas y media el barco se fue hundiendo gradualmente, y en este tiempo varios cientos de pasajeros y tripulantes fueron evacuados en los botes salvavidas, de los cuales casi todos no fueron llenados a su máxima capacidad.

En el hundimiento del Titanic murieron 1514 personas de las 2223 que iban a bordo, lo que convierte a esta tragedia en uno de los mayores naufragios de la historia ocurridos en tiempo de paz.

Una de las más famosas leyendas del Titanic es la relativa a la orquesta. Durante el fatídico y lento hundimiento, los ocho miembros de la banda, dirigidos por Wallace Hartley, se mantuvieron tocando sus instrumentos en un intento por hacer que los pasajeros no perdieran la calma ni la esperanza. La banda no dejó de tocar incluso cuando ya era seguro que el buque se hundiría.

Los supervivientes del Titanic aseguraron haber visto a Hartley y a su banda en la cubierta del barco durante el hundimiento, tocando para trasmitir un póstumo mensaje de esperanza a los pasajeros, mientras subían a los insuficientes botes salvavidas.

El violín de Hartley.

La frase “Cada Titanic tiene su iceberg” es una reflexión del escritor y periodista español Arturo Pérez-Reverte para iniciar una serie de debates públicos donde advierte que estamos fomentando el desarrollo de generaciones de jóvenes que no están preparados para “el iceberg del Titanic”, que no saben resolver problemas sin apretar un botón, que no tienen memoria ni cultura, que no tienen sentido crítico ni responsabilidad. Los debates aparecen comentados en la Web oficial y pública del escritor, una excelente página que no se anda con rodeos para decir las cosas, un ejemplo de prosa ágil, directa y provocadora donde el autor mezcla datos históricos, anécdotas personales y opiniones polémicas; de ahí que los invito a disfrutar juntos de su análisis:

«El otro día, los pavos del suplemento cultural ABCD, periodistas y escritores, me invitaron a un cocido en Madrid. El pretexto era celebrar un artículo mío (lo hacen una vez al mes, eligiendo víctimas de modo por completo aleatorio, o casi), y confieso que, aunque vida social hago la justa, resultó una comida muy simpática. Estaban allí Fernando Rodríguez Lafuente, Juancho Armas Marcelo, Fernando Castro, Luis Alberto de Cuenca y César Antonio Molina, entre otros: una interesante jábega de marrajos».

Escritor y periodista español Arturo Pérez-Reverte.

«El caso es que “el Titanic y su iceberg”, entre otros asuntos, formaron parte de la conversación de sobremesa. Un recordatorio de que, por muy sobrado que navegue uno por la vida, siempre hay un iceberg esperando en alguna parte. Y aún más: cada éxito tiene, o al menos eso creí siempre, su trampa específica incorporada».

«El caso es que estuvimos conversando un rato sobre ello; y a la hora de los cigarros y el café (hace años que no fumo, pero me gusta que la gente fume donde le salga de la bisectriz, y que la Parca recolecte libremente a los suyos), llegado el momento de la lengua suelta por productos espirituosos, discursos informales y debate animado, se planteó el tema de la orquesta: esos músicos tocando en cubierta mientras el transatlántico insumergible se hundía despacio en el mar frío y tranquilo».

«Alguien mencionó el episodio como rasgo característico de la estupidez humana. De cómo el ciudadano prefiere siempre que le toquen la música antes que enfrentarse a la realidad. Convine en ello, que me parece muy cierto; pero manifesté también que, en mi opinión, la orquesta del transatlántico simboliza algo más. También esta mesa, dije afirmando mientras miraba alrededor, es una orquesta del Titanic».

«En tiempos como los de ahora, cuando los periódicos reducen las páginas culturales a la mínima expresión, y además las ocupan o las sustituyen con la última receta de “calamar al dátil” de Ferrán Adriá1 o desfiles de la colección de primavera de Danti y Tomanti2, la existencia de fulanos y fulanas que no se resignan, y siguen dispuestos a contarle a la gente la historia de los libros que se publican, las exposiciones que se inauguran, la música que es posible escuchar, me parece más necesaria que nunca. Y algo está claro, añadí. El mundo para el que muchos de nosotros fuimos educados hace medio siglo ya no existe. Mi abuelo, calculen, nació en el siglo XIX».

«Esa vieja Europa ilustrada, memoriosa y culta, superior en el más noble sentido de la palabra, la de los grandes escritores como Montaigne, Cervantes, Goethe o Chateaubriand, se va a tomar por saco. Y los suplementos culturales de los periódicos, pese a sus muchos vicios, tics, filias y fobias, envidias y grandezas, infames a veces y otras espléndidos según la racha, con firmas de gente honrada y también de indiscutibles hijos de puta, son, sin embargo, en su conjunto, la música de la orquesta que suena, no para adormecer conciencias, sino como compañía y alivio de muchos».

«Esas modestas páginas culturales que sobreviven, opiné, sirven para no resignarse. Para hacer que, al menos, a los imbéciles y a los ignorantes les sangre la nariz. Para recordarnos que aún es posible pensar como griegos, pelear como troyanos y morir como romanos. Para aceptar, en fin, el ocaso de un mundo y el comienzo de otro en el que no estaremos; y hacerlo serenos, jugando a las cartas en el salón cada vez más inclinado del barco que se hunde, mientras por los portillos abiertos, entre los gritos de quienes creían posible escapar a su destino (el barco era insumergible, reclaman los imbéciles), suenan los compases de la vieja orquesta que nos justifica y nos consuela».

El autor concluye con una frase lapidaria: «Estamos jodidos».


La banalización de la cultura de masas, es una problemática que nos preocupa, y ocupa a todos. Recientemente publiqué: “Bad Bunny en concierto”, dura crítica a la anticultura y caída actual de valores que consume las preferencias de todos en todas partes. Contrariamente a lo esperado, el artículo se hizo de decenas de comentarios positivos que apoyaban mis posiciones éticas.

Bad Bunny en concierto.

En uno de los comentarios, Villy Rodríguez, excelente intelectual y amiga, me recomendaba el ensayo del Premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa; “La civilización del espectáculo”, obra que recomiendo y de la cual adelanto una cita:

«En la civilización de nuestros días es normal y casi obligatorio que la cocina y la moda ocupen buena parte de las secciones dedicadas a la cultura y que los “chefs” y los “modistos” y “modistas” tengan ahora el protagonismo que antes tenían los científicos, los compositores y los filósofos».

Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura.

1- Ferran Adrià Acosta es un cocinero español que revolucionó el mundo de la gastronomía y lo introdujo en una nueva era. La revista norteamericana “Time”, incluyó a Adrià en la lista de los 100 personajes más innovadores del mundo en el año 2004.

2- “Sexo, sol, alegría y bienestar: 39 diseñadores explican la inspiración detrás de sus colecciones de primavera-verano 2022”. Es un artículo publicado originalmente en Vogue.com.


#LoRealMaravilloso

#Existencialismo

#LiteraturaUniversal

#PeriodismoCrítico

https://www.volfredo.com/


11 respuestas a “Cada Titanic tiene su iceberg.

    1. Buenos días Fran, en realidad, bajo la justificación de aceptar la diversidad y dar participación a todos, estamos aceptando un grupo de chavacanerías y desenfados que no constituyen para mí, manifestación artistica alguna. Por otro lado, la prosa fácil y la publicidad, ganan terreno día a día a la literatura. Son hechos preocupantes, lamentablemente. Un fuerte abrazo y feliz día.

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  1. Voy a ser un poco la nota discordante del post, querido Volfredo.
    De Arturo Pérez-Reverte contar que una vez que discrepé de su vulgar opinión, que tiene a menudo, me bloqueó en redes sociales. Parece que habla ex-cátedra y no le gusta que le rebatan. Fue corresponsal de guerra durante dos décadas y sobre todo un personaje al que le gusta la polémica. Entre sus perlas dialécticas destacan «Soy anti-inclusivo radical por defensa propia» o hablando de la guerra civil española en su libro «Eva» la califica de una «guerra guarra». No dudo de que es un magnífico escritor pero sus vulgaridad hace que no sea uno de mis referentes en la cultura.
    Un fuerte abrazo.

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    1. No lo vas a creer, de sobra conocía cual iba a ser tu reacción, y coincido contigo, su pagina esta llena de expresiones soeces desorganizadas que no lucen bien. De todas formas, de él sólo tomamos su preocupación por la perdida de la buena literatura y la perdida de editoriales especializados en los medios. Cordial abrazo y feliz tarde-noche ❤️❤️❤️

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