Rembrandt, pintar el hombre que yace detrás del rostro (1).

Pocos grandes artistas tienen un portafolio tan amplio como Rembrandt. No solo creó algunos de los retratos grupales más significativos del Siglo de Oro neerlandés, como “La ronda de noche” y “Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp”, sino que también dio vida a alrededor de 80 autorretratos en forma de pinturas, grabados y dibujos.

Rembrandt – 767 obras de arte – pinturas. http://www.wikiart.org.

Si bien muchos artistas que le precedieron crearon autorretratos significativos, como Alberto Durero y Leonardo da Vinci por mencionar algunos; Rembrandt fue el primero en utilizar esta forma de arte como algo más complejo que el simple registro de la imagen propia. El pintor se basó en su propio rostro para crear “tronies”, es decir, pinturas para estudiar las expresiones faciales y examinarse a sí mismo a medida que envejecía, desde el veinteañero artista optimista en ciernes hasta el empobrecido pintor de 63 años en sus últimos meses de vida.

Algunos contemporáneos del siglo XVII, como Peter Paul Rubens, pintaron sus figuras en autorretratos a lo largo de la vida, pero ninguno de ellos se acercó al número de piezas creadas por Rembrandt. Cabe preguntarnos: ¿por qué la imagen del gran pintor aparece reiteradamente en sus lienzos? Además de cumplir un propósito práctico, como en el caso de los “tronies”; no existe duda al respecto, Rembrandt utilizó el autorretrato para expresar su identidad como artista, en una autobiografía ilustrada con imágenes de su rostro.

A lo largo de su vida, Rembrandt modificó su estilo, aunque mantuvo su preferencia por la espontaneidad. En sus primeras pinturas, predominan las pinceladas minuciosas de factura casi caligráfica, muy esmeradas; más tarde, durante la madurez fue ganando fuerza y expresividad, capacidad que le permitió captar la psicología de sus personajes a la vez que sus pinceladas se hacían más libres. En sus últimos años Rembrandt enfocó sus autorretratos en busca del intimismo y la recreación del alma humana, alcanzando gran libertad creativa, tanta, que llegó a prescindir de los pinceles y en ocasiones pintaba con los dedos.

Mantegna, Leonardo, Durero y Rubens fueron influencias claras para él, así como el tenebrismo de Caravaggio, pero Rembrandt adaptó sus técnicas a un estilo personalísimo, suavizándolas y llenándolas de matices. Hay que recordar que, dada su originalidad creativa, siglos después Goya y Picasso se declararon abiertamente en deuda con él.


Los autorretratos de Rembrandt suponen la expresión íntima de más de cuarenta años de vida e indican cómo evolucionó su físico, pensamiento y alma, a lo largo del tiempo.

Primer autorretrato de Rembrandt. “El pintor en su estudio”, hacia 1626.

“El pintor en su estudio”, es su primer autorretrato. En la época en que lo pintó, Rembrandt trabajaba en la última planta de un edificio de Leiden. Este pequeño lienzo nos muestra cómo era el austero lugar donde creaba sus obras. El joven pintor se presenta a sí mismo en este abierto espacio desangelado, vestido con elegante traje para no ser confundido con un aprendiz o visitante.

La precisión con que Rembrandt describe la estancia es asombrosa: podemos apreciar el caballete del artista, de espaldas al espectador e iluminado por un foco de luz que se refleja en el lienzo e irradia a toda la habitación. En el muro del fondo cuelgan las paletas y, junto a él, queda la piedra para mezclar los pigmentos. En la mesa se disponen otros útiles. Se detiene exquisitamente en los detalles: los desconchones, las aguas de la madera del suelo o los clavos del caballete cobran un relieve especial. El pintor solo tenía veinte años. Rembrandt se pintó en el momento preciso en que se aleja unos pasos del caballete y, pincel en mano, escudriña con mirada crítica su obra.

El juego de luces y sombras y la puesta en escena, con ropas pomposas recién sacadas del anaquel, constituyen recursos teatrales propios del Barroco.


“Autorretrato con los ojos muy abiertos”, 1630. Este es el año en que Rembrandt empieza a cosechar sus primeros éxitos en Leiden, tras haberse formado con Lastman en Ámsterdam. En este aguafuerte se muestra con rostro divertido y asombrado, viveza que logra mediante el perfecto dibujo de líneas que enfatizan el movimiento y la expresión humana. Este tipo de retratos en aguafuerte de corte expresionista, influyó de forma decisiva en algunos cuadros de Goya que aparecen siglo y medio después.

Autorretrato con los ojos muy abiertos, 1630.
Autorretrato apoyando el brazo en un pretil, 1639.

“El auto retrato con los ojos muy abiertos”, es uno de los cinco grabados que el historiador de arte holandés Ernst van de Wetering ha denominado “Estudios de expresión”. Se diferencia de un “tronie” por la velocidad a la que se hizo y la falta de detalles elaborados. En esta pieza, Rembrandt mira directamente al espectador con ojos desbordados y labios ligeramente separados.

En “Autorretrato apoyando el brazo en un pretil”, 1639, Rembrandt se representa apoyando el brazo sobre un muro, en una pose orgullosa y mirando en actitud desafiante al espectador. Viste ropa elegante, pero también anacrónica, más propia del siglo anterior.

Rembrandt solía disfrazar a sus modelos y a sí mismo con prendas y sombreros espectaculares de otras épocas, que guardaba en su taller. La postura que adopta, reclinando el brazo sobre el codo, es una pose amanerada propia de los retratos renacentistas; como el célebre retrato Castiglione de Rafael, que entonces se encontraba en Ámsterdam como parte de la colección de Alfonso López, mecenas portugués que residía allí en aquellos años.

Es posible que quisiera inmortalizarse como gran poeta, pues sabemos que creía en la afinidad entre todas las bellas artes y acostumbraba a relacionarse en Ámsterdam con representantes del mundo de las letras. Otra posible explicación sería, que quiso identificarse con grandes señores del siglo XVI. Un año antes de hacer este grabado realizó otro semejante, con gorro adornado con una pluma y otros aditamentos utilizados por ricos aristócratas en el siglo precedente.


El “Retrato con Saskia en las rodillas o Parábola del hijo pródigo”, hacia 1635, Rembrandt pinto este lienzo para que fuese una pintura de carácter moralizante; al primer vistazo, la escena parece alegre, pero también un tanto licenciosa: el lujo en las ropas y las joyas que luce la mujer, los ojos vidriosos y el rostro fanfarrón de él y la postura de ambos sugieren una escena libidinosa.

La obra se asemeja bastante a “El artista riéndose con copa en la mano, en compañía de una cortesana sonriente” de Hans van Aachen, en la que el pintor se autorretrató enseñando los dientes, como aquí lo hace Rembrandt, algo inhabitual en aquella época.

Rembrandt. Retrato con Saskia en las rodillas o Parábola del hijo pródigo, hacia 1635.

La composición introduce al espectador en el cuadro y le hace partícipe de la escena, en la que aparecen símbolos de la vida disipada, como la copa, encarnación de los excesos, o el pavo real, alusión a la vanidad. Rembrandt iluminó esta obra con su característica luz dorada y utilizó pinceladas sueltas.

Continuará…


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