El suicidio de una máscara.

La positiva recepción comercial de “Confesiones de una máscara”, en 1949, permitió a su autor, el escritor japonés Mishima dedicarse profesionalmente a la literatura, donde abarcó una amplia gama de géneros en poesía, ensayo, novela, y teatro, que resultaron siempre bien acogidos por el público y la crítica.

Fue durante los años 1960 cuando vieron la luz sus obras más importantes, según la crítica: “El marino que perdió la gracia del mar” (1963) y la tetralogía “El mar de la fertilidad”, compuesta de las novelas: “Nieve de primavera”, “Caballos desbocados”, “El templo del alba” y “La corrupción de un ángel” editada póstumamente y convertida en el testamento ideológico del autor, rebelado contra una sociedad que veía sumida en la decadencia espiritual y moral, al tiempo que considera como única salida honorable, asumir la figura del emperador como el mayor signo de identidad del pueblo japonés.

Mishima, crítica en sus obras, desde una visión pesimista, a la sociedad nipona por la pérdida de los valores tradicionales, preocupado por la fuerte occidentalización de su país. Sus héroes son jóvenes rebeldes aspirantes a la pureza utópica. El autor recrea los rituales de la vida y de la muerte, de la transmigración y la purificación del alma, tan presentes en pasados años de tradición japonesa.

La última novela de esta novedosa tetralogía, “La corrupción de un ángel”, termina el día del suicidio de su autor. Esta obra personal de notable belleza literaria, sin precedentes en la literatura moderna japonesa, contiene e invoca el sentido que para Mishima guardaba el honor y el respeto a las tradiciones. Su compromiso con la literatura y la cultura lo llevaba a rebelarse contra una sociedad sumida en el vacío espiritual y la decadencia moral.

En los últimos diez años de vida, Mishima actuó en varias películas, representaciones teatrales y espectáculos públicos, además de codirigir y producir la adaptación de sus historias.


En 1968, Mishima formó la Tatenokai, milicia privada compuesta por jóvenes estudiantes patriotas, que recibían formación en artes marciales y disciplinas físicas. Luego preparó de forma meticulosa su muerte durante, al menos, cuatro años. Nadie ajeno al seleccionado grupo de miembros de la “Tatenokai” sospechaba sus planes.

Mishima se aseguró de que sus asuntos estuvieran en orden e incluso tuvo la previsión de dejar dinero para la defensa en el juicio de los otros miembros de la “Tatenokai” que no murieran en la acción. Luego elaboró cuidadosamente los elementos tradicionales empleados en la muerte ritual por harakiri o seppuku, y compuso el poema de despedida llamado yuigon, escrito cuando se acerca la hora del suicidio.

El 25 de noviembre de 1970, Mishima envió a su editor la última parte de “El mar de la fertilidad”. Después, junto a cuatro miembros de la “Tatenokai”, visitó con un falso pretexto al comandante del cuartel general del Comando Oriental de las Fuerzas de Armadas de Tokio. Una vez dentro, procedieron a cercar con barricadas el despacho y ataron al comandante a su silla. Con un manifiesto preparado y pancartas que enumeraban sus peticiones, Mishima salió al balcón para dirigirse a los soldados reunidos abajo. Su discurso pretendía inspirarlos para que se alzaran, dieran un golpe de Estado y restituyeran el poder del emperador.

Como no fue capaz de hacerse oír, y por el contrario, fue abucheado, acabó con el discurso tras unos pocos minutos. Regresó a la oficina del comandante y se abrió el vientre frente a él con una espada samurái. La costumbre de la decapitación al final de este ritual le fue asignada a Masakatsu Morita, miembro de la “Tatenokai”, pero Morita no fue capaz de realizar su tarea de forma adecuada. Después de varios intentos fallidos, cedió a otro miembro de la “Tatenokai”, a Hiroyasu Koga, la responsabilidad de finalizar el ritual. Entonces, Morita también llevó a cabo su seppuku y fue decapitado por Koga.

Los japoneses siempre han sido un pueblo con una severa conciencia de la muerte bajo la superficie de sus vidas cotidianas. El concepto japonés de la muerte es puro y claro, y en ese sentido difiere de la cultura occidental, donde morir se aprecia como algo desolador y terrible. Para Yukio Mishima, «la muerte […] tenía el brillo infrecuente, claro y fresco del cielo azul entre las nubes».


Sebastián es un santo cristiano que fue martirizado por su fe en el siglo III. Su imagen ha sido representada por numerosos artistas a lo largo de la historia, destacando la versión del pintor italiano Guido Reni (fechado alrededor de 1625), que muestra al santo semidesnudo y atravesado por flechas. Esta imagen ha inspirado emociones encontradas y fantasías en muchos escritores y artistas, entre ellos al japonés Yukio Mishima, que se identificó con el sufrimiento y la belleza del santo desde la primera vez que admiró sus representaciones pictóricas.

Detalle de “El Martirio de San Sebastián” de Guido Reni; 1615-1616. Galleria di Palazzo Rosso, Génova.

“Confesiones de una máscara”, 1949; obra autobiográfica, muestra a un joven que debe esconderse tras un disfraz para encajar en la sociedad. Con sus referencias a la homosexualidad, las falsas apariencias y la crisis de identidad nacional japonesa tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, la novela tuvo un enorme éxito y convirtió a Mishima en una celebridad a la edad de veinticuatro años: «Koo-chan, su personaje protagónico, fue criado durante el período del Imperio Japonés. Él es un joven delgado, pálido y con aspecto enfermizo que por mucho tiempo debió lidiar con un sinfín de complejos para poder ajustarse a los principales estándares sociales. Vivió en una familia dirigida por su abuela, quien lo crio sola y le brindó una excelente educación». «En su adolescencia, Koo-chan empieza a notar su atracción hacia personas del mismo sexo. Mientras esto sucede, desarrolla muchas fantasías sexuales asociadas a la visión de la sangre y la muerte. Así pasan tiempos difíciles para él, mientras debe descubrir y establecer su propia identidad».

Mishima declaro, en varias ocasiones, haberse sentido inspirado por el martirio de San Sebastián y sus representaciones artísticas. Vuelca su admiración hacia el martirio del santo en “Confesiones de una máscara”, en las precoces memorias de un joven japonés dispuesto a transgredir las normas de la sociedad de su tiempo, pues, en ella, el relato de la infancia y juventud del autor desembocan en el descubrimiento de su homosexualidad, sin ocultar su irreprimible atracción por la belleza, la muerte y la sangre.

Uno de los aspectos más llamativos de la vida y la obra de Mishima, fue el culto al cuerpo y su exhibicionismo narcisista. Luego de superar la tuberculosis que padeció en la juventud, Mishima se sometió a un intenso entrenamiento físico para moldear su figura y posó para numerosas fotografías en las que mostraba sus músculos y piel. Una de sus representaciones más famosas es la que recrea el martirio de San Sebastián, realizada por el fotógrafo Shinoyama Kishin en 1968. En esta fotografía, Mishima aparece con el torso desnudo y tres flechas clavadas en el pecho, imitando la pose y expresión de “El Martirio de San Sebastián” de Guido Reni, Génova, Galleria di Palazzo Rosso).

Guido Reni: El Martirio de San Sebastián. 1615-1616. Galleria di Palazzo Rosso, Génova.
San Sebastián, fotografía de Yukio Mishima realizada por el fotógrafo Shinoyama Kishin en 1968.

La fotografía de Mishima como San Sebastián es una muestra de su fascinación por la belleza trágica y por la unión del dolor y el placer. Mishima se sentía atraído por el simbolismo del santo, y anticipa su propia muerte violenta y sacrificial, con la que pretende convertirse en arte tras su muerte.

Mishima vio representado en San Sebastián, sus ideales estéticos y éticos, así como sus conflictos internos y sus deseos ocultos. La fotografía fue, una manera evidente de plasmar su identificación con el santo y dejar el testimonio de su personalidad compleja y atormentada.

La historia continuará:

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6 respuestas a “El suicidio de una máscara.

    1. La vida y obra de Yukio Mishima son de un realismo patético difícil de asimilar y creer en Occidente, pero los hechos que narré son reales y causaron enorme impacto en Japón, y aun se habla de su repercusión. Feliz semana.

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  1. Querido Volfredo, muy bonita la relación que haces entre la figura de San Sebastián y el gran escritor japonés Mishima. Nos es difícil entender la cultura oriental a los occidentales, pero reflejas muy bien que en todas las culturas existe la diversidad y la intolerancia, de ahí que Mishima se sintiera tan identificado con la figura de San Sebastián. Deseando leer la continuación. Un abrazo 👍😘😘

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    1. Esa es mi tesis, la cultura es una, no es Occidental u Oriental, o Antigua o Moderna, es una sola, es cultura UNIVERSAL, para todos, en todas partes. Las divisiones son simples academicismos. Gracias por tus comentarios, cordial abrazo y feliz noche.

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