Lo Real Maravilloso

En una inusual y mágica ocasión, hace ya algún tiempo, hube de permanecer enclaustrado en un hotel por ocho días, limitando al máximo mis salidas esporádicas que pasaron a ser breves escapadas fortuitas. El hecho, en esencia, una eventualidad. Había emprendido viaje desde un país tropical en pleno verano y llegué a otro, en el hemisferio opuesto, bajo fuertes condiciones invernales. El equipaje, cuidadosamente planificado y empacado a conciencia, con recursos más que suficientes para protegerme del frío, sencillamente quedó perdido y atascado en algún lugar de la larga trayectoria.

Luego de tres horas esperando el equipaje en el aeropuerto, acudí como es regla a la oficina de reclamaciones, pedí la localización del equipaje extraviado y recibí la respuesta que ya se ha hecho clásica:

– ¡Que pena caballero!, su equipaje quedó extraviado en Cuba, … Pero no preocupe que ya fue localizado y saldrá en el próximo vuelo de la compañía.

– ¿Y, y, yyy. ¿Cuándo es el próximo vuelo?

– En una semana caballero, la oficina le ofrece disculpas.

Luego de trasladarnos al hotel; me dispuse a tomar un baño reparador, y tomar un cálido y energizante whisky antes de irme a la cama, y con tal intención llamé de inmediato al servicio a habitaciones:

– ¡Que pena caballero!, está usted en un país musulmán, nuestro hotel no oferta bebidas alcohólicas.

Podrán imaginar la conmoción, luego de tantas frustraciones, el único salvavidas que tenía a manos era un voluminoso y moderno televisor, que recibía la señal por cable y ofrecía el servicio de decenas de canales en varios idiomas.

A la mañana siguiente, luego del desayuno, encendí el televisor, único recurso disuasorio disponible para diluir mi fatal clausura. Contrariado y de mal humor. Tomé el mando inalámbrico y me dispuse a explorar el laberinto de canales, en una acción consecutiva que se extendió por interminables jornadas.

Fue entonces cuando llegó a mí una desconocida entrevistadora, la cual, disfrazada de ángel y con un magnetismo inmenso, me mantuvo en suspenso, prendido a su programación televisiva, en una acción que ha perdurado en el tiempo, porque desde entonces, hace ya 17 años, no pierdo la oportunidad de seguirla a todas partes y en cada una de sus presentaciones. Ella es Oprah Gail Winfrey, conocida sencillamente como Oprah.

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Durante meses estuve tratando de establecer contacto con Oprah a través de sus páginas sociales, sin obtener respuesta, hasta que, desanimado y exhausto, presto a abandonar el peño, recibí respuesta a uno de mis muchos correos:

• Con mucho gusto acepto su petición de entrevistarme, lo cual me ha resultado sorprendente, porque en más de 40 años tras las cámaras entrevistando celebridades siempre he sido yo la conductora. Ahora toca a usted asumir el protagonismo. Dispone de una hora, a partir de las 9 am del próximo lunes, en el salón de conferencias de mis oficinas en Washington DC.

La misiva mostraba la firma de Oprah Gail. Mi corazón comenzó a latir fuerte e impaciente.

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Antes de la entrevista a una celebridad, es importante conocer sobre la vida, trayectoria, logros, e intereses del futuro entrevistado; esto permite formular preguntas pertinentes, evitar temas sensibles o polémicos y demostrar interés y conocimiento sobre la persona.

Es conveniente tener un guion con las preguntas principales y secundarias que se quieren hacer, así como el tiempo estimado para cada una de las respuestas.

De inmediato inicié el condicionamiento mental para la entrevista, y diseñé la forma más adecuada de asumir mi rol como periodista distinguido de Lo Real Maravilloso. Resultaba perentorio para alcanzar el feliz término de mis propósitos, que mostrara respeto, cordialidad y profesionalismo hacia Oprah, y evitara a toda costa, interrumpir, contradecir o juzgar sus respuestas, así como hacer preguntas personales o indiscretas que pudiesen incomodarle.

Era aconsejable para la buena práctica de la entrevista, siguiendo la orientación de textos especializados, mantener el contacto visual, e implementar un lenguaje corporal positivo que demostrara interés manifiesto en todo cuanto se fuese a decir. Estaba obligado a recurrir a mi mejor humor y empatía para generar un clima de confianza y cercanía con mi admirada Oprah, la conductora más popular del planeta en la actualidad.

Lo importante era ser flexible y aprovechar las oportunidades que se presentaran para obtener una entrevista dinámica, interesante, memorable y sobre todo, veraz.

Confieso que nunca me he preparado con más seriedad para una entrevista, en mis 40 años, como periodista de Lo Real Maravilloso, diario de gran circulación en Macondo y aguas abajo, siguiendo la corriente del Magdalena Medio, único rio del planeta que se pierde en su cuenca sin alcanzar el mar.

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Adelanté muchísimo en la preparación de la entrevista. Me dirigí de inmediato a recoger un traje que había alquilado, e hice las maletas, luego pasaría a recoger el visado en la Oficina de Intereses y el fin de semana estaría volando rumbo a Washington.

Dios mediante, el próximo lunes, puntual como había quedado pactada, estaría entrevistando a la conductora del programa de entrevista de mayor audiencia en el mundo durante los últimos 25 años. Mi admirada Oprah y yo, al fin, estaríamos frente a frente junto a las cámaras.

Nuestra entrada continua…

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