“Balseros”, testimonios pictóricos basados en testigos.

Durante siglos, el arte tanto clásico como renacentista, se limitó a exaltar la belleza en un arcoíris de colores y formas donde no había espacio para la crueldad, y las tragedias del hombre. Los retratos, paisajes naturales y los escenarios idílicos dominaban los lienzos y no dejaban espacio a las manifestaciones crudas y sin belleza de la realidad objetiva.

Fue precisamente a partir de las penosas narraciones de balseros que habían sobrevivido y las representaciones pictóricas cargadas de patético realismo de sus historias, que el arte rompe su alianza con las fórmulas convencionales que se repetían desde hacía siglos. Los primeros oleos que representaban escenas de los sufrimientos inhumanos de los balseros, pusieron fin a la exaltación de lo bello como premisa fundamental inviolable en las artes visuales, dando un paso fundamental hacia el surgimiento del arte moderno.

A partir de este rompimiento, las emociones y sentimientos del artista pasaron a ser el centro de su arte. La visión personal en la percepción de la historia se cargó de dramatismo, abandonado para siempre el idilio de lo bello, en su tránsito hacia la realidad por dura e inhumana que esta fuese.


En 1778, un notable pintor estadounidense radicado en el Reino Unido, John Singleton Copley, se hizo famoso con su cuadro “Watson y el tiburón”, pieza que muestra una tragedia marítima basada en el relato de un sobreviviente.

El relator de la experiencia fue Brook Watson, quien en 1749 era un grumete de 14 años en el Royal Consort cuando un escualo atacó el bote en el que viajaba hacia La Habana, Cuba; incidente en el que perdió la pierna.

Watson, siendo ya un exitoso militar y comerciante, encargó la pintura a Copley, que realizó a lo largo de los años tres versiones. Copley construyó una obra enmarcada en los estándares de la época, virtuosa sin dudas, pero con su propia visión de la realidad contada. Valga curiosidad la que hoy describo, el primer cuadro en la historia del arte que representa la angustia de un balsero, está basado en hechos reales que competen territorialmente a los mares de Cuba.

Watson y el tiburón, de John Singleton Copley.


En 1815, Francia reafirmaba su dominio sobre la colonia de Senegal, y en aquella fecha el bergantín “La Méduse”, zarpaba desde Senegal con alrededor de 400 pasajeros, entre científicos, médicos, soldados napoleónicos, tropas coloniales y colonos. Capitaneaba la embarcación Hugues Duroy de Chaumareys, vizconde de Limousin, un comandante regresado del exilio que no navegaba hacía dos décadas, y que había recibido el honor por haber sido fiel a la corona.

De Chaumareys, en el afán de mostrar sus capacidades, se desvió 160 kilómetros de la ruta prevista, y para el 2 de julio encalló cerca de la costa de la actual Mauritania. “La Meduse” sufrió daños irreparables por lo que se hizo necesario evacuarla ante la inminencia del naufragio.

En una balsa improvisada, de 20 metros de largo y 7 de ancho, se amontonaron 149 marineros y soldados, y solo una mujer. Los balseros de “La Meduse” practicaron el canibalismo de los cuerpos fallecidos para subsistir. Una semana después, solo quedaban 27 sobrevivientes.

Para el día 13, el 17 de julio de 1816, la balsa se cruzó de forma casual con el bergantín “L’Argus” y los escasos y maltrechos marineros fueron rescatados y contaron sus historias.

Por aquellos días, Théodore Géricault regresaba de Italia a París, cuando escuchó la impactante historia y se propuso reflejar el hecho en un lienzo de grandes dimensiones (491×716 cm) que representara la terrible y cruel historia, la desesperación, el temor, la angustia, y a la vez la esperanza que solo se apaga cuando se acaban la fuerzas y termina la vida.

La balsa de la Medusa”, Théodore Géricault. Museo del Louvre.

La balsa de la Medusa” coronó el éxito de Géricault, quien era ya un artista con recorrido y obras interesantes como “Oficial de cazadores” (1812), “Coracero herido” (1814) y “Carrera de caballos berberiscos” (1817), pero ninguna alcanzó el éxito y levantó el revuelo a la altura y en la forma que lo hizo, la historia pictórica contada por los balseros.

El cuadro por su realismo deja a un lado las idealizaciones, la búsqueda de la belleza superficial; y muestra total desinterés por las alegorías, las enseñanzas y temas de la biblia, las conquistas militares, y las escenas de la literatura. Fue a un hecho real narrado, que reafirmó, una noticia, y produjo así un shock tanto temático como estético al poner sobre el lienzo un tema que cruel e innegablemente tangible.

Para su confección, el artista recurrió a los relatos de dos de los apenas 13 sobrevivientes de la tragedia: Henri Savigny, ayudante de cirujano, y el ingeniero-geógrafo Alexandre Corréard, entre otros.

Géricault sentía así sus obras. Por lo que para realizar el cuadro ingresó en un espiral obsesivo de bocetos, preparaciones, pruebas, modelos y viajes para observar el movimiento del mar, los atardeceres y anocheceres sobre el agua para encontrar el momento exacto que quería representar.

La idea de la belleza cambió para siempre rompiendo las alianzas con las tradiciones y las fórmulas que se repetían desde hacía siglos. La balsa de la Medusa, fue la primera pintura de un suceso de época basado en el testimonio de testigos, una no ficción pictórica (non-fiction). Un hito de la Historia del arte.

La Balsa de la Medusa representa una ruptura con respecto a la calma y orden de la escuela neoclasicista entonces predominante. El trabajo de Géricault atrajo la atención casi de inmediato a partir de su primera exposición y fue adquirida por el museo de Louvre poco tiempo después de la muerte prematura del artista, a los 32 años de edad.


Sirva esta breve historia contada desde la historia del arte, de homenaje y duelo a todos los balseros que han perdido sus vidas en el intento de inmigrar. Sirvan nuestras letras, de réquiem y canto luctuoso a los balseros que han encontrado la muerte en el Mediterráneo y el Estrecho de la Florida.

#LoRealMaravilloso

#ArtesVisuales

#PeriodismoCrítico

https://www.volfredo.com/


6 respuestas a ““Balseros”, testimonios pictóricos basados en testigos.

  1. Qué paradoja! Qué un hito de la historia del arte fuera inspirado en un hecho tan triste. Descansen en paz aquellos que persiguiendo un sueño, están en el fondo del mediterráneo o del estrecho de la Florida, un abrazo

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  2. gracias Volfredo… reitero que leerte es siempre una «vacuna» contra tanta superficialidad y mal gusto que por momentos nos asalta y no es precisamente en el mar… de nuevo, gracias!!
    (conocia la obra de Gericault, pero la tragedia del grumete en aguas cercanas a nuestra isla es para mi desconocida)

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