Hace 25 años cuando trabajaba en plena selva, en Urabá, Colombia, escuché que, en algunos de sus ríos, en específico, en los bancos de arena que se forman en sus recodos poco profundos, podían encontrarse pepitas de oro si se cernía la arena.
El inventario de recursos a utilizar era de escaso monto: palas, cubos, cernidores o mallas de pequeño calibre para que no escapasen las pepitas y alguna que otra botella de un espirituoso guaro, que en esa zona eran baratas y de excelente calidad.
Luego vinieron los contrapuntos, la selva tropical es un lugar poblado de animales peligrosos, pirañas y cocodrilos en sus ríos; serpientes venenosas, tarántulas y escorpiones en las orillas y malhechores y bandidos en todas partes, siempre bien dispuestos a secuéstrate para pedir cuantiosas sumas por tu rescate, al tiempo que roban en mineral minado.
Sopesando riesgo beneficio, nunca concreté mis acciones de minero en mis múltiples visitas a ese bello, hermoso y a la vez peligroso país que se llama Colombia.
La minería aluvial en Latinoamérica, es una actividad de emprendedores pobres y furtivos, que arriesgan la vida mientras a escondidas y bajo amenazas de ser baleados, ciernen los bancos de arenas en busca de la suerte.

Los más ricos no tienen necesidad de llevar a cabo el minado artesanal de los ríos y prefieren buscar en su origen, los filones superficiales de mineral que nutren la corriente del rio, en grandes minas a cielo abierto.
En la actualidad hay todo un arsenal de equipos diseñados para el minado de los ríos, los hay de todos los precios y algunas ofertas incluyen bombas de aspiración y dragado, parrillas mecánicas para cernir y fuentes de energías portátiles. Otra variante de la minería furtiva, más recreativa que industrial, es la llevada a cabo por personas con todas sus necesidades económicas satisfechas. En esta actividad, que generalmente se lleva a cabo durante las vacaciones o los fines de semana, se auxilian de un remolque bien acondicionado para satisfacer las necesidades de toda la familia y los buenos amigos que se unen a la aventura. Mientras unos pescan otros cazan y todos esperan por las suculentas parrilladas que escoltan a los vacacionistas, sin discriminar a los mineros que con detectores de metales escrudiñan la orilla del río.
No quiero terminar sin contar mi experiencia personal.
Cuando mi querido y único hijo era niño, amaba la Naturaleza como ningún otro y en uno de mis primeros intentos por acercarlo a ella, nos hicimos de una inmensa casa de campaña que aún conservo, con malla de nylon hermética para impedir la entrada de los insectos, camas neumáticas en forma de balsa para dormir y hasta un pequeño mástil para izar una bandera.
Durante semana planificamos dónde acampar y luego de coordinar con muchos campesinos amigos de regiones aledañas al poblado de Majagua que con gusto nos prestaban sus fincas atravesadas por el río, decidimos partir para la finca El Naranjo, donde una presa artificial creaba una cascada cristalina que oxigenaba el agua y la hacía cristalina.

Recuerdo que un viernes de verano, temprano en la mañana llegamos a la finca. Irma y Robertico nos esperaban junto con sus hijos y algún que otro curioso dispuesto a auxiliarnos mientras armábamos la enorme casa de campaña e izábamos la bandera; una pintoresca pañoleta roja de pionero, porque no teníamos a mano otra opción.

Hassan no salió del rio durante todo el día, correteando y nadando sin tomar descanso, y al caer la tarde, ya agotado bostezaba. Entonces la oscuridad total se hizo presente, mientras las ranas comenzaban a croar sus apasionadas serenatas nocturnas.
Fue entonces que pensamientos disuasivos se abrieron paso y comenzamos a evaluar el regreso inmediato al confort del hogar. Quiso entonces la providencia que Irma, siempre previsora tuviese solución para todas las posibles continencias y llegó de inmediato en nuestro auxilio portando largas extensiones que llevaron la luz eléctrica a nuestra casa de campaña, al tiempo que aparecieron ventiladores como salidos de la nada, una mesa de dominó, y un sabroso escabeche de pescado, no capturado por nosotros claro está, cuyo sabor aún recuerdo.
La vida es una sucesión de sucesos que trascurren inalterables. Hoy, Hassan hace los preparativos de la próxima expedición a la Naturaleza; al tiempo que Dylan prepara su futura pañoleta para izarla como banderola.
De igual forma, Robertico se llena de felicidad al conocer que yo recuerdo y divulgo la añeja anécdota, mientras descansa en el Cielo. Dios te tenga en su Gloria querido hermano.
#LoRealMaravilloso
#ElDoradoAvileño
Anécdota que nos hacen recordar a todos,algún momento de nuestras vidas, por haberlos vivido con nuestros padres como protagonistas,nuestros guías de toda la vida,que nos encaminaron para ser cada día mejores y nos enseñaron la valía de un buen amigo en cualquier momento de la vida,gracias infinitas Volfre,»recordar es volver a vivir».
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Volfre interesante enseñanza es cierto con pocos recursos y muy fácil pudiera aparecer el Oro mas prefiero acompañarlos al Rio con una casa de campaña..pescado frito y una cerveza bien fria..gracias por complacer mi petición besos y bendiciones
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Que maravillosas anécdotas nos regalas y cuánto placer el saber que nuestro querido Dylan heredó de ti el amor por las naturaleza y la pasión por la saventura. Esa unión familiar y ese espíritu que conservas es la mina de Oro inagotable que Dios te concedió . Un abrazo fuerte y FELICIDADES.
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Que lindo recuerdo con tu hijo.
Majagua y su río me traen muchos recuerdos y anécdotas , lo visitaba con frecuencia . Ahora cuando Dylan crezca tienes que llevarlo también .
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