Lo Real Maravilloso

“Metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano”. (Samuel 17, 49-50).

La historia de David contada por el profeta Samuel y recogida en las Sagradas Escrituras, desbordó mi imaginación infantil y me hizo comprender temprano en la vida, que la astucia, la inteligencia y la sabiduría, a la larga se imponen y triunfan, imbatibles por gigante alguno.

Con el paso de los años, hube de percatarme, que mi visión primaria era ampliamente compartida, en tal grado que Miguel Ángel, considerado por mucho el más grande artista de la historia, vio en David al verdadero coloso y lo esculpió en un bloque único de mármol blanco de Carrara de 5,17 metros de altura y 6 toneladas de peso. En la actualidad el David es la escultura más famosa del Planeta y desde su creación fue el símbolo y orgullo de Florencia, cuidad que en la antigüedad se abría paso audaz y astuta, frente a los Estados Pontificios y otros muchos enemigos que la rodeaban y pretendían adsorberla.

Trascurrido los años, empezaron aflorar a lo largo de mi vida, pequeños gigantes que se abrían paso y enarbolaban hondas que les hacían vencer el miedo, la frustración y la desesperanza, superando discapacidades, limitaciones y enfermedades invalidantes de todo tipo. Son ellos los verdaderos adalides y algunas de sus historias les propongo compartir con ustedes a partir de hoy.

Pequeños humanos devenidos colosos, constituyen seres extraordinarios que enaltecen a la Humanidad y nos hacen crecer. Todos ellos son seres extraordinarios que comparten vidas con una característica común: llevan en sus manos la honda de David.

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