Inicié mi vida profesional como buscador de tesoros, durante mis años de estudiante universitario, dada mis experiencias anteriores en relatos y vivencias mágicas. En aquellos tiempos, la facultad de medicina tenía su sede central en pleno reparto Miramar y muchos de los antiguos palacios que pertenecieron a la sacarocracia habanera en época de la República, ahora eran utilizados como oficinas y almacenes por la recién creada Universidad de Ciencias Médica de La Habana.
Recuerdo como si hubiese acaecido hoy, que los estudiantes becados teníamos la obligación de hacer guardia nocturna en aquellos lujosos recintos, que llenos de grietas testificaban el maltrato y la falta de acciones de mantenimiento a las que eran sometido. No hubo una sola de aquellas extrañan grietas en las paredes, en los desvíveles en los pisos, losas hundidas, cisternas, fuentes y aljibes que yo no explorara en busca de objetos valiosos, durante mis largas y solitarias noches de guardia estudiantil. Diseñé para ello un gancho atado a la punta de una vara, una linterna prendida a un flexible y largo cordel y otras muchas argucias auxiliares, más que necesarias para la exploración minera de resquicios urbanos a cielo abierto. Nunca encontré objeto valioso alguno, salvo un gran número de chirimbolos de latón abandonados, e innumerables roedores que se daban a la fuga al violar sus madrigueras.
Al termino de mis estudios universitarios, y sin tesoro alguno encontrado, regreso como médico especialista a nuestra amada Ciego de Ávila, en tiempos en que el salario te permitía deslice y la vida trascurría apacible entre un sin número de motivaciones pueblerinas, entre las que centraba mi motivación a acudir por las tardes a una tertulia, que surgía de forma espontánea en el muy avileño Hotel Santiago Habana, donde un grupo de buenos amigos procedentes de todos los estratos sociales imaginables, solíamos degustar un buen número de cervezas entre algarabías y a conversaciones que giraban sobre cuanto tema de conversación existe y puedas imaginar.

Así las cosas, un día salió al aire, no recuerdo cómo ni quién fue el protagonista, la historia de la paga para tres meses del nutrido ejército español apostado en la Trocha en épocas de la colonia. Se sabía y así lo atestiguaban las Sagradas Escrituras populares, que el enorme botín había sido arrojado por el brocal de un pozo yermo, ante el avance incontenible del ejercito mambí que ya se divisaba cercano e indetenible.
La única referencia para la micro localización del pozo de la riqueza, era que su ubicación estuvo marcada por un gran molino de viento que hacía girar sus alas a escasos metros del brocal.
La motivación surgió inmediata, mágica y encantadora, e hizo surgir de forma espontánea, la primera brigada avileña de mineros voluntarios y se asignaron misiones y tareas: Marquitos el chapistero y Narciso el albañil tendrían a su cargo la logística y ejecución de las excavaciones, el gallego Añiles y Roly, excelentes choferes de alquiler, serían los responsables de garantizar todo tipo de transportaciones, y un grupo de trabajadores del comercio encabezados por Otto e Ignacio, tomarían a su cargo el aprovisionamiento y nutrición de la tropa.
Contrario a lo que podréis pensar, mis funciones en la cuadrilla recién formada, no contemplaban su seguridad. El que resultara lesionado durante las excavaciones, sería trasportado a la Policlínica Norte o directamente al cuerpo de guardia del Hospital Provincial, porque ambos centros asistenciales quedaban cerca de las futuras zonas de excavaciones y no era menester emplearme en ello, razón por la cual, dada mi fama de erudito autodidacta, pasé a desempeñar un rol de mayor protagonismo, como investigador designado para búsqueda de información en las sagas y archivos históricos de la cuidad. Mi prestigio fue puesto a pruebas, enfrascado en la misión y arduo trabajo de micro localización de los pozos con molinos aledaños, en edificaciones civiles y militares de la Trocha Avileña, en épocas de la colonia.
Tengo el honor de ser discípulo del más grande historiador e investigador de enciclopedias y archivos históricos que ha dado Ciego de Ávila y creo que no exagero si voy más allá y atestiguo, de todas las américas. El doctor en todo y graduado en nada, Paulino Urbieta, fue en vida una afable persona de intención y obra, al cual dedicaré en un futuro próximo múltiples cuartillas, pero de momento resulta pertinente para no salir de la temática que nos ocupa, decirles que hube de empoderarle, dada mi condición de amigo íntimo y mi funciones como médico de toda su familia, para que hiciese el levantamiento de las edificaciones vinculada con la historia militar colonial del centro histórico de la cuidad, que contaron en sus orígenes, con pozos propios y molinos de vientos.
Paulino, gran conocedor de la historia local, se dedicó a tiempo completo a tararea encomendada, porque en aquellos días era ya un anciano acogido al retiro y con gusto dedicó semana a la confección a manera de croquis, del mapa de Ciego de Ávila a finales del siglo XIX, tomando como epicentro, la intersección del Camino Real con la Trocha, justo donde otrora fue fundada la muy conocida esquina de la Confronta de Anacleto.
Seis micro localizaciones con alto potencial probabilístico, resultaron de la investigación. Tan solo quedaba entonces, iniciar nuestras exploraciones.

Cuatro de las posiciones a explorar, así se denominan en la minería a cielo abierto, quedaban en los patios de instalaciones devenidas estatales, de antiguos y prósperos comercios que en los años ochenta, habían perdido mucho de su apariencia original. Prestos y sagaces, nos presentamos a sus administradores, todos viejos conocidos, como un grupo espeleológico interesado en rescatar restos de cerámicas y alfarerías coloniales, y su cooperación fue positiva en todos los casos, mostrándose educados y corteses al permitirnos excavar, condicionando sus decisiones tan solo a la permeabilización de los derrumbados pozos con ojos puestos en posible nuevo uso y la recogida de los escombros que se originaran en las actividades de dragados.
Con los dos pozos señalizados en antiguas casonas particulares de madera, nos fue más difícil, sus envejecidos habitantes no estaban para disturbios, pero quinientos pesos, una fortuna para la época, transaron a aquellos desdichados que callaron con gustos y no se percataron de las molestias ocasionada por el díscolo equipo de arqueólogos, que bombeaba arcilla acuosa de los pozos artesianos sin razón lógica para ellos, que nos observaban trabajar con respeto, mientras pensaban que éramos un grupo de intelectuales locos.
De los hallazgos encontrado, que les cuento, todos los imaginables: un amplio arsenal de utensilios domésticos caídos por descuido, restos de muñecos arrojados por niños traviesos, fragmentos de cerámicas, antiguos metales, clavos, barros, arenas y tan solo una monedita española de plata, que Marquitos perforó, colocó con una cadena al cuello, y llevó durante muchos años prendida, mostrándola con orgullo.
Así pasaron indetenibles los años, y en época reciente, descargando imágenes de interés para mis colecciones de fotos, aparece en la pantalla de mi navegador una impactante imagen en blanco y negro. En la ancestral casa de maderas que hoy albergan el museo de la cuidad, al fondo, en la zona que hoy ocupa un gigantesco almacén estatal que ahí radica, un flamante molino movía sus aspas, tratando de decirme “Estoy aquí, incorpórame a la búsqueda”. Aún mi corazón palpita con el recuerdo, un nuevo sitio arqueológico se desplegaba ante mis ojos, con tan solo iniciar una salva.
La nueva fotografía de la época, hizo emerger de mis memorias, las imágenes de queridos e inolvidables amigos que durante años habían conformado el fraternal equipo de buscadores de tesoros. Algunos de ellos se fueron luego de accidentes mortales, y los otros no pudieron resistir el embate de los muchos años de vida, la diabetes y otras enfermedades crónicas. Una lágrima corrió por mi mejilla, mientras apagaba la computadora, consciente de que no había hecho salva alguna. Si reiniciaba mi pasada vida de buscador de tesoros, tendría que hacerlo sin mis antiguos amigos, y bajo esas condiciones, me declaro sin fuerzas.
Es mi intención dar fin a nuestra crónica de hoy, sembrando esperanzas a futuros y potenciales buscadores tesoros urbanos, para ellos narro, que en esta actividad hay mucho de realidad y otro tanto de leyendas: es real el hallazgo de miles de dólares americanos encontrados durante la restauración del techo de la bodega “La Avileña”, cita en Simón Reyes y Libertad. El suceso tuvo por protagonistas al administrador de la bodega, José Antonio Carbonell, más conocido por Tito y al albañil Javier Batista, honestos ciudadanos que no encontraron uso para aquella moneda desconocida para ellos y la entregaron a las autoridades.

También es cierto el hallazgo de una botija repleta de monedas de platas, durante la excavación realizada para el enterramiento de un perro, en el patio de la casa de una de las familias de más largo arraigo en la ciudad. En aquellos meses, el estado compraba oro y plata a cambio de un valor con el cual era permitido adquirir artículos de primera necesidad en tiendas habilitadas al efecto. La familia compró un automóvil marca Lada y un año después murieron todos en un trágico accidente mientras se trasladaban de noche a lo largo del viaducto de ocho vías que conduce a La Habana. El recuerdo de la familia, vive aún en la memoria histórica de los avileños, y los principios éticos que inspiran a nuestro blog, consideran sacrílego perturbar el largo descanso que merecen los difuntos, al mencionar sus nombres.
Ya cerrado la edición les cito, que un querido vecino, hermano, amigo y motivado por nuestras crónicas, me mostró y puso a disposición un detector ultrasónico de metales, y habilitó para nosotros, una amplia bibliografía sobre la aplicación de las altas tecnologías en la búsqueda de minerales preciosos.

Simultáneamente y desde el lejano Catar, un excelente profesional y colaborador de nuestro blog del que precio ser buen amigo, promete obsequiarme unos billetes antiguos y raídos, que encontró durante……
La vida continúa y las leyendas se suceden, como parte de las magias que todos llevamos dentro y conforman nuestro mundo, Real y Maravilloso.
Gracias por esa crónica tan maravilloso y amena profe, realmente su relato es real y maravilloso , gracias porque entre risas me ha hecho el inicio del día muy agradable, es usted un gran discípulo de Carpentier, GRACIAS UN ABRAZO.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Parece ser que la busqueda de tesoros es herencia familiar…mi padre Felipe Camacho dedico un buen tiempo de su juventud a la búsqueda del tesoro escondido…y asi resolver de una vez por todas las precarias situaciones econonicas que impone cada época.
Gracias Morito por tu crónica tan bien detallada.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Excelente crónica de domingo, basada en mucha información histórica de nuestra ciudad y sobre personajes desconocidos para mí, su forma amena de escribir, fresca como el agua de un arroyo y signada por rígida ética, me llevan a expresar, q ha sido, un excepcional artículo, sobre historias y leyendas de tesoros ocultos en Ciego de Ávila y en esta cacería de tesoros , a través de nuestra ciudad, he descubierto con beneplácito, a sólo 30 metros de mi casa, un tesoro inmaterial: las dotes de buen escritor, de mi buen vecino y amigo, el Dr. Camacho
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias por sus comentarios positivos y estimulantes. Yo también tengo un tesoro de vecinos a 30 metros de distancia de mi casa, la correspondencia es bilateral. Un abrazo
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muy interesante… En verdad cada historia que escribes me atrapa y me deja con ganas de seguir leyendo. Tu poder de la palabra y la narraciòn es increible. Bendiciones!!!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Como siempre es un privilegio dar lectura a tu blog, esta temática es muy enriquecedora por formar parte de las historia local y personal. Excelente leguaje, eres un cúmulo de conocimientos en muchas ramas. Gracias por compartir y felicidades nuevamente.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Entre lo real y maravilloso y tu imaginación , me he leído de un tirón esta historia . Gracias , aún puedes consagrarte la arte de la escritura . Tienes mucho talento .
Me gustaLe gusta a 1 persona
Excelentes y maravillosas historias narradas, unas conocía, otras no, pero has logrado con tu buena narrativa e historiador, hacer que toda tu historia la leyera, especiales felicitaciones Dr.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Maravillosa crónica Volfre… Cada día más fan de tu blog
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me encanta leer tus crónicas, siempre con temáticas bien documentadas y quijotescas, tal pareces Julio Acanda en sus crónicas de domingo. Un abrazo hermano y bendiciones
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hace tantos años que salí de Ciego de Ávila que me resultó fascinante esta historia. Realismo mágico o imaginería popular o viejas historias, no importa es una evocación maravillosa de mi pueblo. Gracias.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias Magda, aprecio mucho y agradezco tu comentario.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Maravilloso y preciado lenguaje que nos ata a tus narraciones y al recuerdo de mi querida Ciego de Avila. Adoro tu blog que me transporta desde lejanas tierras a mi Cuba, y en particular a mi terruño. Pronto estaré por allá y trataré de localizarte para rememorar viejos tiempos. Un abrazo y felicitaciones.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias a ti, que gusto tenerte de vuelta algún día y volver a charlar y revivir distantes pero queridas anécdotas.
Me gustaMe gusta