Cuba, la isla que León XIV lleva en el corazón.

Hay almas que, por designio misterioso, quedan entrelazadas a ciertos lugares como si la historia no les ofreciera otra elección. Tal es el caso de Su Santidad León XIV, cuya relación con Cuba trasciende la diplomacia eclesiástica y toca las fibras íntimas del afecto, la memoria y la sangre.

Antes de ceñir el solideo blanco del pescador de Galilea, León XIV visitó la isla en dos ocasiones memorables: abril de 2008 y febrero de 2011, cuando aún servía como Superior General de la Orden de San Agustín. En ambas visitas, su propósito fue claro: acompañar, fortalecer y compartir la vida de fe con las comunidades agustinas y el clero local, disperso por la geografía insular.

El hoy conductor y guías espiritual de la Iglesia católica, recorrió con paso sereno La Habana, Ciego de Ávila, Las Tunas y Holguín, pero fueron los pequeños pueblos los que guardaron su huella más profunda. Chambas, en el corazón de Ciego de Ávila, y Puerto Padre, en la costa nororiental de Holguín, se convirtieron en faros de su itinerario. Allí no actuó como un dignatario en visita protocolaria, sino como un hermano entre hermanos: compartió mesas, escuchó historias, preguntó por los hijos ausentes, bendijo hogares humildes y celebró la vida en comunidad.

En 2011, presidió la Asamblea Anual de los Agustinos en Cuba, donde se evaluaron los desafíos pastorales y se trazaron nuevas rutas para una presencia más comprometida. La Iglesia, en su rostro más humano, se reunió para soñar en voz baja, con la esperanza encendida.

El papa León XIV saluda a los fotógrafos durante una audiencia en el salón pablo VI del Vaticano, el lunes 12 de mayo de 2025, con miembros de los medios que cubrieron el reciente cónclave en el que fue elegido. (Cecilia Fabiano/LaPresse via AP) Cecilia Fabiano – LaPresse.

Pero el vínculo de León XIV con Cuba no comenzó en 2008. Sus raíces se hunden en el linaje materno: uno de sus antepasados directos, Manuel José Ramos, nació en La Habana en 1760, hijo de Vicente Ignacio Ramos y María Bastos, miembros de la sociedad criolla colonial. Otro tronco genealógico, el de su tatarabuelo Jacques Martínez, lo une al Caribe hispano, antes de que su descendencia llegara a Nueva Orleans, donde las herencias española, francesa y caribeña se entrelazan como las raíces de una ceiba mestiza.

No es extraño, entonces, que su sensibilidad resuene con los latidos de esta isla. León XIV no visita Cuba como un extranjero, sino como quien regresa a un hogar antiguo, donde el tiempo ha tejido secretos entre las piedras de los conventos y los muros de las casas.

Una prueba tangible de este vínculo fue su papel clave en el regreso de los agustinos a Cuba en 2006, tras décadas de ausencia. En 1961, muchas órdenes religiosas se vieron obligadas a abandonar la isla. No fue hasta 2005 cuando, gracias a gestiones silenciosas y buena voluntad, se abrió la puerta a su retorno. León XIV, entonces prior general, fue fundamental: sin imponer condiciones, tendió la mano y facilitó el regreso de la orden a Ciego de Ávila, Puerto Padre y La Habana. Como quien sabe que algunas heridas solo se curan con presencia.

Durante sus estancias, rechazó hoteles y residencias episcopales. Prefirió alojarse en hogares cubanos, compartir el café matutino, el pan con lo que hubiera y las charlas sin prisa al atardecer. Para quienes lo recibieron, no era un líder eclesiástico, sino “el padre amigo”, como lo llamaron cariñosamente en Chambas.

La sencillez es también una forma de coraje, y en León XIV este coraje se traduce en una pastoral cercana a quienes esperan sin quejarse, aman sin aplausos y perseveran sin recompensas. Como señaló el historiador Julio César González Pagés: “Estuvo en lugares humildes, donde los pobladores aún lo recuerdan con afecto”.

Con mirada profunda, supo ver lo que los titulares ignoran: una fuerza espiritual capaz de resistir lo inerte, una esperanza testaruda que florece incluso en terrenos áridos. No hizo declaraciones estridentes, pero cada gesto suyo fue un mensaje para quienes saben leer entre líneas.

Desde su elección como Sumo Pontífice, León XIV ha reiterado su compromiso con la justicia, la paz y la dignidad humana. En una de sus primeras audiencias, expresó solidaridad con los periodistas perseguidos por “dar testimonio de la verdad”, palabras que resonaron hondo entre los cubanos, acostumbrados a descifrar silencios.

El pueblo cubano deposita en su pontificado grandes esperanzas. Algunos ven en él la posibilidad de un diálogo honesto que construya puentes donde antes hubo muros. Otros, con fe más íntima, aguardan consuelo para sus batallas cotidianas. Todos intuyen que, en este Papa, Cuba tiene a un interlocutor que conoce sus matices y sus verdades no dichas.

Quizá la historia recordará a León XIV como el Papa que llevó a Cuba en el corazón, no por cálculo ni geopolítica, sino porque el amor verdadero no necesita pasaporte.

#Religion

/www.volfredo.com/


5 respuestas a “Cuba, la isla que León XIV lleva en el corazón.

  1. Interesante la relación que ha tenido el actual Papa León XIV con Cuba.

    Ojalá logre construir en nuestro País puentes y no muros (según sus palabras iniciales al mundo) este País lo necesita

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