Migración de los seres vivos: Dilema y drama.

La belleza y variedad de las aves, así como la necesidad de conservar las especies, son los aspectos más destacados del concurso “Fotógrafo de Aves del Año”.

En la presente edición de 2024, el premio general le fue otorgado a Patricia Homonylo, por una impactante imagen que muestra más de 4.000 aves muertas tras estrellarse contra ventanas en Toronto.

Fotografía ganadora de Fotógrafo de Aves del Año 2024. Millares de aves mueren a diario deslumbradas durante su emigración.

“Soy fotoperiodista especializada en conservación y he estado trabajando con el Fatal Light Awareness Programme (Programa de concientización sobre la luz letal), donde rescatamos a los supervivientes de colisiones contra ventanas en Toronto”, explicó la ganadora.

“Por desgracia, la mayoría de las aves que encontramos ya están muertas. Las recogemos y, al final del año, creamos esta impactante exposición para honrar las vidas perdidas y sensibilizar a la opinión pública”, declaro a los medios.

El Fotógrafo de Aves del Año es un concurso anual que celebra la fotografía de aves, mostrando las mejores imágenes que capturan la belleza y diversidad de estas especies. Este concurso suele estar organizado por organizaciones de conservación de la fauna y se destaca por promover la apreciación de las aves y su hábitat.


Programa de concientización sobre la luz letal, más conocido por sus siglas en inglés: FLAP; es una iniciativa que busca concienciar sobre el impacto de la luz artificial en las aves migratorias. Desde su creación en 1993, FLAP ha trabajado incansablemente para proteger a las aves de los peligros que representan las luces de los edificios en las ciudades. Cada año, millones de aves mueren al chocar con los edificios iluminados, especialmente durante sus migraciones nocturnas.

El impacto de FLAP ha sido significativo. A través de campañas como “Lights Out”, han logrado que muchos edificios apaguen sus luces durante las noches de migración, reduciendo así el número de colisiones fatales. Además, FLAP ha recuperado y tratado a miles de aves heridas, contribuyendo a la conservación de especies en peligro de extinción.

El programa no solo ha tenido un impacto directo en la reducción de muertes de aves, sino que también ha inspirado a otras organizaciones y comunidades a adoptar prácticas amigables con las aves. La concienciación y la educación han sido clave en su éxito, y su trabajo continúa siendo vital para la protección de la biodiversidad urbana.

Las aves migratorias emprenden viajes épicos y arriesgados que desafían la imaginación. Uno de los peligros más insidiosos que enfrentan es el impacto fatal con fuentes de luz artificial. El faro de San Antonio, ubicado en el extremo más occidental de la isla de Cuba, es un testimonio sombrío de esta trágica realidad. Doy testimonio basado en la realidad del hecho: miles de aves migratorias aparecen muertas en la base del faro, víctimas del choque durante la noche.

La luz brillante del faro, diseñada para guiar a los marineros, se convierte en una trampa mortal para las aves, que, desorientadas por el resplandor, terminan chocando con la estructura. Este fenómeno es un microcosmos de un problema global que afecta a numerosas especies de aves en sus rutas migratorias. La intersección de tecnología y naturaleza a menudo resulta en consecuencias no deseadas, y el caso del faro de San Antonio ilustra la necesidad urgente de medidas de mitigación.

Programas como FLAP abogan por soluciones prácticas como la reducción de la iluminación artificial durante las temporadas de migración, para ayudar a preservar estas magníficas criaturas. Es un recordatorio poderoso de que la coexistencia armoniosa con el mundo natural requiere adaptaciones y conciencia. La historia del faro de San Antonio es solo un capítulo en la narrativa continua de nuestra relación con el entorno, subrayando la importancia de la conciencia y la acción para proteger la vida silvestre en sus impresionantes pero peligrosas travesías.


El vasto mar, con su belleza imponente y su poder implacable, ha sido tanto testigo como verdugo de innumerables viajes migratorios. Ya sea bajo el resplandor del sol o en la penumbra de la noche, tanto animales como humanos han emprendido travesías épicas a través de sus aguas en busca de un refugio, una luz que marque el camino hacia un nuevo hogar.

En el caso de las aves migratorias, la luz artificial es un enemigo silencioso. Faros, rascacielos iluminados y otras fuentes de luz intensa confunden a estas criaturas, que navegan guiadas por las estrellas y los reflejos de la luna. La desorientación puede llevarlas a chocar contra estructuras o agotar sus fuerzas volando en círculos sin fin, hasta caer exhaustas en el mar o en tierra, presas fáciles para los depredadores o condenadas a una muerte solitaria.

Para los humanos, la migración a través del mar es un acto de desesperación y esperanza. Las aguas traicioneras se cobran la vida de aquellos que, en su búsqueda de un futuro mejor, se embarcan en frágiles embarcaciones o, peor aún, confían en traficantes inescrupulosos que los abandonan a su suerte. Las condiciones climáticas adversas, la falta de recursos esenciales como agua y alimentos, y la sobrepoblación de las embarcaciones aumentan el riesgo de tragedia. Sin embargo, impulsados por la necesidad de escapar de conflictos, persecución o pobreza, estos migrantes desafían las probabilidades en su búsqueda de la luz de una nueva vida.

El mar, con su dualidad de belleza y peligro, actúa como un filtro natural que solo permite el paso a los más fuertes o afortunados. La naturaleza se rige por leyes implacables, y el hombre, en su lucha por sobrevivir y prosperar, se encuentra en constante enfrentamiento con estos elementos. Las historias de los migrantes, tanto animales como humanos, son relatos de valentía y resistencia, pero también de pérdida y sacrificio.

Aylan Kurdi, niño ahogado aparecido en la costa de Turquía el 2 de septiembre de 2015.

En cada ola que rompe, en cada viento que sopla, se encuentran los ecos de aquellas vidas que el mar ha reclamado. Los migrantes, con su inquebrantable búsqueda de un lugar donde anidar, nos recuerdan la fragilidad de la existencia y la fortaleza del espíritu. Son un testimonio viviente de la eterna lucha por la supervivencia y el deseo innato de encontrar un hogar, una luz que guíe sus pasos hacia un futuro más seguro y prometedor.

Este pequeño ensayo de Lo Real Maravilloso pretende ser un reflejo de la intersección entre la naturaleza y la humanidad, donde el mar actúa como un juez implacable de los destinos migratorios, tejiendo historias de esperanza y tragedia en sus profundidades insondables.

Llamen mis palabras a la reflexión profunda. Las historias de aquellos que han perecido en su travesía migratoria, tanto humanas como animales, nos llenan de una tristeza inmensa y nos recuerdan la fragilidad de la vida y la valentía necesaria para afrontar lo desconocido.

A diario, familias de migrantes encuentran la muerte tratando de cruzar el Rio Bravo, deslumbrado al igual que las aves, por la luz de un futuro mejor.

Es nuestro anhelo colectivo que un día las raíces de estas migraciones masivas, sean erradicadas. Soñamos con un mundo donde la paz, la prosperidad y la seguridad sean accesibles para todos, sin importar su lugar de origen. Que las tierras que hoy son testigos de conflicto y desesperanza, se transformen en hogares de oportunidad y alegría.

Anhelamos un futuro en el que ningún ser vivo tenga que lanzarse al mar y arriesgar su vida en busca de esperanzas. Un mañana donde los caminos sean seguros y los sueños alcancen su destino sin necesidad de sacrificios inmensos a riesgo de la vida. Es nuestro deber, como humanidad, trabajar incansablemente para convertir este sueño en realidad, construyendo un mundo donde la luz de la esperanza brille sin barreras ni fronteras.

Que las almas de aquellos que han dejado sus vidas en el mar encuentren la paz eterna, y que su memoria nos impulse a ser mejores, más compasivos y más conscientes de nuestra interconexión. Porque en la búsqueda de un hogar seguro, todos compartimos la misma esencia de vulnerabilidad y esperanza. Que jamás olvidemos esta verdad, y unidos, labremos un camino hacia un mundo donde la migración no sea una necesidad, sino una opción libre y segura.

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