Melquíades es uno de los gitanos que acostumbra a visitar Macondo, cada año en el mes de marzo. Desde su primera visita, iniciamos una profunda amistad, a pesar de la ponzoñosa desaprobación de alguno de los habitantes de la aldea, que no toleraban mi relación amistosa con aquel extraño, emparentado de cerca con la locura.
Mi formación intelectual debe mucho a Melquiades y vivo eternamente agradecido del noble gitano. Él fue el primero en darme a conocer el imán, octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia; el catalejo y la lupa gigante, último descubrimiento de los judíos de Ámsterdam, y la dentadura postiza, el más fabuloso hallazgo de los naciancenos.
En esta ocasión, y luego de superar la pandemia, Melquiades llegó una vez más cargado de inventos y nuevas iniciativas, que iban más allá de nuestro común proyecto en curso, de hacer un centro para el lanzamiento de cohetes espaciales desde Cabo Macondo.
Su iniciativa ahora era mucho más audaz, el anciano quería esta vez hacer la primera galería de arte contemporáneo de Macondo, un enorme pabellón inclusivo que pusiese en ridículos los amplios montajes de Yayoi Kusama, porque ella era japonesa y él era Melquiades, el gitano y no tenía paragón en la historia.
Pronto alcanzamos acuerdo y fírmanos protocolos de intención. Yo, me ocuparía de escoger las obras de arte contemporáneo a mostrar, curarlas y hacer las referencias y señas del programa, mientras que él difundiría la noticia a lo largo del Magdalena Medio y traería a todos los habitantes del rio y sus valles adyacentes, a visitar la novedosa exposición. Las ganancias serían repartidas a la mitad, nada de gratuidades, porque dada la suba del dólar en el mercado irregular, rechazamos para siempre los trabajos no bien remunerados.
Firmado el protocolo de trabajo, Melquiades lleno de desbordante energía y entusiasmo, montó en su ruidoso carromato y se perdió de la vista siguiendo el sendero que trascurre paralelo al rio, mientras yo, presto y felizmente motivado, me disponía a iniciar las ediciones fotográficas y primeros montajes, utilizando tecnologías de edición digital que sería inventada un siglo después.
- ¡Virgen Santa!, que olvido y negligencia la nuestra, tras horas de papeleos, acuerdos, contratos y legislaciones, donde aparentemente habíamos dejado todo previsto y cronometrado, la temática de la exposición no había sido definida, no hablamos de ello.
Fue entonces cuando repentinamente se fue la luz en Macondo y volvió a irse una y otra vez, mañana tarde y noche, día tras día, tras semana, tras mes; tras años, trasmitiéndome un mensaje celestial: el triunfo de la “Exposición Universal Macondiana”, sería alcanzado al versar sobre velas, candelabros y faroles, que del día a la noche y sobre todo en la noche y valga la redundancia, habían pasado a ser la razón de ser de nuestro pueblo, signo indeleble de su identidad nacional.
Luego el trabajo trascurrió a prisa y con soltura. La inspiración hízose presente desde el fluir mágico de mi inconsciente, del que brotaban como agua de manantial nuevas y transparentes ideas.
El programa de la exposición contaría de una breve reseña, resaltando la importancia de velas, candelabros y faroles a lo largo de la historia del arte, en el mismo podía leerse en letras góticas:
“Por muchos años, el único recurso con el que contó el porteño poblado de Macondo durante sus años fundacionales para iluminarse, fueron el sebo y la cera, que se usaba tanto en los candelabros hogareños-el grado de iluminación de una casa marcaba el status de esa familia- como en los faroles de la vía pública.
Si bien a mediados del siglo XVIII se ordenó a las pulperías a lo largo del Magdalena, encender faroles por la noche -lo que se consideró como la primera iluminación de la vía pública-, fue gracias al coronel José Arcadio Buendía, -primero como gobernador y luego como virrey de Macondo- quien desarrolló un plan de alumbrado público. Para ello se usaron rudimentarios faroles hechos de madera, con velas protegidas, primero por papel y luego por vidrio. Un largo camino se ha transitado hasta llegar, en la actualidad a las 112.000 columnas de alumbrado y 11.000 farolas peatonales con que cuenta Macondo”.

El trabajo de curación resultó fácil, dada la inspiración mágica en la que bullía, y caracoleaba mi cerebro. Luego dispuse el orden de los cuadros a exponer, primero estarían situadas las obras que representaban fotografías y óleos sobre lienzos, de velas solitarias, velas agrupadas y conjuntos embebidos en objetos que le confirieran a la composición valor artístico y sentimental; seguido de los candelabros rústicos, los montados sobre elaborada porcelana china, y los quinqués o lámparas de Argand, artilugios de mechero circular, inventado por el físico suizo Aimé Argand en 1882. Para cerra la exposición, una serie de faroles sobrevivientes de la campaña de alfabetización, de enorme valor patrimonial oscilarían colgados desde el techo, al final de los pabellones de la exposición, junto a fotografías en gran formato, de la silueta de la bella hija menor de Arcadio Buendía, que posaba en camisón de dormir transparente, a contra luz de la luna.
Cien años de soledad es una novela del escritor colombiano Gabriel García Márquez publicada en 1967. Es considerada obra maestra de la literatura hispanoamericana y universal, así como una de las obras más traducidas y leídas en español. La novela es el principal referente del llamado realismo mágico americano.
Inspirado por un sueño durante su travesía en la selva, José Arcadio Buendía decide quedarse en ese punto del camino y fundar el poblado de Macondo, caserío imaginario que crece poco a poco. El pueblo recibe con frecuencia las visitas de los gitanos. Su líder, Melquíades, trae siempre artefactos y objetos que deslumbran a José Arcadio Buendía, personaje de profundas raíces literarias, díscolo, creativo y desbordado, que en tiempos difíciles me obsesiona e identifica.
Resulta obvio, que el realismo mágico ha devenido en el estilo narrativo por excelencia, de Lo Real Maravilloso; mientras Macondo guarda estrecha relación con mi natal Ciego de Ávila y sus arcadianos habitantes; la única diferencia posible a establecer, es que está última no está situada en la rivera de un caudaloso rio.
#LoRealMaravilloso
#ArtesVisuales
#LiteraturaMágica
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias Don Nadie, es un gusto que te enlaces a mis artículos. Un abrazo desde Cuba.
Me gustaMe gusta
Gracias por tu amistad y muy buenos días
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias por tus comentarios Glice, es un gusto saludarte cada mañana.
Me gustaMe gusta
Tengo que volver a leer «Cien años de soledad» . Qué maravilla. Interesante el gitano Melquiades y los Buendía y todo ese mundo mágico que creo el gran García Márquez.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Es la esencia de Lo Real Maravilloso, sobre su imaginario mágico iremos una y otra vez. Estás invitada.
Me gustaMe gusta
Maravilloso artículo, como siempre. Gracias doctor.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Es un gusto escribir para ustedes
Me gustaMe gusta
Real Maravilloso, velas en el arte .hace muchos años ,en Cuba pude leer Cien año de Soledad de Gabriel Gracias Márquez obra maestra de la Literatura Universal inspirada por un sueño durante la travesía en la Selva y ahora en estos tiempos difíciles Real Maravilloso se identifica con Mocondo y guarda una gran relación con el natal Ciego de Ávila de Volfredo Camacho aunque este no está situado en la rivera de un caudaloso rio, pero si se observan las velas y en conjunto situadas en obras fotográficas y óleo sobre lienzos con libros naturalezas muertas ya que el pintor debido a la oscuridad no pudo expresar su talento resaltando la importancia de velas y faroles en la historia del arte ,porque la luz llega y se va constantemente ya sin horario fijo lo mismo en la mañana , en la tarde de noche o de madrugada días tras días, así sucesivamente y a pesar de esos contratiempos Volfredo no deja de escribir para el blog Real Maravilloso dirigido por él .
Me gustaLe gusta a 1 persona
Los apagones ya forman parte de la idiosincrasia, ellos son reales y folclóricos como las palmas. Saludos desde Cuba, a oscuras claro está.
Me gustaMe gusta