“El violín de Ingres” y sus romances.

El 4 de agosto de 1914, el ejército alemán abrió el Frente Occidental invadiendo Bélgica y Luxemburgo, con un ataque a la ciudad de Lieja, y luego obtuvo el control militar de regiones industriales importantes del este de Francia, dando así inicio, a la invasión germana del país galo durante la Primera Guerra Mundial.

Ambos contendientes se atrincheraron en una línea sinuosa de posiciones fortificadas que se extendía desde el mar del Norte hasta la frontera suiza con Francia. Esta línea permaneció sin cambios sustanciales durante casi toda la guerra.

En estos ataques se recurrió a bombardeos de artillería pesada a profundidad y al avance masivo de la infantería. La combinación de las trincheras, los nidos de ametralladoras, el alambre de espino y la artillería infligían cuantiosas bajas a los atacantes y a los defensores en el contraataque y como resultado, no se conseguían avances significativos. Las condiciones sanitarias y humanas para los soldados eran muy crudas y las bajas elevadísimas.

Fue en este conflicto donde se utilizó por primera vez en forma masiva, el arma química, compuesta por gases tóxicos capaces de producir la muerte por asfixia y sustancias vesicantes que quemaban la piel.

Soldados franceses en las trincheras del frente. Primera Guerra Mundial.

Se calcula que más de 1,240 000 franceses murieron en las trincheras, la mayoría de ellos soldados no profesionales reclutados cierta medida entre la intelectualidad francesa, que fue obligada por decreto a enrolarse en el ejército, son pena de recibir fusilamiento por la negativa.

La guerra finalizó el 11 de noviembre de 1918, cuando Alemania aceptó las condiciones del armisticio, tras 4 años, 3 meses y 14 días de cruentos combates que marcaron el curso de la historia para siempre, incluida la forma de pensar y el accionar de intelectuales y artistas, que nunca volvió a ser igual.


Terminada la guerra, los maltrechos parisinos agotados y mutilados regresan a Paris con el trofeo único de sus recuerdos desgarradores, de escenas donde a diario morían miles de forma inútil, preguntándose el porqué de su temprana muerte. Así de inexplicable resultan las guerras para aquellos que las padecen y sufren, guarecidos en una trinchera tras alambradas.

Tras el armisticio, a Paris llegaban a diario miles de excombatientes procedentes de todas las geografías, dispuestos a reiniciar sus vidas y cambiarlo todo bajo una única razón y bandera que les unía: la férrea determinación de no volver nunca atrás y cambiar todo orden establecido.

Llegaron de África, del Oriente Medio, de la Europa del Este y de los Estados Unidos, y comenzaron a buscar refugio en los barrios pobres de intensa vida social, porque no disponían del dinero necesario para más.

Desde España emigraron a Francia, siguiendo los pasos de Picasso y huyendo a la represión sanguinaria de Franco: Manuel Ángeles Ortiz, Joan Miró, Salvador Dalí y Oscar Domínguez entre otros.

De Rusia llegaron, escapando a las purgas de Stalin, pintores de la talla de Marc Chagall y otras decenas de artistas de las artes visuales, de la música, del teatro, del ballet y del cine que ya daba sus primeros pasos.

Desde Estados Unidos, tomaron el vapor hacia Europa la incipiente avanzada del arte de Norteamérica, que no quería perder la magnífica oportunidad de vivir la nueva experiencia, que suponían única e irrepetible, y el tiempo demostró que no estaban equivocados. En como parte de ese grupo de incipientes creadores que llegan a Paris, el escritor Ernest Hemingway y el pintor, fotógrafo y artista de las plásticas visuales, Man Ray, quien llega a centralizar el Dadá parisino y ante la imposibilidad de vender su obra, vuelve sus pasos hacia la fotografía experimental tomando como modela favorita y amante, a una adolescente sensual y coqueta, de exuberante formas e innata zalamería, nombrada Alice Ernestine Prin.

¿Alice Ernestine Prin?, nombre que nadie recuerda. Pero si les digo que ella es Kiki de Montparnasse, caerán de inmediato en cuenta.

Kiki de Montparnasse.
Man Ray, 1924

Así queda enmarcada nuestra trama, clave para descifrar el entramado de pasiones y creatividades artísticas, de alcohol, nocturnidad y erotismos, que yacen tras “El violín de Ingres”, instantánea en blanco y negro de Man Ray, subastada recientemente por Christie´s en la astronómica cifra récord de 12,4 millones de dólares.


Y, nuestra historia continua, porque mañana les propongo visitar junto el barrio parisino de Montparnasse, sitio del cual Kiki fue su reina indiscutible, hace ya un siglo.

#LoRealMaravilloso

#ArtesVisuales

https://www.volfredo.com/


6 respuestas a ““El violín de Ingres” y sus romances.

  1. Volfre, interesante y detalla historia detesto las guerras no sólo por ser escenarios terribles y violencia sino porque amo la paz y la tranquilidad. Es triste saber cuántas personas pierden su vida pudiendo ser evitable. Proclamemos la paz mundial

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