He visitado muchas veces Colombia, increíble geografía del Planeta donde se encuentra la pequeña aldea de Macondo, cuna de los Buendía y su amplia progenie, qué generación tras generación, dieron vida a las páginas de Cien años de Soledad. Cuento esto, porque que quizás mi admiración por la novela y su realismo mágico, sea la razón por la cual, mi destino torció sus pasos y me trasladó a esas invictas tierras.
Ávido de historias y de vida, una tranquila tarde dominical del año 1998, me sorprendo sentado frente al mar, en un rústico ranchón de guano del atracadero Turbo, en el Golfo de Urabá.

Turbo, en aquel entonces no aparecía en los mapas y su fama, auge y rápido desarrollo se debe, a su cercanía a la Zona Libre del Canal de Panamá, y las decenas de patanas que transitaban de ida y vuelta, llevando artículos comprados de contrabando, de primera mano, sin aranceles y al por mayor, lo cual hacía de sus precios un atractivo magnético del que resultaba imposible salir a pesar de los muchos riesgos que llegar hasta el puerto representaba.
Hechas todas mis compras y mucho más, me percato de tener dinero abundante en los bolsillos, razón más que afortunada para justificar irme a tomar cervezas pretextando calmar la sed, con los gentiles colombianos que me acompañaron y sirvieron de guía y sin pensarlo dos veces, me sorprende la tarde entre mariscos, buena cerveza, e historias de Cuba y Colombia, que intercambiábamos y mantenían bien alto el tono de las conversaciones.
El rústico atracadero de aquel entonces, estaba compuesto de espigones de madera que se adentraban en el mar, y propiciaban puntal de amarre a rústicas patanas y barcazas hechas de maderas preciosas obtenidas de la selva, porque Turbo es también selva tropical. Es entonces, cuando ya acalorado por el alcohol, diviso en el horizonte una lancha rápida con tres motores fuera de borda, que rasgaban despacio las tranquilas aguas de mar, a semejanza de un pájaro en tranquilo vuelo rasante sobre las olas: – mira eso, digo yo en alta voz, señalando indiscreto hacia la lancha: -tremendo fuera de borda, esa tiene que ser de los narcos, miren, miren.
Aquello fue interpretado por los presentes como orden de silencio absoluto, y a patadas por debajo de la mesa me hicieron callar de inmediato, mientras el más cercano de mis amigos, se acercaba a mi oído y me decía entre susurros: -médico si usted quiere vivir mucho, no hable ni vea esas cosas.
Mi querida abuela, en semejante situación, siempre hubiese exclamado: – en boca cerrada, no entran moscas-, pero me encontraba en Colombia, era mi primer viaje. Luego entendí, convencido por la realidad, que en el entorno en que narro mi historia, es más pertinente adaptar el antaño refrán: – en boca cerrada, no entran plomos-.
Su nombre era Juan de Dios, no más. Fue asignado al hospital rural de Apartadó, donde yo prestaba servicios, en virtud de un acuerdo con la Universidad de Antioquia, donde todos aquellos estudiantes que recibían ayuda económica del estado durante sus estudios de medicinas, debían trabajar dos años en zona roja antes de residirse.

Juan de Dios era pobre, humilde, y reservado, muy reservado, y pronto me confesó y así me lo demostró mientras fue mi alumno, que yo era más su padre que su tutor. Siempre fue puntual, y trataba de superar sus baches académicos con un sin número de habilidades prácticas con las que me sobrepasaba, una de ellas mágica, pues tan solo tenía que mirar la mordedura de una serpiente, para percatarse de inmediato que tipo de reptil había mordido y cuál era el protocolo de tratamiento indicado. Aprendimos el uno del otro, y conversábamos en las noches de guardias, en los escasos minutos que el afluir de paciente dejaba vacante para nosotros.
Quería conocer más de Pablo Escobar, fascinado por las mil historias que giraban alrededor de su intensa y fugaz existencia, que muchos biógrafos comenzaban a publicar. Era reciente su muerte, y el miedo a pronunciar su nombre impregnaba la atmósfera, así que asumidas mis experiencias anteriores pregunto a Juan de Dios, con voz queda y en solitario: -cómo fue posible que mataran a Pablo Escobar, cómo lograron atraparlo. Juan me miró a los ojos y respondió con sinceridad: -profesor, a Pablo lo mataron por ser buen padre.
Juan, de a pocos, fue desdoblando su innato y particular recelo, cediendo espacio a la conversación más fluida, aunque nunca fue locuaz. Bajo estas circunstancias comenzaron a hilvanarse las historias y me hizo conocer que la esposa e hijos de Pablo Escobar habían sido acosados por sus muchos enemigos, y que los Estados Unidos y Alemania, denegaron sus visados cuando pidieron asilo político, razón por la cual se refugiaron en sus apartamentos de “Residencias Tequendama” bajo estricta vigilancia policial y el pretexto de brindarles protección. Bajo estas circunstancias, los medios de inteligencia mantenían el control total sobre todas las actividades y comunicaciones de la familia.
El 1 de diciembre de 1993, la policía logró rastrear y localizar seis llamadas que Escobar hizo a su hijo y en la tarde del 2 de diciembre, unidades del Bloque de Búsqueda rodearon la casa donde se ocultaba en el barrio Los Olivos, zona urbana de clase media de la ciudad de Medellín. Al momento de ser descubierto en su guarida, lo cuidaba un solo sicario, Álvaro de Jesús Agudelo (alias El Limón), el cual murió abatido cuando se enfrentó con los agentes que ingresaron a la vivienda donde se ocultaba el capo.
Al verse acorralado, Pablo Escobar intentó escapar por los tejados de barro de las casas aledañas, pero murió ametrallado durante la huida.
Con el paso de los meses, Juan de Dios cobró confianza, y la narración de sus vivencias se sucedieron, siempre contando con la boca cerrada, para que no entrasen plomos. Así supe que Pablo Escobar construyó muchas obras benéficas para los pobres, entre ellas 60 campos de fútbol, y un barrio para desamparados llamado «Medellín sin tugurios», también conocido como comuna “Pablo Escobar”.
Juan de Dios relataba con sentimiento y admiración que rayaba en la veneración a Dios y sus ojos brillaban cuando me contaba que Pablo prestaba dinero a los pobres y había comprado a su padre un taxi amarillo, como todos los taxis de Medellín, sin reclamar nada a cambio, salvo la condición de informar de inmediato cualquier movimiento que pudiese poner en peligro su vida. Este gesto altruista lo hizo una y otra vez con aparente nobleza, hasta lograr reclutar 14 mil choferes de taxis que día y noche circulaban por las calles de la ciudad y le prevenían, de inmediato, sobre cualquier movimiento de la policía que resultase sospechoso.
Para los muchos pobres las comunas de Medellín, Pablo Escobar era un ídolo que quitaba dinero a los ricos para distribuirlo entre los pobres, y como tal lo adoraron y cuidaron por años a riesgo de sus vidas.
El metro de Medellín, es el orgullo de la ciudad. Con más de 30 años de uso, mantiene como el primer día su impecable y óptimo funcionamiento. Millones de usuarios que depende de sus servicios presumen poseer “Cultura Metro”, pequeñas síntesis de normas de comportamiento social, que bocinas situadas en los vagones repiten una y otra vez de forma acompasada, hasta lograr que los pasajeros las aprendan de memoria y las lleven a la práctica.
En metro recorre el Valle de Aburrá, acompañando al río, en una trayectoria de extremo a extremo, que comienza en la municipalidad de Bello y finaliza en La Estrella. Es en uno de mis cientos de viajes en el decoroso metro, siempre acompañado de mi entrañable amigo Don Jesús y en camino a su casa, este me señala hacia un cartel situado a la derecha dónde podía leerse “Jardines de Monte Sacro, (Itagüí)”, y me dice en un susurro al oído: -ahí está enterrado Pablo Escobar.

Era martes y la inminente llegada de la noche, indicaba que pronto los servicios del metro iban a finalizar. Continuamos viajes y una hora después disfrutamos de la exquisita comida elaborada con especial esmero por su esposa Doña Olga, donde no faltaron nunca las arepas, y la agradable compañía de sus dos bellas hijas que prestas y solícitas servían en abundancia la mesa.
El tema de conversación en la sobremesa, ya lo pueden imaginar. Le pedí de favor a Don Jesús, de forma cortes y a la vez insistente, visitar Montesacro en la mañana siguiente a primera hora, cementerio donde estaban enterrados el capo de la droga Pablo Escobar, y los fieles secuaces que a su lado crearon el Cartel de Medellín, tan poderoso y temido, que en la actualidad las piedras tiemblan al escuchar su nombre.
La historia recién comienza.
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#LiteraturaMágica
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#Historia
Espectacular crónica. Pena sólo sea publicada en tú blog. Segura que muchas personas desearian conocer está historia que demuestra la verdadera historia de Pablo Escobar, sin duda fuera considerado un hombre de bien..continuaré esperando las próximas publicaciones..Dios con TODOS..
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Que bien redactado esta esto amigo continúa siempre así Saludos
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Quedan muchas cosas que contar, la historia recién comienza y es un gusto que me acompañes en las narrativas, como de joven lo hiciste en nuestras vidas de estudiantes y compañeros de aula. Un fuerte abrazo
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Verdadero placer escuchar esta historia de la cual reuno muchos testimonios y mad que eso una curiosidad enorme porque cuando hay muchas versiones de un hecho sugiere que la verdad aun no esta clara. Al igual que muchos estare esperando sus historias. Felicidades por esta idea de antemano
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Bienvenido al blog de lo real maravilloso Iván. Cuento contigo como compañero en estas narraciones que recién comienzan. En la vida real eres brillante en los diagnósticos clínicos y algunas de las crónicas que llegaran pronto, necesitan de tu perspicacia y sagacidad como profesional de la medicina. Cuento con tu ayuda.
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De veras una historia interesante, la verdad no contada de Pablo Escobar, excelente narrativa, continuamos esperando con ansias las próximas ediciones. Gracias por hacernos partícipes de su blogs.
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Nos queda mucho más contar, y necesito de la colaboración de mis colegas médicos para llegar a la verdad. Cuento contigo.
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Ya estamos siguiendo tan brillante narración mi amigo. A pesar que he visto muchas historias de tan resonante personaje, la redacción de usted inspira seguimiento como la de grandes escritores. Nada que su brillantes es gracia divina. Saludos.
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Bien pronto estaremos sobre nuevas pruebas testimonios, y pruebas forenses, tus comentarios serán muy útiles para llegar a la verdad. Es un esfuerzo de todos y un designio del Cristo de los Andes. Gracias por tu colaboración.
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Gracias amigo, fascinas con tus historias, presta a seguirte el próximo domingo, un gran abrazo
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Bienvenida al blog de Lo Real Maravilloso, es un gusto contar con tus comentarios.
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Una vez mas nos sorprende con sus bellas historias profe..increible como cada vez q lo leo me quedo con deseos de seguir la lectura a pesar de heberse terminado. Sin temor a equivocarme creo que saldria un bello libro con una compilacion de todas esas bellas cronicas, y si asi fuera estaré de primera en la fila para que me lo firme..
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Adivinaste, siempre el instinto femenino anticipa la realidad como en tu caso, es una virtud que Dios le ha dado a las féminas. Los relatos que escribo son fragmentos de un libro que escribí durante el enclaustramiento forzado de la pandemia, se llama “Crónicas de un caminante”, y guarda mucho de mis recuerdos de aquí y de allá, de triunfo y fracasos, de amores y desamores, siempre a la búsqueda de la fórmula mágica de interpretar la realidad. Tendrás el primer ejemplar, eso honra mis pretenciosas letras. Gracias
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Brillante la idea de dedicar una crónica a la vida de Pablo Emilio Escobar Gaviria, connotado narcoterrorista que puso de rodillas al estado y gobierno colombiano, en la segunda mitad de la década de los 80 y principio de los 90. No admiro sus actos pero sí su apasionada historia y me adhiero a la frase «Quien no conoce su historia está condenado a repetirla». Las historias recientes del narcotráfico mexicano dan prueba de ello. Seguiremos atentos al tema
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Gracias por tus comentarios querido hermano, si te fijas en la lista, hay varios colegas siguiendo muy de cerca la serie. La figura de Pablo Escobar es un gancho y ahora debemos sumarle un reto diagnóstico, basado en la mejor práctica forense.
No desesperes, tan solo haz de seguir la información que por pasos saldrá a la luz en cada nueva publicación.
¿Sabes que es este número: 93,6791? Es el número que identifica el acta de autopsia de Pablo Escobar Gaviria, tengo la fotocopia en mi poder, hasta allá llegaremos y la analizaremos de conjunto aunado nuestra mejor práctica forense. Un fuerte abrazo.
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Excelente cronica. Me encantaria seguirlas
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Bienvenido al blog de Lo Real Maravilloso. Un abrazo
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Brillante idea, como casi todas las que usted realiza, estaré esperando cada capitulo de esta interesante historia. Un abrazo amigo.
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Bienvenido al blog de Lo Real Maravilloso, Feliz Navidad y un fuerte abrazo.
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