
Al parecer, en su construcción se utilizaron materiales de segunda mano, agregando elementos de nuestra arquitectura colonial tales como el mediopunto y la reja con motivo de lira.
El nombre de la construcción se debe a un hurón azul que Carlos clavó sobre la puerta de entrada a la vivienda. Este fue teñido con azul de metileno para que armonizara con el color de las puertas y ventanas. El roedor había sido un regalo de un artista amigo.
El genial pintor cubano, llevo una corta vida marcada por la enfermedad, las contradicciones y las desavenencias.
De muy joven, su familia decidió costearle estudios de ingeniera en los Estados Unidos; pero una vez allí se trasladó a Pensilvania, para matricular en la Escuela de Bellas Artes de Pensilvania, de donde sería expulsado por contradicciones con los profesores, centradas en cuestiones estéticas.
Al regresar a Cuba, en 1925, lo hizo acompañado por la pintora norteamericana Alice Neel, con quien contrajo matrimonio poco más tarde y tuvo dos hijos, Santillana del Mar (por el nombre de una localidad española) e Isabel, la primera de ellas murió antes de cumplir el primer año de vida. Para 1930, Carlos Enríquez había abandonado a su esposa y pone fin a sus turbulentas relaciones.
Es en esta década cuando Carlos Enríquez abandonó de plano el academicismo nacional y ofrece su propia propuesta de un estilo nuevo, audaz, que muchas veces resultó escandalosa, debido a su tratamiento del desnudo que resultaba controversial para la época.

Es en la etapa final de su vida, cuando los delirios alcohólicos hacen presa de su raciocinio y su imaginación se vuelca sobre la vivienda que le da refugio. Surgen entonces los enigmas fantasmagóricos de los pasos pintados de blanco en los peldaños de la escalera que conducen al segundo piso, y el mural de las bañistas desnudas que impresiona por su estilo, sensualidad y erotismo en la pared que rodea la chimenea. Si, la chimenea de leña con elevada boca en el tejado, en contrapunteo total con el calor de los trópicos y en concordancia plena con sus delirios.
El Hurón Azul, vivienda y refugio del artista, ha adquirido con el andar del tiempo un halo legendario, representación de un vivir bohemio y de celebraciones orgiásticas, donde en ocasiones la concurrencia a las tertulias y espacios de diálogo superaba las cien personas y se hablaba en seis idiomas. No en balde se afirma, que de una manera u otra toda la intelectualidad habanera de la primera mitad del siglo XX desfiló por sus jardines.
Gastados los últimos centavos de la herencia paterna, Carlos Enríquez quedó solo. La etapa final de su vida está igualmente marcada por la tristeza, la turbulencia en sus relaciones personales, y el abandono de familiares y amigos, hasta que en un amanecer de mayo de 1957, el ahora solitario pintor, es encontrado muerto en el pórtico de su soñada morada, acompañado tan solo de su fidelísimo perro Calibán, que permanecía a su vera.
Nadie discute hoy que El rapto de las mulatas, actualmente en la colección del Museo Nacional de Bellas Artes, hecha y premiada en 1938, es considerada la más famosa de sus obras y sigue invitando al deleite desde la violencia del mensaje y de su sensualidad, movimiento y estallido de cálidos y transparentes colores tropicales propios del mundo real y maravilloso americano.

Detalle del rapto de las mulatas
Excelente articulo sobre la vida de este pintor y su cuadro más famoso. Saludos
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Muchas gracias por tu preciado comentario que tanto me anima.
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Muy bueno.
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