Entre las curiosidades históricas que abundan en La Habana, figuran las memorias sobre los viejos cañones que en tiempos de la colonia defendieron la ciudad.
En los jardines del Hotel Nacional de Cuba, en lo que fuera la Batería de Santa Clara, una de las defensas principales del litoral habanero del siglo XIX, se encuentra el cañón Ordóñez, pieza de artillería que tipificó como la más grande de América en su época.
En los jardines del Hotel Nacional de Cuba, en lo que fuera la Batería de Santa Clara, una de las defensas principales del litoral habanero del siglo XIX, se encuentra el cañón Ordóñez, pieza de artillería que tipificó como la más grande de América en su época.
El gigantesco y mortífero cañón mide 10,70 m, pesa 48 300 kg y podía alcanzar hasta 10 000 m de distancia con sus proyectiles, como describe un periódico de la época del cual he tomado la foto que recoge el momento de su emplazamiento.
Dado el estatus real maravilloso que da nombre a nuestro blog, en sus páginas se permiten diferentes lecturas de un mismo hecho, y dónde unos observaron condiciones estratégicas para la guerra, otros, sentaron a disfrutar la espléndida vista del litoral habanero, la elegancia de sus líneas arquitectónicas y el equilibrio perfecto entre la cuidad, el cielo y sus mares de azules únicos e irrepetibles.
En la actualidad, los jardines del Hotel Nacional de Cuba cubren el espacio de la otrora Batería de Santa Clara y permiten a los visitantes, disfrutar de una de las vistas más esplendida de la cuidad, en momentos en que el tronar de las piezas de artillerías coloniales, es tan solo un triste recuerdo que se desvanece, por fortuna, en el tiempo.
En 1956 fue debelada a los pies del cañón, por Emilio Roig de Leuchsenring, una tarja que reza: “En junio de 1898, durante el bloqueo naval a la Habana, efectuado en el transcurso de la guerra hispano-cubano-norteamericana, el cañón Ordóñez disparó al crucero norteamericano Montgomery, por última vez en su historia”.
Sea así, sea así por siempre, sean tiempos en que los cañones disparen por última vez, y el eco de sus estampidos cedan sus horrores, respetuosos, a la naturaleza.
En la actualidad, los jardines del Hotel Nacional de Cuba cubren el espacio de la otrora Batería de Santa Clara y permiten a los visitantes, disfrutar de una de las vistas más esplendida de la cuidad, en momentos en que el tronar de las piezas de artillerías coloniales, es tan solo un triste recuerdo que se desvanece, por fortuna, en el tiempo.
En 1956 fue debelada a los pies del cañón, por Emilio Roig de Leuchsenring, una tarja que reza: “En junio de 1898, durante el bloqueo naval a la Habana, efectuado en el transcurso de la guerra hispano-cubano-norteamericana, el cañón Ordóñez disparó al crucero norteamericano Montgomery, por última vez en su historia”.
Sea así, sea así por siempre, sean tiempos en que los cañones disparen por última vez, y el eco de sus estampidos cedan sus horrores, respetuosos, a la naturaleza.
Excelente articulo
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Muy bueno!
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Muy interesante, que así sea, que los cañones solo sean parte de la historia y le den paso a la vida y la naturaleza. Excelente crónica con lenguaje real maravilloso.
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