El Jurado otorgó el Premio Relevante a “Un huevo blanco en equilibrio”, una obra sobre una superficie igualmente blanca, bajo una luz difusa. La imagen posee un notable valor creativo dentro del lenguaje visual del minimalismo que impregna las instalaciones de la Bienal de Macondo de Ávila.

El minimalismo se basa en eliminar lo superfluo, y esta imagen lo logra de manera radical: un solo objeto, un solo color predominante, sin ruido visual. El huevo no solo representa vida potencial, sino también perfección formal: una forma ovalada, simétrica, sin aristas ni distracciones.
Para los avileños, el huevo tiene una potente carga simbólica: origen, fertilidad, creación, fragilidad, unidad. Al colocarlo sobre un fondo blanco sin contexto, se potencia su carácter arquetípico. Se convierte en un símbolo absoluto, casi filosófico.
Aunque a primera vista parece una imagen plana, la luz lateral genera una suave sombra y una gradación tonal sutil que aporta profundidad. Ese claroscuro permite que el objeto emerja del vacío sin romper la pureza minimalista. Es un ejercicio de equilibrio visual entre presencia y ausencia, haciendo del juego entre luz y sombra uno de los principales atractivos de la imagen.
El huevo, en aparente equilibrio vertical, introduce una tensión implícita: lo inestable dentro de lo sereno. Esta contradicción crea un pequeño drama silencioso que captura el interés del espectador. ¿Cómo se sostiene? ¿Caerá? La pregunta queda suspendida, como el propio huevo.
En el contexto del arte minimalista, esta obra podría leerse como un haikú visual: pocos elementos, gran profundidad. Invita a reflexionar sobre el origen de la vida, la pureza, el vacío fértil o incluso el acto de creación artística desde la nada.
Conclusiones del Jurado:
La fotografía es un ejemplo refinado de cómo, con economía de medios, puede lograrse una obra profundamente elocuente. Sería perfectamente válida como pieza expositiva en una galería de arte conceptual. Más que una imagen estética, es una metáfora visual del inicio, del equilibrio y del silencio fértil del pensamiento antes de la palabra.
En Macondo de Ávila, donde los sueños cotizan en bolsa, la economía de medios ha alcanzado su clímax conceptual. El huevo, esa joya ovoide que antaño se rompía en las cocinas sin ceremonias, hoy es tratado como objeto museable, digno de un sarcófago refrigerado.
No se trata de un huevo cualquiera, sino de un milagro doméstico, una suerte de unicornio con cáscara que ha sobrevivido al embargo, al apagón y al discurso del domingo. Algunos afirman haberlo visto levitar brevemente antes de ser colocado en la balanza; otros aseguran que, al cascarlo, se oyen coros celestiales. Lo cierto es que en Macondo de Ávila ya no se cocina: se especula. Y el huevo, transmutado en reliquia inflacionaria, no se come: se adora.
Volfredo, desde Lo Real Maravilloso.

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Bendiciones.
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Thank you very much friend, you are always and will be welcome to The Real Wonderful.
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