“Tiburón”: caos y nacimiento del cine comercial.

En la historia del cine, pocas películas tienen el poder de sumergirnos con tanta intensidad como la de Tiburón (1975). Esta obra, dirigida por Steven Spielberg, no solo marcó el nacimiento del gran cine comercial moderno, sino que también reveló los límites de la creatividad frente a la adversidad técnica. En la superficie, Tiburón parece ser una película de suspenso más, una historia de terror marino; pero al sumergirse en las profundidades del rodaje, descubrimos que es mucho más: es un testimonio de la perseverancia, un estudio de la resistencia ante el caos y una obra que, sin proponérselo, transformó para siempre la forma en que entendemos el cine.

«Tiburón», un éxito arrasador en taquilla, marcó un antes y un después en la historia de Hollywood.

Spielberg, entonces un joven director de apenas 28 años, se encontraba ante una montaña de desafíos que amenazaban con desplomar cualquier intento de realización cinematográfica. Lo que hoy conocemos como un hito en la historia del cine, en su momento era un proyecto plagado de incertidumbres. La película, cuyo presupuesto inicial de 7 millones de dólares se multiplicó a lo largo de los meses, se rodó en su mayoría en el océano abierto, un escenario que, si bien parecía idóneo para la historia, era un terreno completamente inexplorado para los cineastas de la época.

El famoso tiburón mecánico, bautizado como Bruce por Spielberg, fue uno de los mayores dolores de cabeza del rodaje. Su mal funcionamiento, causado por la salinidad del agua y el diseño poco eficiente, no solo complicó las filmaciones, sino que también retrasó el calendario y disparó los costos. La producción se encontró al borde del colapso, y la presión sobre Spielberg, un director aún joven, era insoportable. Pero como bien ha dicho él en varias entrevistas, las dificultades se convirtieron en una especie de bendición disfrazada: la imposibilidad de mostrar al tiburón de manera constante dio lugar a un suspenso jamás visto en el cine de ese entonces. La criatura, ausente en gran parte de la película, se convirtió en un personaje más, un espectro invisible que acechaba sin ser visto, lo que elevó el nivel de tensión hasta límites inimaginables.

No cabe duda de que uno de los mayores logros de Tiburón reside en su capacidad para jugar con las expectativas del espectador. Spielberg, a pesar de no poder mostrar al tiburón con la frecuencia que había planeado, supo utilizar el vacío, la ausencia, como una herramienta narrativa poderosa. En vez de saturar la película con la imagen del monstruo, optó por lo que en literatura podríamos llamar la estrategia de la presencia ausente: el tiburón está allí, pero nunca del todo, siempre al acecho. Y así, de manera astuta y a veces casi imperceptible, el director dejó que la imaginación del público se desbordara en su afán de anticipar el momento en que el tiburón finalmente aparecería.

Este recurso, que podría considerarse un accidente, terminó por dar a la película una profundidad psicológica sorprendente. El miedo no se genera a través de lo mostrado, sino a través de lo que no vemos, lo que no podemos controlar. Un concepto similar al del realismo mágico, donde lo inexplicable y lo terrenal coexisten sin necesidad de una explicación clara. Así, el tiburón se convierte en un símbolo de los temores más primitivos, un monstruo cuya presencia nunca podemos ver en su totalidad, pero cuyo impacto sentimos en cada ola del mar.

Es en este juego entre lo visible y lo invisible donde Tiburón comienza a trascender el género de terror. No es solo una historia sobre un tiburón gigante que amenaza a un pequeño pueblo costero; es una reflexión sobre los miedos universales del ser humano, sobre lo desconocido y lo indomable. El océano, vasto y misterioso, se convierte en un escenario donde los límites de la supervivencia se ponen a prueba, pero también donde la imaginación y la especulación se vuelven tan peligrosas como la misma criatura que acecha bajo las aguas.

Un legado más allá de la pantalla.

Lo que Spielberg logró con Tiburón no fue simplemente crear una película de terror; logró, sin saberlo, fundar las bases de un nuevo tipo de cine: el gran cine comercial moderno. Su éxito no solo radica en la calidad de la película en sí, sino en la forma en que se convirtió en un fenómeno cultural. En muchos sentidos, Tiburón anticipó la transformación de la industria cinematográfica, el paso hacia una época en la que las películas de gran presupuesto dominarían las taquillas, y en la que la experiencia visual, más que la narrativa profunda, se convertiría en el centro de atención.

Hoy, Tiburón sigue siendo una de las películas más emblemáticas de la historia del cine. Un testimonio no solo de la genialidad de Spielberg como director, sino también de la magia que puede surgir cuando el caos se convierte en arte. Una obra que, a pesar de los monstruos que creíamos ver, sigue demostrando que lo que realmente aterroriza al ser humano es lo que nunca llegamos a comprender por completo. Y en este sentido, Tiburón sigue siendo, sin lugar a dudas, un desafío para nuestra imaginación y nuestra percepción del cine.

#LoRealMaravilloso

#CineMágico


4 respuestas a ““Tiburón”: caos y nacimiento del cine comercial.

  1. En la novela de Peter Benchley el gran tiburón blanco es, además de predador implacable que despierta los más profundos terrores de la mente humana (ser la presa de un cazador salvaje), metáfora del afán desenfrenado de lucro -sin consideración de las consecuencias-, de los empresarios de la pequeña localidad de Amity Island, que anteponen sus beneficios a la seguridad colectiva. De alguna forma, el autor compara al escualo con los capitalistas del pueblo; y exime al animal de la culpa por su voracidad instintiva, empequeñecida frente a la apetencia sin límites de los poderosos.
    «Tiburón», por lo que describe tu artículo y por mucho más, será un hito en la historia de la cinematografía mundial.
    Gracias por recordárnoslo. Recibe mi saludo, Volfredo.

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