MrBeast y el éxito literario como artificio digital.

Desde los albores de la civilización, el ser humano ha necesitado contar historias, grabarlas en piedra, en papiros o en bits de silicio. Lo que ayer fue epopeya hoy es video viral; lo que antes escribían los poetas, ahora lo edita un algoritmo. No es que la narrativa haya muerto, sino que ha mudado de piel: menos verso, más miniatura; menos profundidad, más impacto. Y si un nombre encarna esta metamorfosis, ese nombre es Jimmy Donaldson, más conocido como MrBeast. No es exagerado decir que este joven oriundo de Carolina del Norte ha fundado una nueva manera de contar el mundo en una narrativa increíble pero exitosa. Una narrativa de la sorpresa constante, de la caridad cuantificada, del juego llevado al extremo de su propia lógica espectacular.

¿Quién es, pues, MrBeast? En términos técnicos, el youtuber individual más seguido del planeta, con más de 360 millones de suscriptores en abril de 2025. En términos poéticos, una suerte de Midas digital que convierte en oro (o en millones de vistas) cualquier cosa que toca: dar un millón de dólares a un desconocido, reconstruir 100 pozos en África, organizar un concurso de supervivencia en una isla remota o, recientemente, internarse en los secretos milenarios de las pirámides egipcias, como si Howard Carter se hubiese reencarnado en su anatomía vestido con camiseta y sneakers.

Con más de 385 millones de suscriptores, MrBeast es el canal más exitoso de YouTube.

Lo fascinante de su éxito no radica únicamente en los números —esos siempre han sido vulgares—, sino en la arquitectura casi perfecta de su contenido: estructura narrativa milimetrada, edición vertiginosa, emociones calibradas al detalle, y un lenguaje visual que haría palidecer de envidia a la publicidad televisiva de los años dorados. MrBeast no hace videos: diseña artefactos de retención, cápsulas de dopamina que explotan en los primeros segundos y mantienen al espectador cautivo como un Fausto contemporáneo ante la promesa del clic siguiente.

Su canal se erige así; como un espejo, quizá deformante, pero exacto, de las pulsiones contemporáneas. ¿Qué busca su audiencia? No sabiduría, desde luego, ni sosiego, sino un vértigo controlado, una ilusión de mérito y redención, una filantropía que entretiene. No es casual que entre sus formatos más populares estén los retos extremos —quedarse 100 días enterrado vivo, por ejemplo—, o las donaciones exorbitantes a personas anónimas, donde el espectador, cómodamente instalado en su sofá, experimenta una suerte de catarsis vicaria: la emoción de dar sin dar, de ganar sin jugar.

En este sentido, MrBeast es el Homero del capitalismo tardío, narrando las gestas de una nueva Ilíada sin héroes, solo con mecenas mediáticos y súbditos agradecidos. Y como todo narrador de éxito, ha sabido adaptarse a los tiempos. En vez de un solo canal, ha creado un ecosistema lingüístico: MrBeast en Español, en Hindi, en Portugués… La multiplicación de sus clones lingüísticos es un fenómeno sin precedentes en la historia del entretenimiento digital, un Babel invertido que, lejos de confundir, unifica bajo el credo universal del “like & subscribe”.

Pero ¿qué hay detrás de la máscara? ¿Cuál es el hilo oculto que cose el tejido de su fama? Se han dicho muchas cosas: que es un genio del marketing, que invierte millones en cada video para maximizar su retorno, que utiliza inteligencia artificial para testar títulos y miniaturas, que se apoya en un ejército de editores, guionistas y estadistas de contenido. Todo eso es cierto, pero la verdad más incómoda es que MrBeast ha comprendido mejor que nadie la esencia del algoritmo y, por ende, del alma humana. En su mundo no hay lugar para la espera, ni para la duda. Todo debe resolverse en menos de veinte minutos, como si la vida fuese un TikTok sobredimensionado, una novela cuyo clímax ocurre antes del planteamiento.

Y no está solo en esto. Su modelo se replica, con variaciones, en miles de creadores que buscan desesperadamente una fórmula que se les escapa como agua entre los dedos. Pero MrBeast no solo ha descifrado la fórmula; la ha patentado, la ha convertido en ley no escrita del éxito digital.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la literatura, con los escritores, con los lectores? Todo.

Porque en un mundo donde los libros compiten con videos de 15 segundos y donde el storytelling se mide en clics por minuto, el escritor contemporáneo no puede —ni debe— ignorar este fenómeno. No para imitarlo, sino para comprenderlo, para resistirlo con inteligencia o adaptarse con dignidad. El autor ya no escribe solo para lectores: lo hace para una audiencia fragmentada, distraída, saturada de estímulos, que exige ritmo, claridad y propósito desde la primera línea.

Si MrBeast logra que millones lloren, rían y compartan un video en 30 segundos, ¿por qué una novela ha de esperar 30 páginas para empezar a interesar? ¿Por qué un ensayo ha de sonar como sermón, si puede ser epifanía?

No se trata de banalizar la literatura ni de rendirse ante el algoritmo, sino de reconocer que la forma ha cambiado, y con ella, la percepción del contenido. La audiencia ya no busca solo la profundidad: exige también velocidad, impacto, brevedad, sin perder la emoción.

En ese sentido, MrBeast no es nuestro enemigo, sino nuestro oráculo. Nos muestra lo que el público quiere: emoción condensada, claridad narrativa, sentido inmediato. Y si el escritor quiere seguir siendo relevante, debe aprender del espectáculo sin entregarse a él por completo. Extraer del vértigo una nueva forma de belleza. Robarle al algoritmo su secreto y devolverlo transfigurado en poesía.

Así, el fenómeno MrBeast no es solo una anécdota digital, sino una señal. Una advertencia, si se quiere, pero también una oportunidad. Porque si en la era del espectáculo total aún hay espacio para la empatía, el asombro y la historia bien contada —aunque venga envuelta en drones, cámaras 8K y premios de un millón de dólares—, entonces quizá haya esperanza para nosotros, los contadores de historias de siempre, los viejos alquimistas de la palabra, los soñadores que aún creemos en el poder de una frase bien escrita.

En suma, MrBeast no es enemigo del escritor: es el espejo de su tiempo. Su éxito nos obliga a repensar qué significa contar historias, conmover, educar, influir. Frente a su maquinaria emocional, el escritor puede sentirse como un juglar en un mundo de hologramas. Pero hay esperanza. Porque mientras existan preguntas, necesidad de profundidad, y la vieja magia de una frase bien construida, siempre habrá un lugar —aunque sea pequeño— para la literatura.

La pregunta necesaria es: si nosotros, los que aún escribimos de forma tradicional, encontraremos la forma de literatura para un mundo que evidentemente ya no lee del mismo modo.


El video más visto de MrBeast en YouTube, hasta la fecha es: ”El juego del calamar en la vida real” (Squid Game in Real Life), que recrea el popular programa de Netflix, donde 456 personas luchan por sobrevivir y aquella que lo haga por más tiempo, gana 456 mil dólares. Este video ha acumulado más de 300 millones de vistas.

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