El collar de Titanic: lujo y maldición en un diamante.

Cuando Titanic se estrenó en 1997, James Cameron no solo nos entregó un melodrama transatlántico conmovedor, sino también uno de los objetos más icónicos del cine: el collar “Heart of the Ocean” (Corazón del Océano). Un colgante de diamantes que remite a una joya real, cargada de lujo, leyenda y una maldición que justifica una de las muchas tramas surgidas del hundimiento del Titanic.

Escena de la película Titanic donde aparece Kate Winslet como Rose y Leonardo DiCaprio como Jack. EFE/ 20th Century Studios.

En estas fechas previas a los premios Oscar, es inevitable echar un vistazo al pasado y recordar aquellas películas que marcaron la historia de la academia. Titanic no solo se coronó en 1998 con 11 estatuillas, igualando a Ben-Hur y posteriormente a El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey, también ostentó durante más de una década el título de la película más taquillera de la historia, hasta que el propio Cameron se auto destronó con Avatar en 2009.

Pero entre los hielos del Atlántico y los amores contrariados de Jack y Rose, hay un elemento que capturó la imaginación del público: un fastuoso collar azul, el mencionado Heart of the Ocean, que no solo servía como excusa narrativa, sino que se inspiraba en una joya que, si las leyendas son ciertas, ha traído más desgracias que alegrías a sus dueños.

El diamante Hope: historia de un tesoro maldito

Si bien el Heart of the Ocean fue una licencia poética de Hollywood, su inspiración es real: el diamante Hope, una gema de 45,52 quilates con un oscuro historial de calamidades. Su historia se remonta al siglo XVII, cuando un viajero francés, Jean-Baptiste Tavernier, lo adquirió en la India, presuntamente saqueado de una estatua de la diosa Sita. Y como no podía ser de otra manera, el diamante, en su afán de repartir desgracias, comenzó su periplo.

El rey Luis XIV de Francia lo compró y, tras mandarlo tallar, lo lució como símbolo de su opulencia. Sin embargo, la fortuna de la monarquía gala comenzó a declinar hasta que Luis XVI y María Antonieta, felices portadores del diamante en sus tiempos de esplendor, terminaron con la cabeza en una cesta de la guillotina. Por si fuera poco, el diamante desapareció tras la Revolución Francesa y, cuando resurgió en Londres en el siglo XIX, ya llevaba consigo el ominoso apellido de su nuevo dueño: Henry Philip Hope.

El diamante cambió de manos numerosas veces, dejando un rastro de ruina financiera y muertes prematuras. Finalmente, fue donado en 1958 al Museo Smithsonian de Washington, donde hasta hoy se exhibe sin causar (aparentes) estragos. Pero su fama de joya maldita persiste, y no faltan quienes aseguran que sigue trayendo desgracias a quienes osan poseerlo.

Inspirado en esta leyenda negra, James Cameron creó el “Heart of the Ocean”, un símbolo de amor y tragedia en su versión del hundimiento del Titanic. En la película, el collar es un regalo de compromiso del desagradable y pomposo Caledon Hockley a Rose, quien, como buena heroína de Hollywood, lo rechaza junto con todo lo que él representa. La historia de esta joya ficticia se vincula con la de Kate Phillips, una pasajera real del Titanic que, según los registros, llevó consigo un colgante similar, regalo de su amante adinerado.

El furor por el collar fue tal que se realizaron varias versiones reales del “Heart of the Ocean”. Una de ellas, creada por los joyeros Asprey & Garrard, incluía un zafiro azul de 171 quilates rodeado de 103 diamantes. Esta pieza fue llevada por Gloria Stuart, la actriz que interpretó a Rose anciana, en la ceremonia de los Oscar de 1998. Otra versión, menos lujosa, pero igualmente deslumbrante, fue usada por Céline Dion durante la interpretación de “My Heart Will Go On”, tema que, para bien o para mal, sigue sonando en karaokes y bodas hasta el día de hoy.

Entre el mito y la realidad

Si bien el “Heart of the Ocean” es un invento hollywoodense y el diamante Hope jamás surcó el Atlántico a bordo del Titanic, ambas historias se entrelazan en una fascinante mezcla de lujo, tragedia y superstición. Quizá la moraleja aquí no sea otra que la de siempre: las joyas pueden ser hermosas, pero también suelen venir acompañadas de grandes desgracias. A fin de cuentas, quizá lo más sensato sea seguir el ejemplo de la anciana Rose y arrojar semejantes quimeras al fondo del océano… aunque, eso sí, sin que nadie nos vea.


Titanic obtuvo 91 galardones y 49 nominaciones. Entre los premios más notables se encuentran once premios de la Academia (previamente Ben-Hur, de 1959, había logrado la misma cantidad de premios Oscar), cuatro Globos de Oro, ocho galardones Satellite, dos premios People’s Choice, dos premios MTV Movie, un reconocimiento SAG y un galardón Annie.

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