En el interior de Notre Dame, preside la catedral, desde el centro del ábside, la monumental escultura de la Piedad esculpida en el siglo XVIII por Nicolas Coustou. La estatua está rodeada por sendas efigies del rey Luis XIII, obra de Guillaume Coustou, y Luis XIV, por Antoine Coysevox. Ambos monarcas aparecen arrodillados en actitud de súplica, y les rodean ángeles portando los Arma Christi.

Hablar de La Piedad de Nicolas Coustou es adentrarse en un ejemplo sublime de la escultura barroca francesa, que combina la habilidad técnica con una carga emocional profunda. Esta obra no solo es una manifestación del virtuosismo escultórico de su autor, sino también un vehículo de devoción religiosa, un tema recurrente en el arte barroco, que apelaba a la espiritualidad y el éxtasis visual de la época. A través de La Piedad, Coustou nos invita a reflexionar sobre el sufrimiento humano, la redención y la piedad maternal, temas universales que siguen conmoviéndonos hoy en día.
En primer lugar, es fundamental entender el contexto histórico y cultural en el que Nicolas Coustou creó esta obra. Nacido en 1658, Coustou fue uno de los principales escultores franceses del siglo XVII, y su estilo se vio influenciado por la estética barroca, caracterizada por el dinamismo, la emoción y la dramatización. En ese sentido, la escultura barroca, al igual que la pintura de la misma época, buscaba provocar una respuesta emocional intensa en el espectador, una “movilización” del alma a través de la belleza y la conmoción.
Coustou, al crear La Piedad, no solo buscó una representación precisa de los cuerpos humanos, sino que su trabajo expresa una interrelación entre la técnica y el sentimiento religioso. La escultura muestra la imagen clásica de la Virgen María sosteniendo el cuerpo de su hijo Jesucristo tras la crucifixión, un tema que tiene una gran tradición en el arte cristiano. Sin embargo, lo que distingue a la Piedad de Coustou de otras representaciones similares de la misma época, es la forma en que se destacan las emociones humanas a través de la técnica escultórica.

La figura de María, en este caso, es de una delicadeza impresionante. La escultura captura un momento de profundo dolor, en el que la madre sostiene a su hijo muerto en sus brazos. La composición, como es característico del barroco, está llena de movimiento. La Virgen y Cristo no están representados en una postura rígida, sino que sus cuerpos están en un delicado equilibrio, con los pliegues de sus vestiduras que dan un aire de movimiento, como si en cualquier momento pudieran cobrar vida. Esta capacidad para sugerir movimiento es una de las virtudes más destacadas de la escultura barroca y muestra la habilidad del escultor para dotar a la piedra de una energía casi palpable.
Es importante señalar que La Piedad de Coustou no se limita solo a una representación del sufrimiento físico de la crucifixión, sino que también captura una dimensión espiritual del dolor. María no solo sostiene a su hijo, sino que también parece experimentar un proceso interno de duelo profundo. El rostro de Cristo, inerte y sereno, parece reflejar el sacrificio supremo por la humanidad, mientras que el de la Virgen muestra una piedad que nos conecta con la tragedia universal del ser humano.
Además de las emociones, la escultura de Coustou se caracteriza por su dinamismo y la complejidad en la disposición de las figuras. Desde una perspectiva técnica, Coustou logra un impresionante manejo del mármol. La suavidad y fluidez de las figuras es casi etérea, y la forma en que las texturas se esculpen para parecer tan reales, en especial los detalles en la piel, los ojos, las arrugas y la tela, es un testimonio de su maestría. La escultura parece tener un resplandor casi celestial, reforzado por el contraste entre las sombras y las luces creadas por la meticulosa talladura de las superficies, lo que otorga un cierto halo a la figura de la Virgen.
Coustou juega con la relación entre los cuerpos en la escultura. La Virgen está ligeramente inclinada hacia atrás, como si estuviera sobrepasada por la carga emocional de la escena, mientras que el cuerpo de Cristo está dispuesto sobre su regazo, de forma que da la sensación de que su muerte es un peso tangible. A través de este juego de posturas y tensiones, Coustou no solo representa el duelo, sino que también revela la conexión eterna entre madre e hijo, una conexión que trasciende la muerte misma.
Desde un punto de vista simbólico, esta obra representa no solo la dolorosa imagen de la madre que pierde a su hijo, sino también un acto de sacrificio y redención. La Piedad de Coustou, como muchas otras representaciones barrocas, refleja el ambiente de fervor religioso de la época, una era en la que las grandes pasiones humanas, como el dolor, la fe y el sacrificio, eran representadas en un estilo que buscaba tocar el alma delos creyentes. En este contexto, la figura de María no solo es la madre doliente, sino también un símbolo de compasión y perdón divinos, que se ofrece al espectador como un modelo de resistencia ante la adversidad.
Es importante destacar el impacto cultural que tuvo esta obra en su momento. La Piedad se encontraba originalmente en la iglesia de Saint-Sulpice en París, un centro de la vida religiosa y cultural de la ciudad, y en ese contexto, la escultura cumplía una función no solo devocional, sino también educativa. En una época en que las imágenes religiosas eran una de las formas más poderosas de transmisión de la fe, el trabajo de Coustou fue una contribución importante a la formación espiritual del pueblo francés, al mismo tiempo que demostraba el auge del arte barroco y su capacidad para comunicar ideas a través de la belleza y la emoción.
La Piedad de Nicolas Coustou es una obra maestra del arte barroco que combina la técnica sublime con una profunda carga emocional. A través de su realismo, la representación de las emociones humanas y el simbolismo religioso, Coustou nos ofrece una visión conmovedora de la maternidad, el sacrificio y la esperanza. Considero que esta obra es un testimonio del poder del barroco para conectar lo espiritual con lo humano, para transformar la piedra en un medio para tocar las fibras más profundas del alma humana. Estas son las razones de su presencia en Lo Real Maravilloso.
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No se puede negar a Dios en nosotros.
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