Luego de un intenso trabajo de búsqueda bibliográfica que abarcó dieciséis años de la vida de su autor, “Decadencia y caída de casi todo el mundo”, se publicó como obra póstuma de Will Cuppy. El libro, encauzada a través del humor, nos acerca a personalidades de la historia universal, al mismo tiempo que nos ofrece un caudal de conocimientos referentes a las distintas épocas en que estas imprimieron sello particular.

La sátira y la ironía, salpimentada por un toque maestro del sentido del ridículo, constituyen el elemento fundamental de este libro, que provoca inevitablemente en los lectores el placer de la risa. El faraón Keops, la reina Hatshepsut, y más adelante Alejandro Magno, Cleopatra, Enrique VIII, hasta Pedro el Grande o Catalina la Grande, son algunos de los personajes que están presentes en estas páginas, cuya esencia se contrapone totalmente a un enfoque purista o simplemente enumerativo de la historia.
Propuesta de un epílogo póstumo.
Al concluir la lectura de “Decadencia y caída de casi todo el mundo”, es imposible no sentirse atrapado por la habilidad de Will Cuppy para observar, con un toque de humor y un sentido crítico inigualable, las figuras históricas que se erigen sobre la nostalgia y el absurdo. A través de su mirada afilada y su exquisito sentido del ridículo, logra pintar de manera brillante las tragedias de los grandes personajes de la historia, desde los faraones del antiguo Egipto hasta los monarcas de la Europa moderna.
Sin embargo, al cerrar el libro, algo me ha dejado inquieto. Cuppy falleció dejando un vasto legado de erudición y humor, pero en su obra no hay cabida para los tiempos que hoy vivimos. No trato de imponer una visión a un autor que ya no está con nosotros, pero me atrevo a sugerir, con el mayor respeto, que su obra puede enriquecerse con un epílogo que abarque los aspectos contemporáneos de la decadencia y la caída, observando el presente de manera irónica, como él tan bien sabía hacer.
Imaginemos, por un momento, que el autor hubiera tenido la oportunidad de reflejar con su mirada incisiva los fenómenos que, aunque no comparables en magnitud con las figuras históricas que él tan brillantemente satirizó, igualmente son dignos de su lente crítica. Hablo de la fascinante constancia de la historia humana: la habilidad de la humanidad para caer en ciertos ciclos, repetir errores y mantener la comedia trágica de la vida a lo largo de los siglos.
De ser posible propondría a Will Cuppy, desde el realismo mágico de mis letras, la adición de capítulos que describiera, con la ironía que solo Cuppy podría manejar, el presente de sociedades que siguen luchando con la marcha de los tiempos, en un vaivén entre promesas y desilusiones. Pensar en Macondo de Ávila, por ejemplo, podría ser una buena excusa para un ejercicio literario que usara el mismo tono desbordante de humor y reflexión que él empleó al hablar de Alejandro Magno o Cleopatra. ¿Qué figuras de nuestros tiempos, con sus propios egos y contradicciones, no serían dignas de pasar bajo la pluma de Cuppy? Quizá no serían personajes tan grandes o tan ostentosos, pero no carecen de sus propios “gloriosos fracasos”.
Lo que sugiero no es una revisión política, ni mucho menos una crítica directa, sino una extensión literaria de lo que Cuppy ya comenzó: un análisis mordaz y elegante de cómo los humanos, en su interminable búsqueda de poder, gloria o simplemente supervivencia, a menudo caen en sus propias trampas y repiten el ciclo de sus fracasos históricos una y otra vez. Porque la decadencia, a fin de cuentas, no es un fenómeno que se limite a una época o a un lugar. Puede transformarse, pero nunca desaparecer por completo. Y si algo nos ha enseñado la historia, es que siempre hay algo que podemos aprender de la comedia de la caída, incluso en tiempos que parecen no tan diferentes de aquellos que Cuppy tan acertadamente presentó.
Es por eso que, respetando la sabiduría y el estilo inconfundible de Will Cuppy, mi propuesta sería una inclusión póstuma que continúe con la misma chispa que él sabía brindar, observando el mundo de hoy con la misma crítica, pero también con el mismo amor por la risa que él destilaba. Un epílogo que cierre el círculo de la historia humana, manteniendo su capacidad de hacernos sonreír ante las ironías de nuestro destino colectivo y experiencias propias, esas que podemos observar a través de la ventana de nuestro hogar.
En algún rincón de su humor ácido y crítica histórica, Cuppy debe haber sentido, con su aguda sensibilidad, que la historia es un proceso en constante transformación, que nunca se detiene ni se detendría con su muerte. Es por eso que, con el permiso póstumo que solo los grandes maestros nos pueden otorgar, que me atrevo a imaginar que “Decadencia y caída de casi todo el mundo” podría recibir una ampliación póstuma en la que se incluyeran nuevos capítulos a manera de epílogo, por decirlo de alguna manera, que explore cómo la ironía de la historia no ha dejado de jugar su papel, y no deja de repetirse. Que examine, con el mismo agudo sentido del ridículo, las figuras que hoy en día intentan llevar la antorcha de la “gloria” y “el poder”, mientras siguen atrapados en la red de una decadencia de la que no pueden escapar.
Una historia no está completa sin sus capítulos finales. Y tal vez, como el humor de Will Cuppy bien lo sabe, la decadencia nunca termina; solo cambia de forma.
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#PeriodismoCrítico

Amigo Volfre cuanta razón te asiste, en la era que nos ha correspondido vivir pululan los personajes que la pluma de Cuppy hubiera podido diseccionar, quienes emborrachados por su poder efímero no se percatan de que son marionetas de la decadencia.
Dios nos mire con ojos de piedad y realmente un mundo mejor sea posible, pese a toda esa amalgama de escasez, abatimiento, frustración y falta de oportunidades que sacude a nuestro Macondo insular. Te abrazo y deseo larga vida con salud a ti y a éste blog.
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Muchas racias estimada amiga por tus buenos deseos y argurios, a día de hoy, Coppy tendría que escribir una enciclopedia de las miserias humanas y aún así, varios tomos serían insuficientes. Bendiciones.
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Habra que tomar el baton de Cuppy, las fuentes de inspiracion; solo a nuestro alrededor, son inagotables.
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