La fotografía muestra a Ernest Hemingway y Henry («Mike») Strater con las 500 libras restantes de un pez vela o marlín, estimado en 1000 libras, que fue medio devorado por los tiburones antes de que pudiera ser desembarcado en las Bahamas en 1935.

Esta frustrante experiencia, unida al amplio conocimiento y amistad que mantenía con sus vecinos de villa Cojímar, y sus pobladores; humildes pescadores que cada noche arriesgaban su vida en el mar, montados sobre rudimentarias embarcaciones que a duras penas garantizaban la supervivencia; le llevaron a escribir su novela más famosa, biográfica y testimonial: El viejo y el mar.

Ernest Hemingway fue un escritor y periodista estadounidense que nació en 1899 en el seno de una familia acomodada. Después de estudiar, comenzó a ganarse la vida como reportero. Al inicio de la Primera Guerra Mundial participó como voluntario en el conflicto bélico. Más tarde, se trasladó a Europa, donde pasó un tiempo en París y, después, participó en la Guerra Civil Española. También hizo cobertura en la Segunda Guerra Mundial como corresponsal y participó como reportero en el desembarco de Normandía, el tristemente célebre día D.

Entre las obras más destacadas del autor están: Fiestas (1926), Adiós a las armas (1929) o El viejo y el mar (1952).
En 1953 Hemingway recibió el Premio Pulitzer por El viejo y el mar; y al año siguiente (1954) recibió el Premio Nobel de Literatura por su obra completa, la cual se considera un referente en la literatura del siglo XX.
El viejo y el mar (The Old Man and the Sea), está conformado por una estructura sencilla, lenguaje claro y expresiones cotidianas, con las que se exploran; a través de su protagonista, el viejo Santiago, conceptos de profundo valor filosófico como la naturaleza, el amor y la muerte.
La relación que se forma entre el viejo pescador, presentado de forma simple como Santiago y el mar comienza con su breve caracterización: «El viejo era flaco y enjuto, con arrugas como cuchilladas en la nuca. Las manchas pardas de ese inofensivo cáncer de la piel que causa la reverberación del sol en los mares tropicales, señalaban sus mejillas. Cubrían casi por entero ambos lados de su cara, y sus manos tenían las profundas grietas producidas por los sedales cuando llevan prendidos de su punta grandes peces. Pero ninguna de esas grietas era reciente: eran como las erosiones de un desierto pelado. Todo en él era viejo, salvo su mirada, que era alegre y valerosa y tenía el color del mar».
Aunque no se hace alusión directa en el libro a la nacionalidad de Santiago, los críticos sostienen que Hemingway deja suficientes pistas para deducir que el protagonista es un canario emigrado a Cuba en su juventud, este hecho queda demostrado en los sueños de Santiago y cito: «Pero aquella noche el olor de la tierra vino muy temprano, demasiado temprano, pensó él en medio de su sueño. Continuó durmiendo para ver surgir del mar los blancos picos de las islas. No tardó en ver los puertos y ensenadas de las Islas Canarias» y debido a ello, argumentan que la lucha contra el pez es también un método para establecerse en la sociedad cubana. Como español y extranjero, su hazaña como pescador le ayuda a integrarse en la nueva comunidad.
Los investigadores mantienen que Gregorio Fuentes, un hombre de ojos azules que nació en Lanzarote, fue el modelo escogido por Hemingway para personalizar a Santiago, quien en la vida real trabajó como marinero por primera vez a los diez años en los barcos que llegaban a los puertos canarios. Emigró a Cuba a los 22 años de edad y tras 82 años de residencia en la isla, intentó recuperar su ciudadanía española en 2001.
El viejo. Santiago es un pescador de avanzada edad, que lleva 84 días sin conseguir capturar un solo pez. Por fin, un buen día pica el anzuelo un enorme pez. La lucha con el pez dura tres días, en los que Santiago recuerda su vida pasada y reflexiona sobre su pasado. Luego, el pez exhausto comienza a rodear el bote. Santiago, desgastado y casi delirante, utiliza toda la fuerza que le quedaba para tirar el pez sobre su lado y apuñalarlo con un arpón. Una vez capturado, lo ata al costado del bote y emprende el regreso a casa.
Se encamina pensando en el alto precio que el pescado tendría en el mercado, y en la cantidad de personas que podría alimentar. Sin embargo, en su camino hacia la costa, los tiburones son atraídos por la sangre y poco a poco van apareciendo para devorar la captura. Santiago logra matar a un gran tiburón con su arpón, pero pierde el arma. Una y otra vez los tiburones regresan y devoran a dentelladas grandes porciones del enorme pez, y al caer la noche, ya han devorado casi toda la carne del pez espada, dejando un esqueleto consistente en su espina dorsal, la cola y la cabeza.
Santiago, derrotado, convencido ahora de su mala suerte, increpa a los tiburones por la forma en que han matado sus sueños. Al llegar a puerto, deja en la orilla su bote con los restos del pescado. Agotado, hambriento y herido, se dirige inmediatamente a su pequeña cabaña a descansar, mientras carga en sus hombros el pesado mástil de su bote. Al día siguiente, varios pescadores y quedan asombrados al ver las colosales dimensiones de los restos del pez espada, cuyo tamaño en vida fue enorme.
El libro concluye con un final abierto a la interpretación del lector.
Para analizar este relato es importante entender a su autor y su contexto. Ernest Hemingway está enmarcado en un grupo de escritores estadounidenses denominados como Generación Perdida. Son escritores que fraguaron su carrera tras la Primera Guerra Mundial y que, en sus obras, reflejan el pesimismo de la época.
En “El viejo y el mar”, el personaje principal se enfrenta en soledad a la naturaleza y a su propio destino: la muerte. Santiago es un héroe que tiene que hacer frente a la adversidad pero que no está dispuesto a aceptar la derrota.
Los monólogos de Santiago en la novela son una forma de expresar sus pensamientos, sentimientos y reflexiones sobre la vida, la muerte, la naturaleza, el honor y la fe. Hemingway, se basa en la idea de que el ser humano debe enfrentarse a la adversidad con valor y dignidad, sin esperar recompensas o consuelos externos, en tal sentido, Santiago representa al hombre que lucha por un ideal, aunque sea inútil o absurdo, y que encuentra en su propia voluntad y en su relación con el mar el sentido de su existencia.
En tiempos difíciles, las reflexiones de Santiago mientras pescaba merecen especial consideración:
«Pero el hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado»; (Hemingway, 1952). Esta cita expresa la idea central de la novela, que es el valor de la resistencia y la dignidad humana ante la adversidad. Santiago no se rinde ante el pez, ni ante los tiburones, ni ante la vejez, ni ante la soledad. Aunque pierde su presa y regresa con las manos vacías, conserva su orgullo y su honor, demostrando que es un hombre fuerte y noble. Su derrota material no implica su derrota moral, pues ha luchado hasta el final con coraje y fe.
Los monólogos de Santiago son una expresión de la riqueza literaria de la novela y plantean cuestiones universales sobre el destino humano. Su actitud es un ejemplo de la filosofía existencialista, pues Santiago crea su propio sentido de la vida a través de su pasión por la pesca y su relación con el mar.
“El viejo y el mar”, fue publicado por primera vez en la revista estadounidense Life el 1 de septiembre de 1952. Posteriormente, se editó en formato de libro por la editorial Scribner el 8 de septiembre del mismo año. La novela fue un éxito de crítica y de público, y le valió a Hemingway el Premio Pulitzer de ficción en 1953 y el Premio Nobel de Literatura en 1954.
El viejo y el mar es considerada una de las obras maestras de la literatura del siglo XX y una de las más representativas del estilo y la temática de Hemingway.
#LoRealMaravilloso

Una novela con varios mensajes a través de Santiago. Gran escritor. Gracias por compartir, querido Volfredo. Un abrazo.
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Novela apasionante muy útil para levantar los ánimos y enfrentar la vida. Un abrazo querida Marylia y gracias por tus comentarios.
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BUONA SERATA
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Uno de los m´s grandes escritores, muy interesante post.
Gracias por compartir querido Volfredo, lindo y bendecid día.
Un abrazo
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Leí «El viejo y el mar», varios años antes de llegar a Moby Dick. Siempre en matinés de domingos por la tarde, vi el «Moby Dick» con Gregory Peck, varios años antes de llegar a «El viejo y el mar» de Spencer Tracy. Éramos niños, adolescentes a los que poco les importaba cual se proyectaba primero. Volviendo al libro, disfruté de Hemingway de joven. A Melville de adulto. La pregunta la tengo conmigo, sin respuesta aun de por qué Hemingway, en mi generación, nunca fue popular. Ni leído. Me asisten algunas sospechas. Pero la sospecha, como base de conclusiones, es pésima consejera. Si he confesar, confieso que hoy no tengo ningún libro de Hemingway en el apilamiento de mis libros. Caigo en cuenta de ella repensando tu posteo. Tengo al menos dos importantes librerías muy cerca. Debo, me digo, darme una vuelta y revisar. Y repensar.
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Querido amigo, Hemingway es primero que todo periodista, de ahí su estilo preciso, y directo, no obstante, su participación directa el la guerra, hace que tenga una visión muy personal de los hechos que narra. Estoy pensando en «por quién doblan las campanas», novela que te recomiendo. Cordial abrazo.
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Que curioso, en Rusia en todos los tiempos fue el autor más admirado y más leído. Un abrazo.
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Hemingway es un escritor universal. Linda semana querida amiga y muchas gracias por tus comentarios.
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Tengo ese pensamiento, que cuando ha salido, nunca se dio a gusto, en posibles devoluciones. Y digo (yo nací en el 61) que muchas batallas se dieron en territorios equivocados. Y que se peleó por consignas que ni eran nuestras o aun siquiera habían sido reveladas. En aquellos años de convulsiones inmediatas, Hemingway no era nuestro, ni tuyo, ni del otro. Mi abuela tenía un dicho: «muchos nenes para un solo trompo». Y allí dónde el recuerdo suyo perduró, acá o mas allá, el recuerdo suyo se desfiguró. Los desamores suelen venir de la mano de las desilusiones apuradas. Y poco prima la razón cuando lo ofuscado camina por delante nuestro. Tenía un amigo comunista que falleció no hace tanto, que siempre decía, a modo de interpretación primaria de sucesos de relevancia: «Demasiado rojo para ser rojo, demasiado azul para ser azul» Deja siempre una línea de fuga, porque los dogmatismos no piensan, solo condenan. Descansa amigo, pero no descanses tanto, tampoco.
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