Cristóbal Colón, el almirante desterrado

Cristóbal Colón nació en Génova, Italia, el 30 de octubre de 1451. Hijo de tejedores italianos sin ascendencia marinera, podemos inferir que la futura afición del Gran Almirante por el mar, no le llegó por casta ni linaje y esta se debe al simple hecho de haber nacido cerca del mar, en un rico puerto de alto tráfico marino.

Génova era una ciudad portuaria de Italia. Su puerto antiguo, llamado Porto Antico, era el corazón de la actividad comercial y naval de la ciudad desde su fundación en el siglo XII. Allí se construyeron numerosas fortificaciones, palacios, iglesias y monumentos que reflejan la riqueza y el poder de Génova en la Edad Media y el Renacimiento. También existían astilleros, y pesca comercial a gran escala para la época.

Colón vivió en Génova desde 1480 hasta 1504, y durante cinco lustros desarrolló de forma empírica su gusto y conocimientos marineros, participó en varias expediciones comerciales por el Mediterráneo y el Atlántico, y estableció contactos con varios comerciantes e intelectuales que apoyaron sus ideas y le ayudaron a conseguir permisos para navegar.

Colón comenzó su carrera en el mar a una edad temprana. Desde los quince años, trabajó como marinero y ascendió rápidamente en el mando de los barcos. En su juventud, se dedicó a vender mapas y cartas de navegación. Gracias a su experiencia en el mar, Colón pudo analizar y estudiar rutas marinas que luego detallaba en mapas que vendía a buen precio. Esta actividad le permitió desarrollar las habilidades cartográficas que luego demostrarían su utilidad durante sus largas trayectorias oceánicas a ciega. No hay registros de que Colón recibiera una educación formal. Fue su experiencia marinera empírica la base de sus conocimientos acerca de corrientes marinas, vientos, y trazado de cartas marinas.

Cuando Colón partió en sus tres carabelas, es su primer arriesgado viaje hacia lo desconocido, solo pudo hacerse acompañar de cuatro tripulantes experimentados, ellos eran: Martín Alonso y Vicente Yáñez Pinzón, hermanos que capitanearon la Santa María y la Pinta, y pertenecían a una antigua familia de armadores y navegantes andaluces, nativos de Palos de la Frontera. Cristóbal Quintero, el cual pertenecía a una dilatada familia de marineros de la comarca del Tinto – Odiel, cercana a Palos de la Frontera, y Pedro de Velasco, descendiente del antiguo linaje de los Velasco, sólidamente asentados en tierras burgalesas.

Cristóbal Colón, o Christophorus Columbus. Navegante, cartógrafo, almirante, virrey y gobernador general de las Indias Occidentales al servicio de la Corona de Castilla.

Los marineros que participaron en el primer viaje de Cristóbal Colón fueron reclutados con la ayuda de los hermanos Pinzón, Martín Alonso y Vicente Yáñez, quienes eran copropietarios de las carabelas Pinta y Niña. La tripulación estaba compuesta por alrededor de 90 hombres, la mayoría de los cuales eran marineros de Palos, Moguer y Huelva, de ellos, setenta eran andaluces. Completaban la tripulación, unos pocos vascos y gallegos, así como un pequeño grupo de extranjeros, entre ellos; un portugués, un genovés, un calabrés, un veneciano y un guineano de nombre Juan, primera persona de raza negra en llegar al Nuevo Mundo.

Los marineros provenían de una amplia cantera social y no todos eran expresidiarios dispuestos a arriesgar su vida por obtener la libertad, como erróneamente se ha afirmado. Algunos eran oficiales, pilotos, marineros, calafates, grumetes, carpinteros, un intérprete, un cirujano, un boticario, un tonelero, un sastre, un platero, un alguacil mayor, un escribano real y un veedor.

Es importante mencionar que, aunque la mayoría de los marineros se alistaron voluntariamente, hubo algunos que fueron obligados a enrolarse. Entre ellos se encontraban cuatro condenados a muerte por homicidio en una pelea tabernera y tres culpables de haber organizado la fuga de un amigo común de la cárcel. La oscura procedencia de este pequeño grupo de reclutados, mucho ha oscurecido el prestigio y dignidad del grupo de osados y arriesgados conquistadores, que se vieron en la necesidad de acudir a ellos para completar la tripulación de las calaveras, hecho que considero lamentable.

Es por esta razón por la cual no debemos aceptar, como válida, la errónea afirmación que asegura, que Colón se hizo acompañar en su primer viaje de una tripulación juerguista y amotinada, de baja calaña y altos desafueros, que lo mantuvo bajo amenaza constante de insubordinación durante todo el arriesgado recorrido.

Aunque no hay evidencia concluyente de la existencia de motines a bordo de las carabelas de Colón, existen algunos indicios y testimonios que podrían sugerir que sí hubo tensiones y problemas entre la tripulación.

Aunque la evidencia histórica de motines específicos es limitada; es importante tener en cuenta que los viajes de Colón fueron desafiantes y estuvieron llenos de incertidumbre, lo que sin duda generó tensiones entre la tripulación. Durante el primer viaje, la tripulación de las tres carabelas estuvo realmente cerca de un motín solo en una ocasión; esto sucedió el 10 de octubre de 1492, luego de cinco semanas de navegación incierta por un océano desconocido donde eran frecuentes las tormentas tropicales y los fuertes vientos. Quiso el destino por fortuna, que dos días después, se avistara tierra, este hecho calmó los ánimos.

Cristóbal Colón descubrió varias islas y amplias regiones continentales en sus cuatro viajes, todas para la Corona Española. Estas comprenden varias islas en las Antillas, incluyendo San Salvador (en las Bahamas), Cuba y La Española (hoy dividida en Haití y la República Dominicana), así como enormes extensiones de terreno en tierra firme en lo que hoy es América Central y del Sur, regiones que conforman una parte significativa del continente americano.

No obstante; la gloria e importancia de sus descubrimientos; los informes históricos indican que, en sus últimos años, la vida de Colón estuvo marcada por la enfermedad y las disputas con la Corona Española sobre reclamados privilegios, títulos y herencias. A pesar de sus logros, Colón pasó sus últimos días en disputas legales y financieras, y murió sin la riqueza y el estatus que esperaba obtener de sus viajes.

Cristóbal Colón murió en Valladolid, España, el 20 de mayo de 1506, a los 55 años de edad. Se presume que la causa de su muerte derivó de las complicaciones de una “gota” que le aquejaba y le hizo sufrir agudos dolores durante sus viajes.


Cristóbal Colón ha pasado a la posteridad por su viaje a América en 1492, que permitió el encuentro entre dos civilizaciones que se habían desarrollado de manera paralela y no habían entrado en contacto hasta ese momento.

Apodado “El Gran Almirante”, realizó importantes observaciones sobre los vientos y las mareas, percatándose de las diferencias de estas con respecto a las de Europa. Fue el primero en describir las calmas tropicales y los ciclones, así como en notar que el globo terráqueo no era totalmente redondo, sino más abultado “debajo de la línea equinoccial”.

No todo fue color de rosas para el osado navegante; primer europeo en ocupar un cargo político en el “Nuevo Mundo”, pese a su escasa destreza en estos menesteres. Este hecho, acarreó serias consecuencias, que arruinaron su reputación y futuro.

Después de llegar a América en 1492, Colón retornó a España en marzo del año siguiente con la noticia de haber encontrado nuevas tierras, en lo que creyó eran las Indias. De inmediato, al conocer la gran noticia de sus labios, los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, ordenaron la colonización de esos territorios.

En noviembre de 1493, Colón desembarcó por segunda ocasión en La Española, con una flota de 17 naves y aproximadamente 1 200 hombres de diferentes sectores sociales. En el nuevo continente encontrarían muchas adversidades, como la barrera lingüística con los distanciaba de los indígenas, la falta de urbanizaciones, la ausencia de condiciones logísticas para sostenerse, el azote de las enfermedades, los enfrentamientos con los nativos y la falta de unidad entre los propios colonizadores, muchos de los cuales ansiaban retornar arrepentidos a la península.

En febrero de 1494, Colón les envió a los reyes una carta explicando las dificultades que había encontrado para llevar a cabo la colonización de los nuevos territorios, además de solicitar toda una serie de recursos para sostenerse en el lugar.

Desde fecha temprana Colon tuvo que enfrentar conspiraciones en su contra. En mayo, el contador Bernal de Pisa y el alcalde Juan de Luján redactaron un informe a las autoridades españolas alegando su mala gestión, y con posterioridad, se unieron a los opositores, el capitán Pedro Margarit y fray Bernardo Buil, quien se negaba a administrarle los sacramentos bajo el mando del almirante.

La conducta del genovés al frente de La Española fue más que desastrosa. Tomó atribuciones indebidas, y se sintió por encima de la ley, la cual aplicó a su gusto y criterio. Según documentos de la época, hacía trabajar a los europeos como si fuesen esclavos, y no vacilaba al ordenar matar a un acusado de organizar un motín, u ordenar cortar la oreja, mano o nariz como sanción a los desobedientes.

Se afirma, que en tales condiciones su avaricia encontró fertilización, pues se negaba a repartir los alimentos guardados en los almacenes, para revenderlos después a precios abusivos y exigía la extracción de oro de la que tomaba, una gran parte para él y su hermano, que participaba de forma intrusa en la gobernación de la isla.

Cuando Colón retorna a La Española, después de su tercer viaje en 1498, se encontró con un ambiente totalmente hostil. Le resultaba imposible controlar a los colonos y su hermano Bartolomé Colón, que había asumido el mando de la isla en su ausencia, había perdido toda autoridad. Las conspiraciones se sucedían un tras de otra, pero la de mayor connotación fue la encabezada por el alcalde mayor Francisco Roldán, quien se alzó en 1498 con un grupo de hombres, desconociendo la autoridad de ambos hermanos.

Después de permanecer aproximadamente dos años amotinado, Roldán y Cristóbal hacen las paces. En una pésima negociación, la mayoría de los rebeldes no solo fueron perdonados, sino que también recibieron lotes de tierras e indios para sus labranzas.

A los Reyes Católicos llegaron las noticias de las disputas de sus hombres en las tierras de América y, con el objetivo de verificar las permanentes quejas que recibían de Colón, resolver el conflicto en las tierras que se imaginaban llenas de oro y evitar el florecimiento de un caudillo que pusiera las nuevas posiciones en manos de otras potencias (Colón no era español), enviaron como juez pesquisidor a Francisco de Bobadilla, quien desembarcó en La Española el 23 de agosto de 1500.

La presencia de Bobadilla inquietó a los hermanos Colón, quienes intentaron organizar la resistencia prometiendo tierras y ganados a los fieles, pero este esfuerzo fue inútil. Durante el juicio esto sería interpretado como un intento de sublevación contra la corona española.

Pero Bobadilla no solo llegó para impartir justicia, también iba con el encargo de los reyes de que, en caso de ser ciertas las imputaciones contra el almirante, lo destituyera y tomara el control político de la Isla. El emisario de los reyes actuó de forma enérgica y sin dilación y después de comprobar la veracidad de las acusaciones, sometió a juicio a Cristóbal Colón en Santo Domingo, lo destituyó de su cargo de virrey y gobernador de La Española, además de ordenar su traslado encadenado hacia la península.

Bobadilla cumplió escrupulosamente su misión, lo que también se deja a entrever en las memorias de Cristóbal Colón: «El segundo día que llegó se creó gobernador e hizo oficiales y ejecuciones y pregonó franquezas del oro y diezmos […] y publicó que a mí avía de enviar en hierros y a mis hermanos, así como ha hecho, y que nunca yo volvería allí ni otro de mi linaje, diciendo de mí mil deshonestidades y descorteses cosas».

Cierto es, que junto a su hermano Bartolomé y su hijo Diego; Cristóbal Colón zarpó encadenado de La Española en octubre de 1500, y llegó al puerto de Cádiz el 20 de noviembre.

Deportación de Colón de la Española, del pintor cubano Armando Menocal, 1893.

En la península permaneció encarcelado aproximadamente mes y medio hasta que le fue concedida una audiencia con los reyes. Estos lo pusieron en libertad, aunque perdió sus poderes. Al parecer recibió cierto perdón, porque dos años después realizó un cuarto viaje a América, pero con una serie de prohibiciones, entre ellas la de no tocar tierra en La Española.

Nuestra historia continuará…existen muchas formas de ver y otras miradas sobre la historia de América, que se hace necesario revelar.

#LoRealMaravilloso

#PeriodismoCrítico

https://www.volfredo.com/


20 respuestas a “Cristóbal Colón, el almirante desterrado

      1. Dear friend, your comments always make me think, in this world it is difficult to find something true, religion and politics rise as a premise, and everything that is written bears the emotional seal of the author, which sometimes reaches fanaticism. Then comes the money, there are many writers who live and profit from the earnings of their articles, as long as they please a potential financier, then comes the censorship and blocking of the channels. The truth is a match that with its light aims to illuminate the night. Best regards and happy day.

        Le gusta a 1 persona

      2. Thank you, Wolfredo, for your thoughts on this topic.
        Agree. The sea of information is so deep and wide that you can drown in it.
        But the more valuable are the grains of facts that actually existed.
        It is clear that we will never know the truth, but the path to it is valuable.
        And it is still impossible to get rid of the excitement and inner fire that burns us in search of the “real”.

        Le gusta a 1 persona

  1. Su relato es falso y no tiene respaldo documental de ningún tipo. Tanto el vanidoso y soberbio relato de los orígenes de Colón, como el relato posterior

    EL TIRANO DE COLÓN

    En la madrugada del 11 al 12 de octubre de 1492, las carabelas de la expedición de Colón avistaron la orilla de una tierra que era totalmente desconocida para los ojos europeos. Así lo dejó reflejado en su diario de abordo: «A las dos horas después de media noche pareció la tierra, de la cual estarían dos leguas. Amainaron todas las velas, y quedaron con el treo, que es la vela grande sin bonetas, y pusiéronse a la corda, temporizando hasta el día viernes, que llegaron a una islita de los Lucayos, que se llamaba en lengua de indios Guanahaní».

    Al poco de desembarcar, se les acercaron varios grupos de indígenas: gente desnuda y con tez oscura que se sorprendió de la llegada de unos marineros de piel blanca, ropajes extraños y un idioma desconocido. La primera vez que el navegante pisó tierra firme en América describió a los habitantes de las islas caribeñas como «gente mansa, tranquila y de gran sencillez». Los llamaban «taínos». Pero allí no había ni oro, ni especias, ni sedas. Luego saltaron a otras islas, como Cuba y Santo Domingo, bautizadas como Juana y La Española.

    Cuaderno de a bordo del viaje de descubrimiento del Nuevo Mundo.
    Cuaderno de a bordo del viaje de descubrimiento del Nuevo Mundo. Jorge Barreno

    Todo en un principio fluyó como un intercambio pacífico entre nativos y españoles: los primeros agasajaron a sus visitantes con pequeños objetos de oro, mientras que Colón y su tripulación respondieron con baratijas —zapatos, gorros de tela, collares cuentas— que causaron una tremenda fascinación en los antillanos. Sin embargo, el almirante, un hombre culto guiado por la avaricia y el ansia de lucrarse, no tardó en darse cuenta de que allí no había los tesoros esperados. «Colón ve que las islas y los indígenas son pobres y piensa que la única ganancia está en comerciar con esclavos»

    En el regreso de ese primer viaje, Colón se llevó consigo a diez nativos —según el almirante los que quisieron subir voluntariamente a las carabelas—, de los que tan solo llegarían seis con vida a la Corte de Isabel y Fernando. Era uno de los presentes que el navegante brindó a los Reyes Católicos por haber financiado la expedición. Aunque también, según indicó el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, Colón pensó en aquellos indios como herramienta para aprender su extraña lengua y utilizarlos como intérpretes facilitando la colonización: «Para que cuando aquestos acá tornasen, ellos y los cristianos que quedaban encomendados a Goacanagari, y en el castillo que es dicho de Puerto Real, fuesen lenguas e intérpretes para la conquista y pacificación y conversión de estas gentes».

    Así empezarían las idas y venidas de Colón a las Américas. En noviembre de 1493, apenas un año después del primer e histórico viaje, Cristóbal Colón regresó al Nuevo Mundo presumiendo de los títulos de virrey y gobernador general de las Indias Occidentales con la primera partida de hombres destinada a colonizar las tierras descubiertas. Más de un millar de personas llegaron este segundo viaje, el más espectacular y con el que más presupuesto se contaba. Aparte de marineros, había funcionarios, agricultores, mineros, artesanos, ganaderos con sus animales y clérigos: había que evangelizar a aquellos seres salvajes.

    A los tres meses de haber desembarcado en América comenzaron los problemas. La tierra no era tan fértil como se pensaba y el hambre se generalizó entre los colonos. Además, se había extendido la noticia de que aquellos indefensos indios habían aniquilado a los 39 españoles que el almirante había provisto con munición para un año en el asentamiento de La Navidad. Nada salió según lo previsto: «Había carpinteros que no sabían coger un hacha, y mineros que eran incapaces de distinguir el oro de una aleación, se quejaba Colón».
    Comenzarían así una oleada de deserciones, reducciones de raciones y pequeñas revueltas. Para más inri, los indígenas se percataron de que la estancia de los colonos no sería pasajera tras la edificación de tantas fortalezas en sus tierras. A falta de recursos, Colón llegó a decretar que todo indio de más de 14 años de edad tenía que entregar una cierta cantidad de oro cada tres meses. Quien no lo hiciera se enfrentaba a una pena que consistía en cortarles la mano y dejarlos morir desangrados.

    El navegante se granjeó enemigos entre los indígenas americanos… y los españoles. A las repetidas rebeliones y alzamientos contra su gobierno, el navegante siempre respondió «con la misma barbarie que había mostrado con los indígenas», hasta sus más allegados le calificaban como «tirano» tanto a Cristóbal como a sus hermanos, e impidieron por todos los medios posibles el bautismo de los indígenas para que estos pudieran ser vendidos como esclavos.

    PULSO CON ISABEL I

    La amistad entre los Reyes Católicos y Cristóbal Colón fue una montaña rusa. Su trato no solo estuvo guiado por la cordialidad, sino que mantuvieron una relación estrecha que con el paso de los años terminaría deteriorándose. Desde un primer momento, la reina Isabel de Castilla mantuvo que los indios debían ser tratados correctamente pese a que el cultivado explorador consideraba que «con cincuenta hombres podría someter a todos ellos y obligarles a hacer todo lo que deseara».

    Esos pensamientos esclavistas de Colón deben ser contextualizados en su época. En Europa había un comercio muy importante de esclavos: los portugueses, sobre todo, se desplazaban hasta la costa africana para conseguir y vender mano de obra negra; y por otra parte, esta práctica estaba considerada legítima si se hacía en medio de una guerra justa —los cristianos capturando musulmanes, por ejemplo—. Y el descubridor, como buen hombre de su tiempo, atisbó en esas comunidades indígenas una fuente de riqueza. «Pero la reina Isabel se opone y hasta devuelve al Nuevo Mundo alguno de los barcos con nativos que había enviado Colón»

    La monarca mostró así unas dudas que terminarían germinando en la redacción de una legislación que buscaría proteger a los indios y devolverles su libertad —que culminaría en las Leyes Nuevas de 1542, ya con Carlos V en el trono—:

    «EL TIRANO DE COLÓN

    En la madrugada del 11 al 12 de octubre de 1492, las carabelas de la expedición de Colón avistaron la orilla de una tierra que era totalmente desconocida para los ojos europeos. Así lo dejó reflejado en su diario de abordo: «A las dos horas después de media noche pareció la tierra, de la cual estarían dos leguas. Amainaron todas las velas, y quedaron con el treo, que es la vela grande sin bonetas, y pusiéronse a la corda, temporizando hasta el día viernes, que llegaron a una islita de los Lucayos, que se llamaba en lengua de indios Guanahaní».

    Al poco de desembarcar, se les acercaron varios grupos de indígenas: gente desnuda y con tez oscura que se sorprendió de la llegada de unos marineros de piel blanca, ropajes extraños y un idioma desconocido. La primera vez que el navegante pisó tierra firme en América describió a los habitantes de las islas caribeñas como «gente mansa, tranquila y de gran sencillez». Los llamaban «taínos». Pero allí no había ni oro, ni especias, ni sedas. Luego saltaron a otras islas, como Cuba y Santo Domingo, bautizadas como Juana y La Española.

    Cuaderno de a bordo del viaje de descubrimiento del Nuevo Mundo.
    Cuaderno de a bordo del viaje de descubrimiento del Nuevo Mundo. Jorge Barreno

    Todo en un principio fluyó como un intercambio pacífico entre nativos y españoles: los primeros agasajaron a sus visitantes con pequeños objetos de oro, mientras que Colón y su tripulación respondieron con baratijas —zapatos, gorros de tela, collares cuentas— que causaron una tremenda fascinación en los antillanos. Sin embargo, el almirante, un hombre culto guiado por la avaricia y el ansia de lucrarse, no tardó en darse cuenta de que allí no había los tesoros esperados. «Colón ve que las islas y los indígenas son pobres y piensa que la única ganancia está en comerciar con esclavos»

    En el regreso de ese primer viaje, Colón se llevó consigo a diez nativos —según el almirante los que quisieron subir voluntariamente a las carabelas—, de los que tan solo llegarían seis con vida a la Corte de Isabel y Fernando. Era uno de los presentes que el navegante brindó a los Reyes Católicos por haber financiado la expedición. Aunque también, según indicó el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, Colón pensó en aquellos indios como herramienta para aprender su extraña lengua y utilizarlos como intérpretes facilitando la colonización: «Para que cuando aquestos acá tornasen, ellos y los cristianos que quedaban encomendados a Goacanagari, y en el castillo que es dicho de Puerto Real, fuesen lenguas e intérpretes para la conquista y pacificación y conversión de estas gentes».

    Así empezarían las idas y venidas de Colón a las Américas. En noviembre de 1493, apenas un año después del primer e histórico viaje, Cristóbal Colón regresó al Nuevo Mundo presumiendo de los títulos de virrey y gobernador general de las Indias Occidentales con la primera partida de hombres destinada a colonizar las tierras descubiertas. Más de un millar de personas llegaron este segundo viaje, el más espectacular y con el que más presupuesto se contaba. Aparte de marineros, había funcionarios, agricultores, mineros, artesanos, ganaderos con sus animales y clérigos: había que evangelizar a aquellos seres salvajes.

    A los tres meses de haber desembarcado en América comenzaron los problemas. La tierra no era tan fértil como se pensaba y el hambre se generalizó entre los colonos. Además, se había extendido la noticia de que aquellos indefensos indios habían aniquilado a los 39 españoles que el almirante había provisto con munición para un año en el asentamiento de La Navidad. Nada salió según lo previsto: «Había carpinteros que no sabían coger un hacha, y mineros que eran incapaces de distinguir el oro de una aleación, se quejaba Colón».
    Comenzarían así una oleada de deserciones, reducciones de raciones y pequeñas revueltas. Para más inri, los indígenas se percataron de que la estancia de los colonos no sería pasajera tras la edificación de tantas fortalezas en sus tierras. A falta de recursos, Colón llegó a decretar que todo indio de más de 14 años de edad tenía que entregar una cierta cantidad de oro cada tres meses. Quien no lo hiciera se enfrentaba a una pena que consistía en cortarles la mano y dejarlos morir desangrados.

    El navegante se granjeó enemigos entre los indígenas americanos… y los españoles. A las repetidas rebeliones y alzamientos contra su gobierno, el navegante siempre respondió «con la misma barbarie que había mostrado con los indígenas», hasta sus más allegados le calificaban como «tirano» tanto a Cristóbal como a sus hermanos, e impidieron por todos los medios posibles el bautismo de los indígenas para que estos pudieran ser vendidos como esclavos.

    PULSO CON ISABEL I

    La amistad entre los Reyes Católicos y Cristóbal Colón fue una montaña rusa. Su trato no solo estuvo guiado por la cordialidad, sino que mantuvieron una relación estrecha que con el paso de los años terminaría deteriorándose. Desde un primer momento, la reina Isabel de Castilla mantuvo que los indios debían ser tratados correctamente pese a que el cultivado explorador consideraba que «con cincuenta hombres podría someter a todos ellos y obligarles a hacer todo lo que deseara».

    Esos pensamientos esclavistas de Colón deben ser contextualizados en su época. En Europa había un comercio muy importante de esclavos: los portugueses, sobre todo, se desplazaban hasta la costa africana para conseguir y vender mano de obra negra; y por otra parte, esta práctica estaba considerada legítima si se hacía en medio de una guerra justa —los cristianos capturando musulmanes, por ejemplo—. Y el descubridor, como buen hombre de su tiempo, atisbó en esas comunidades indígenas una fuente de riqueza. «Pero la reina Isabel se opone y hasta devuelve al Nuevo Mundo alguno de los barcos con nativos que había enviado Colón»

    La monarca mostró así unas dudas que terminarían germinando en la redacción de una legislación que buscaría proteger a los indios y devolverles su libertad —que culminaría en las Leyes Nuevas de 1542, ya con Carlos V en el trono—:

    «Nos querríamos informarnos de letrados, teólogos e canonistas si con buena conciencia se pueden vender estos. Y esto no se puede facer fasta que veamos las cartas que el Almirante nos escriba, para saber la causa porque los envía acá por cautivos», reflexionaba Isabel la Católica.

    Cristóbal Colón pide permiso al príor de La Rábida para ir a descubrir América.
    Cristóbal Colón pide permiso al príor de La Rábida para ir a descubrir América. Museo del Prado
    La época del almirante genovés como gobernador de La Española es cuanto menos polémica. De hecho, el controvertido Bartolomé de Las Casas calificó como «granjería» el comercio de esclavos de Colón. A este le daban igual las palabras de la reina, ya que pese a ser obligado a abandonar su proyecto de enviar hasta 4.000 esclavos a Europa a 1.500 maravedís la pieza, seguía capturando a los indígenas en el Nuevo Mundo: «Tenía determinado de cargar los navíos que viniesen de Castilla de esclavos y enviarlos a vender a las islas de Canarias y de las Azores y a las de Cabo Verde y dondequiera que bien se vendiesen», señaló de Las Casas sobre el almirante.

    Ante las noticias de desórdenes y la pésima gobernanza de los hermanos Colón, los Reyes Católicos decidieron enviar a La Española a un administrador real en 1500 para obtener un diagnóstico más profundo.

    . «Nos habemos mandado al comendador Francisco de Bobadilla, llevador desta, que vos hable de nuestra parte algunas cosas quél dirá: rogamos vos que le deis fee e creencia y aquello pongáis en obra», le escribieron los reyes a Colón. El mensaje estaba claro: iba a ser destituido como virrey.

    El encuentro entre ambos se hizo de esperar. Colón no tenía ninguna intención de reunirse con él y no sería hasta un mes después de que Bobadilla llegara a La Española cuando el almirante entró en razón. Mientras tanto, a Bobadilla le dio tiempo, no sin encontrar resistencia, de conocer la administración de las colonias y de cómo el virrey había ejercido su poder de manera déspota e injusta, con presos sin siquiera haber tenido juicio alguno.

    El informe, de 46 páginas y que recogía testimonios de 23 testigos, fue demoledor: Cristóbal Colón era un tirano, y se demostraba con hechos. Bajo su mandato se registraron subastas de personas en la plaza y se ejecutaron crueles castigos. A un chico que descubrieron robando trigo le cortaron las orejas y la nariz, le colocaron unos grilletes y le convirtieron en esclavo. A otra mujer que se atrevió a decir que el almirante era de clase baja y que su padre había sido tejedor, su hermano Bartolomé ordenó cortarle la lengua y pasearla desnuda por las calles a lomos de un burro. Cristóbal se mostró orgulloso de su prójimo por defender el honor familiar.

    Tanto el almirante como sus hermanos fueron detenidos y encadenados, y los metieron en un navío cuyo destino era Castilla. Apunta la investigadora Consuelo Varela que los enemigos de Colón acudieron al puerto y tocaron sus cuernos para que los recién apresados pudieran escuchar desde la lejanía la tierra que habían descubierto y que ahora abandonaban rumbo a la Península Ibérica por la fuerza. Sería indultado y aún emprendería dos viajes más hacia el Nuevo Mundo, pero en el último (1502- 1504), ya ni siquiera pudo pisar La Española: los Reyes Católicos se lo habían prohibido. Nos querríamos informarnos de letrados, teólogos e canonistas si con buena conciencia se pueden vender estos. Y esto no se puede facer fasta que veamos las cartas que el Almirante nos escriba, para saber la causa porque los envía acá por cautivos», reflexionaba Isabel la Católica.

    Cristóbal Colón pide permiso al príor de La Rábida para ir a descubrir América.
    Cristóbal Colón pide permiso al príor de La Rábida para ir a descubrir América. Museo del Prado
    La época del almirante genovés como gobernador de La Española es cuanto menos polémica. De hecho, el controvertido Bartolomé de Las Casas calificó como «granjería» el comercio de esclavos de Colón. A este le daban igual las palabras de la reina, ya que pese a ser obligado a abandonar su proyecto de enviar hasta 4.000 esclavos a Europa a 1.500 maravedís la pieza, seguía capturando a los indígenas en el Nuevo Mundo: «Tenía determinado de cargar los navíos que viniesen de Castilla de esclavos y enviarlos a vender a las islas de Canarias y de las Azores y a las de Cabo Verde y dondequiera que bien se vendiesen», señaló de Las Casas sobre el almirante.

    Ante las noticias de desórdenes y la pésima gobernanza de los hermanos Colón, los Reyes Católicos decidieron enviar a La Española a un administrador real en 1500 para obtener un diagnóstico más profundo.

    . «Nos habemos mandado al comendador Francisco de Bobadilla, llevador desta, que vos hable de nuestra parte algunas cosas quél dirá: rogamos vos que le deis fee e creencia y aquello pongáis en obra», le escribieron los reyes a Colón. El mensaje estaba claro: iba a ser destituido como virrey.

    El encuentro entre ambos se hizo de esperar. Colón no tenía ninguna intención de reunirse con él y no sería hasta un mes después de que Bobadilla llegara a La Española cuando el almirante entró en razón. Mientras tanto, a Bobadilla le dio tiempo, no sin encontrar resistencia, de conocer la administración de las colonias y de cómo el virrey había ejercido su poder de manera déspota e injusta, con presos sin siquiera haber tenido juicio alguno.

    El informe, de 46 páginas y que recogía testimonios de 23 testigos, fue demoledor: Cristóbal Colón era un tirano, y se demostraba con hechos. Bajo su mandato se registraron subastas de personas en la plaza y se ejecutaron crueles castigos. A un chico que descubrieron robando trigo le cortaron las orejas y la nariz, le colocaron unos grilletes y le convirtieron en esclavo. A otra mujer que se atrevió a decir que el almirante era de clase baja y que su padre había sido tejedor, su hermano Bartolomé ordenó cortarle la lengua y pasearla desnuda por las calles a lomos de un burro. Cristóbal se mostró orgulloso de su prójimo por defender el honor familiar.

    Tanto el almirante como sus hermanos fueron detenidos y encadenados, y los metieron en un navío cuyo destino era Castilla. Apunta la investigadora Consuelo Varela que los enemigos de Colón acudieron al puerto y tocaron sus cuernos para que los recién apresados pudieran escuchar desde la lejanía la tierra que habían descubierto y que ahora abandonaban rumbo a la Península Ibérica por la fuerza. Sería indultado y aún emprendería dos viajes más hacia el Nuevo Mundo, pero en el último (1502- 1504), ya ni siquiera pudo pisar La Española: los Reyes Católicos se lo habían prohibido.

    Le gusta a 1 persona

    1. Excelente revisión solo añado que mi versión es escrita por un cubano que ha vivido en Cuba durante 71 años y ha visitado y recorrodido la costa norte del oriente cubano en contables ocasiones y conoce la historia de primera mano. Hay mucha información disponible on line en el museo de Las Indias de Sevilla dónde puede usted consultarla. Es resyo es observar las huellas del latigo colonial sobre las espaldas de la amplia descendencia de las decenas de miles de negros traidos como esclavos a Cuba y los escasos 34 descendientyes de aborigen tainos que aún viven, el resto fue exterminado.

      Me gusta

Replica a Volfredo Cancelar la respuesta