Viajando con Dios a Paredón Grande, norte de Ciego de Ávila (2).

Cayo Romano y Paredón Grande son dos islas cubanas que forman parte del archipiélago Jardines del Rey, al norte de la provincia de Ciego de Ávila. Ambas islas tienen una gran riqueza natural y cultural, y constituyen destinos turísticos de gran atractivo.

Cayo Romano es la mayor isla de Jardines del Rey, con una superficie de 777 km². Está rodeada por una barrera coralina que alberga una diversidad de especies marinas. Su vegetación está compuesta principalmente por mangles, cocoteros y uvas caletas. Su fauna incluye aves como el flamenco rosado, el pelícano, el gavilán caguarero y el zunzún; y mamíferos como el manatí, y la jutía. Cayo Romano posee varias playas vírgenes de arena blanca y aguas cristalinas, como Playa Bonita, Playa Larga y Playa Los Pinos.

Al frente de la costa norte de Cayo Romano se encuentra Cayo Paredón Grande; pequeña isla de 8,7 km², unido a Romano por un viaducto construido por el gobierno cubano. Su nombre se debe a los elevados farallones que bordean su extremo norte, donde se encuentra el histórico faro Diego Velázquez, construido en 1857.

Cayo Romano y Paredón Grande son dos joyas naturales de Cuba, que conservan su belleza y su biodiversidad. Son lugares ideales para disfrutar de la naturaleza, la tranquilidad y el sol.


Siempre he pensado que Dios me protege de igual forma que protege a todos los humanos, pero en mi particular de una forma especial, pues me ofrece y cubre con oportunidades mágicas.

Sucedió hace muchos años, en medio de una conversación informal a los pies de la torre del Faro de Cayo Paredón:

– Marrero, este es Camacho, clínico, intensivista y profesor de Ciencia Médicas.

– Camacho, este es Marrero, el farero del cayo que ha vivido durante toda su vida junto con su familia a los pies del faro, fiel a una dinastía que inició su abuelo hace más de un siglo.

Confieso que nunca antes me había sentido tan diminuto, aquel gran hombre me opacaba con su recorrido de vida, era toda una celebridad, mi celebridad y de inmediato me propuse ser su amigo y ser fiel a nuestra recién iniciada amistad, hasta la eternidad.

Resultó entonces una bella y bilateral simpatía de las que contaré fragmentos que no quiero ni debo olvidar.

Un buen día, en una de mis primeras visitas, Marrero me comunicó apenado, que era diabético, que había perdido peso y tomaba agua a toda hora sin poder calmar la sed. Me confesó que no disponía de tiempo para ir a la ciudad en busca del muy necesario auxilio médico, porque no encontraba la forma ni el método de abandonar su amado faro.

– No hay problemas, querido amigo, yo regreso el próximo domingo y ya verás.

La vida, al menos la fracción que me ha sido destinada, se complace en tejer para mí arabescos mágicos y este fue uno de ellos. Bien temprano en la mañana, del domingo próximo y tal y como había prometido, hacía mi entrada en el cayo y Marrero, por mágico designio, fue el primer farero del mundo en cumplir con exactitud todos los requisitos de las Guías de Buenas Prácticas de la American Diabetes Association- Diabetes Care Update en su versión del año en curso

Luego comenzó el tratamiento intensivo y la educación sanitaria sobre el uso del glucómetro y las tirillas, los diferentes tipos de insulina, incluidas las más modernas y ultrarápidas, la prevención de las complicaciones, el cuidado de los pies y todos los requerimientos necesarios para aspirar por la categoría “diabético mejor cuidado del Mundo”. Literatura actualizada, adecuada al paciente y recursos de última generación llegaban al cayo domingo tras domingo junto con mi esperada visita.

Surge así una gran amistad, mutuamente compartida entre un médico que ama su profesión y las bellas letras y un farero de estirpe; conversador y buena persona, que ama su trabajo y el faro que le vio nacer.

Mi hijo Hassan discute entusiasmado con Marrero, los detalles de una inminente pesquería. Existe gran emoción y felicidad en cada gesto y palabra.

Hassan, ama el mar como su padre, de herencia le llega; y luego de la primera visita al faro adecuó todos sus compromisos para poder acompañarme siempre, y así lo hizo Omarito, su mejor amigo que es como su hermano y el grupo creció y creció como levadura fértil, donde amasábamos los preparativos de las pesquerías durante la semana y partíamos cargados de avíos de pesca, cada domingo en la madrugada.

En una ocasión pregunté a Marrero por el aprovisionamiento de agua potable cuando no existía el pedraplén y los escasos recursos vitales eran traídos de forma irregular por mar. Entonces me mostró un gran secreto: la enorme base de piedra donde se afincaba la torre del faro era hueca y un ingenioso mecanismo construidos con la torre, desviaba toda el agua de lluvia a su base, colectando de esa forma decenas de metros de agua que se mantenía por meses almacenada fresca y potable, en la base del faro.

Marrero, situado por delante de la base hueca del faro, ingenioso recurso diseñado para almacenar toneladas de agua de lluvia.

Como médico y escritor mágico al fin, en ocasiones mis preguntas no resultaban sensatas, al menos para el lector común, como sucedió cuando pregunte a Marrero por el control de las excretas en tiempos de la colonia. Cuál sería mi asombro cuando conocí que el faro contaba con su propio sistema de inodoros reales. Sí, no es errata, durante la construcción del cayo, sus ingeniosos diseñadores conscientes de que la peste podía ocasionarles un daño mortal a todos, tallaron sobre la roca viva dos ingeniosas posaderas que vertían a través de una estrecha hendidura de dos metros de profundidad directo al mar, de forma tal que cada ola limpiaba los residuos de los ingeniosos sanitarios.

La constipación y otras formas de molestias estomacales y disenterías, no aparecen en la bitácora sanitaria de la construcción del faro y esto obedece a una razón obvia. A pocos le ha sido dado el privilegio de contemplar el esplendor del mar Caribe mientras hacen sus necesidades, escuchando el ruido de las olas y bañados por la brisa del mar. Con este sencillo recurso constructivo, las molestias de estómago y las irritabilidades del colon desaparecen rendidas ante las caricias del infinito gigante azul que yace rendido a los pies.

Asientos sanitarios tallados sobre el arrecife, con comunicación marina y vista directa al mar.

Un buen día, Marrero me comentó sobre el cementerio chino, yo había escuchado rumores que carecían de respaldo histórico, pero al parecer era cierto. A 100 metros del cayo, estaban los restos de los culíes chinos que habían muerto en accidentes laborales durante la construcción del faro.

Culíes o coolies, fue el apelativo utilizado para designar a los cargadores y trabajadores con escasa cualificación y mísera remuneración, procedentes de China, que eran contratados en las colonias españolas de América. La utilización de culíes o peones aumentó tras la abolición del comercio de esclavos y al parecer estos habían participado en la construcción del faro, donde algunos de ellos perdieron la vida en el peligroso trabajo de elevar y ensamblar las pesadas placas de hierro fundido que configuran la torre del faro.

Marreo me llevó a un montículo de arena cercano al faro y me aseguró que, bajo la duma, estaban enterrados los chinos accidentados. Mi reacción fue compleja y variable, en principio pensé excavar las ruinas arqueológicas del improvisado cementerio, y hacer fotografías forenses; luego, respondiendo a la ética del corazón, apagué la cámara, guardé silencio y recé para mí un Padre Nuestro, en memoria de aquellos desconocidos que habían encontrado la muerte lejos de su patria y familia.

Durante mi regreso a casa, mientras dormitaba cansado por el agotamiento natural del mar y el quemante sol, me propuse investigar la verdadera historia del cementerio chino, y como nuestro blog es mágico y la magia no conoces de desafíos, tomé poco tiempo en llegar a la web del Archivo General de Indias de Sevilla y sus 43.000 legajos, 80 millones de páginas y más de 8.000 mapas.

Fue así que conocí en detalle la historia del cementerio chino y la construcción del Faro, autenticado en las actas firmadas, selladas y celosamente custodiadas del Real Archivo de Indias. Nuestra historia continúa, queda mucho por contar.

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13 respuestas a “Viajando con Dios a Paredón Grande, norte de Ciego de Ávila (2).

  1. Otro éxito, querido amigo.

    Aún con los ‘ojos meones’ por la emoción de tu narrativa. Y escribiendo estas líneas, que se me dibujan borrosas, mirando a través de las lágrimas, cumplo mi promesa de ayer, de continuar leyéndote.

    La visita al veterinario, se me complicó después con algunos temas médicos míos, así como otros asuntos familiares, resultando imposible continuar ayer con lo que realmente me apetecía… leer tus anécdotas.

    ¡¡¡Olé tú!!!

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