Todos hemos cambiado: ¿Para Bien?

Era 10 de octubre de 1983, lo recuerdo con precisión porque aquí en Cuba es feriado y, además, era mi primera guardia médica como especialista de Medicina Interna en el Hospital de Ciego de Ávila, a orillas del río Magdalena, limítrofe con la flamante villa de Macondo.

No recuerdo con exactitud el contenido de mi pensamiento al interrumpir por primera vez en calidad de trabajador, en el pequeño y demandado hospital, pero apuesto sin temor a equivocarme, que pensaba en Honoré de Balzac, en la novela Papá Goriot, en una de las muchas frases que su autor puso en boca de Eugène de Rastignac: – «¡Qué hermoso es el mundo! ¡Qué feliz voy a ser!». Así era de ingenuo.

El hospital, en tiempos de su fundación, estuvo situado justo a las afueras de la ciudad, en la parte exterior de la muralla, en una acogedora posición extramuros. Más tarde, con el devenir del desarrollo urbano, la ciudad terminó por devorarlo con sus fauces, hasta engullirlo por completo y envolverlo por todos sus flancos:

– . ¿Cómo?, ahora me señalan que la ciudad de Ciego de Ávila nunca tuvo murallas para defenderse del ataque de los piratas.

– ¡Eso no importa hombre!, nuestro blog es mágico.

Es así que, a fuerza de magia, laboré de forma ininterrumpida durante 40 años, en mi querido y ya no tan pequeño hospital situado en medio de la ciudad, sitio obligado de descanso y abrevadero de todas las caravanas de comerciantes que transitaban por el oasis citadino en uno u otro sentido.

Todos llegaban al hospital, era parada reconocida de forma tácita por la multitud, como obligatoria. Algunos arribaban a refrescarse del calor del verano, otros a dar de beber a los camellos para luego continuar viaje hacia el desierto y los más, los muchos más, a visitar a los familiares y amigos que habían enfermado y permanecían ingresados, catalejo en mano, oteado permanente por los ventanales, a la espera de la visita de los buenos amigos y familiares.

Apoyo emocional. Visita familiar a pacientes hospitalarios.

Era ética y ancestral costumbre. Todo enfermo ingresado, debía ser visitado para demostrarle apoyo y expresarle máximas consideraciones; para reafirmarle que en la barriada le recordaban a diario y que, en el trabajo, todos esperaban por su pronto retorno.

Los visitantes solían llevar consigo dulces y golosinas para los enfermos, aunque estos fuesen diabéticos, porque eran aperitivos hechos por la abuela y si fuese el caso de un ingresado con sospechas de desnutrición, además de las ligeras golosinas reglamentarias, le obsequiaban una cantina metálica atestada de carne y chicharrones de puerco, porque eran del cerdito que él ayudó a criar, y para ello no importaba que estuviese ingresado por un infarto del miocardio y tuviese prohibida la ingestión de grasas. ¿Imaginan? A quién le va a caer mal unas cuantas postas de carne de puerco, con yucas embebidas en mojo de ajos y grasa del animalito sacrificado en honor al enfermo con la especial misión de alimentarle. ¡Que vengan el colesterol!, porque después de todo, hablamos de salvar la vida, y se trata de un enfermo.

Hago mi descripción a pie de chiste, pero os aseguro que la problemática abordada, tradicional y folclórica como nuestras palmas, constituía un contratiempo real. En pleno apogeo de la “era de las visitas”, calculé que cada enfermo recibía un promedio de 12 visitantes al día, todos cargados de provisiones, y algunos, los pertenecientes a la nobleza más arraigo de la ciudad y sus más añejos e hispanos apellidos, podían recibir hasta 30 visitantes. La visita a enfermos era una avalancha humana real, con características de maremoto.

Se hacía necesario poner orden y organizar todo aquello y puse en ello mis mejores intenciones, al igual que el colectivo de excelentes médicos y enfermeras con los que tuve el inmenso gusto de trabajar. Surge así un amplio esquema de visitas planificadas por servicios, escalonadas en horarios y en días alternos, con un punto de convergencia común: los domingos de 2 a 4 de la tarde, abierto sin restricciones para todos y todas, sin discriminación de credo o género.

Las planificaciones fueron calzadas con un amplio programa educativo, que comprendía charlas a todos los niveles, dirigidas a pacientes, acompañantes, familiares y visitantes. Alguna de las temáticas abordadas, hacían énfasis en el daño que producía el flan de calabaza y coco en los diabéticos descompensados y; el efecto negativo de los resguardos a base de cascarilla de huevo y polvo de arroz, en pacientes con asma bronquial.

Además, se recordaba a todos que no debían arrojarse colillas de cigarro en los pasillos, y que las enfermedades infecciosas querían decir eso, eran infecciosas y trasmisibles, y los acompañantes podían llevar la enfermedad con ellos a sus casas.

Todas las medidas tomadas resultaron inútiles, nada se puede en contra las tradiciones y el arraigo a las costumbres. El desfile de visitantes con mensajes y gestos de cariño para sus enfermos, era historia constituida y así debía continuar por los siglos de los siglos. Amén.


Luego llegaron las telenovelas, el cine en casa, internet, Facebook, subir fotos a Instagram, la inmigración masiva, el envejecimiento poblacional, y el fin de las tradiciones.

La realidad hoy no asemeja en nada a su antiguo y digámoslo de alguna forma “glorioso pasado”. Hoy muchos pacientes no reciben visitas, las tradiciones han cambiado y no existe tiempo para ello.

En ocasiones, en los enfermos que deliran y el interrogatorio médico no es fiable, se hace imposible obtener la información médica necesaria, porque el enfermo vive en soledad y ningún acompañante, si es que lo tiene, conoce mucho sobre él y lo que es aún más triste, muchos tienen hijos que partieron a otros destinos y son considerados paradigmas, porque regularmente le hacen llegar a los padres por medio de paquetes, las golosinas que algún tiempo atrás, se llevaban personalmente a los enfermos ingresados.

Si volviese por alguna razón el tiempo a sus orígenes, y Dios me diese el privilegio de volver empezar como lo hice aquel lejano año de 1985, mi primera acción está ya decidida: Cambiaría de inmediato toda la propaganda gráfica y la señalética del hospital y escribiría en mayúsculas continuadas:

«EN ESTE HOSPITAL TODOS SON BIENVENIDOS, NO IMPORTA EL DÍA Y LA HORA. EXISTE ESPACIO SUFICIENTE PARA EL AMOR Y LAS EXPRESIONES MATERIALES DE CARIÑO QUE TRAIGAN CON USTEDES, CUALQUIERA SEA SU NATURALEZA, PORQUE A LA LARGA, ES LA ANGUSTIA AL SENTIRSE ABANDONADO, QUIEN MATA AL ENFERMO».

O quizás, para no ser señalado como escritor emotivo, utilice una redacción más edulcorada, sin recurrir al uso sostenido de mayúsculas:

«Estimado visitante: conocemos que el apoyo de la familia y los amigos es fundamental para la recuperación de un paciente. Recomendamos acudir a las visitas en el horario más factible a sus intereses personales. Recuerda que somos flexibles y te apoyaremos si requieres venir de madrugada en horario extraordinario, solo tienes que solicitar la autorización al jefe del área donde se encuentra internado tu familiar».

Estupendo, me gustan ambas redacciones, seleccione usted la más apropiada a gusto, pero por favor, lo digo por humanidad: No dejen de visitar a sus enfermos.

#LoRealMaravilloso

#Existencialismo

#LiteraturaMágica

#HistoriaMágica

https://www.volfredo.com/


23 respuestas a “Todos hemos cambiado: ¿Para Bien?

  1. Buenos días profesor, excelente, como todo lo que escribe, como sufren nuestros pacientes críticos por esa falta de calor humano dentro de nuestras «peceras» Un fuerte abrazo, dios lo bendiga siempre

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  2. La civilización , la tecnologia, la inteligencia artificial va a pasos agigantados en nuestro mundo, pero en mi opinión aunque no de forma generalizada, es inversamente proporcional a la sensibilidad, amor filial, demostraciones de cariño y agradecimiento, que cada vez son más escasas, y los menos jóvenes hemos vivido esa decadencia tal y como la relatas en tu redacción de hoy. Agradecida por leerte y tener con quien coincidir en sentimientos.

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    1. Estimada Norma; una vez más coincidimos plenamente: el fanatismo hacia las tecnologías acaba por borrar las tradiciones y buenas costumbres. Cada vez con mayor énfasis, nuestros jóvenes dedican más tiempo a las redes y la publicidad, ignorando el soporte emocional de sus mayores. Hoy somos la nación más envejecida de América y a ello podemos añadir, desamparada en la soledad de la vejez y las minusvalías. Te invito a leer, el comentario de Margarita Rojas en el grupo de Facebook. Ella ofrece estadísticas vivenciales a nuestras consideraciones que validan cuanto hemos dicho. Gracias por tu interés y comentarios. Cordial abrazo.

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  3. Querido Volfredo, por razones ajenas y un poco propias llevo algunos dias fuera de circulacion de mis mas dilectos sitios como es tu (de muchos) blog, como habitual tus escritos tienen una gran profundidad y basadas en un humanismo no de ¨boca¨ … no se si estas familiarizado con la vida de los «sin hogar» en cualquier parte del mundo (por logica, la senectud y los abandonos a cualquier edad tienen una carga elevada)… te propongo leas «Causa Justa» de John Grisham como un acercamiento a tan complicado tema … por supuesto que, el abandono hospitalario o en un centro de atencion prolongada al anciano, cronico mental, deshabilitado u otras manifestaciones de minusvalia (aunque la palabra no sea muy aceptada), es cada vez mas cotidiano … vale, como señalética de pasillo hospitalario cualquiera de tus dos propuestas… ojala se apliquen/hagan realidad… un abrazo JJ Santos-Gracia

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    1. Estimado amigo y profesor, hemos batido récord en negativo y el gris de nuestro entorno destaca en el firmamento. Somos la población más envejecida de América y competimos por la punta a nivel mundial, lejos de tener una solución a la vista, el envejecimiento de nuestra población se agudiza día a día. Siempre fuimos orgullosos de nuestro capital humano, este renglón huelga en el recuerdo junto a otros muchos. Cumpliré mi promesa de poner nuevos anuncios y señaléticas en los pasillos del hospital, pero a este paso, no habrá visitante que las leas, serán poco más que objetos museables. Cordial abrazo y feliz domingo.

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      1. Gracias Amigo, muchas gracias, la realidad es innegable independiente de su aceptación o no. Cordial abrazo y feliz domingo, es un gusto tenerle del otro lado de la web

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  4. Querido doctor Volfredo, tu experiencia como médico y tu preciosa literatura mágica recordando otros tiempos nos hace pensar.
    Sí que todos hemos cambiado, depende de cada uno si para bien o para mal. Estoy totalmente de acuerdo en que el fanatismo hacia las nuevas tecnologías haga en los jóvenes mucho individualismo. No ven más allá de sus móviles. Pero también permiten comunicarnos activamente aunque no sea en modo presencial. Aquí, tuvimos una época en la que las entradas a los hospitales estaban muy restringidas. Afortunadamente, eso acabó y podemos ir en cualquier momento dentro de los horarios razonables, a excepción de la pandemia, que cómo es lógico, estuvieron prohibidas. Es cierto que, en todos lados, hay enfermos que están muy solos y las visitas y el cariño de sus familias son muy importantes para su mejoría. Esas palabras en mayúsculas deberían de estar a la entrada de todos los hospitales. Un fuerte abrazo.

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    1. Gracias, querida Marylia, que gusto recibir el apoyo de tus positivos comentarios. Hablo a todos desde Cuba, el país más envejecido de las Américas. La senectud y la soledad son sentimientos que, de hacerse dependientes y acompañar el uno al otro, impondrían un fuerte cuestionamiento a la razón y los valores de la existencia humana en nuestra moderna cultura, altamente tecnológica y a la vez sentimentalmente excluyente. Un gran abrazooo

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  5. Es cierto todo lo que dice. Lamentablemente, tengo muy reciente aún el fallecimiento de mi madre. He estado, por desgracia, con ella (al igual que con mi padre), demasiadas veces en urgencias de hospitales… Lo que se siente al estar allí; y ver, lo que se ve, te marca para siempre.
    Yo siempre quise ser enfermera, pero ahora ya dudo mucho que lo hubiera podido soportar. Me hubiera llevado a casa todos los días, la mochila del sufrimiento de los pacientes. Aunque, en verdad, eso compensaría la inmensa felicidad de haberles ayudado. En fin, mi vida seguro que habría sido otra muy diferente… pero ya no hay marcha atrás. En cualquier caso, soy feliz con lo que tengo, y ayudo sin darme tiempo ni siquiera a pensarlo, al que me necesita.
    ¡¡¡Pura visceralidad!!! ¡¡¡Qué por mi, no quede!!!
    Pasión y Alma de Niño… mis dos palabras favoritas.
    Un saludo.

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    1. Siento no estar cerca de ti, para contarte alguna historia. La compañía y la palabra hacen el bienestar, aunque algunos se empecinen en negarlo. Los hospitales siempre resultan en experiencias traumáticas, máxime cuando el enfermo está ligado a nosotros emocionalmente y no sobrevive. Reconozco que ha sido duro para ti.
      Siempre hay tiempo para empezar, yo fui médico intensivista toda mi vida y ahora que estoy jubilado y todo mi tiempo, me dedico a escribir. Mis textos son mensajes en botellas que luego tiro al mar, viajan sin dirección a todas partes.
      Imagino que hayas encontrado uno de mis mensajes viajado a la deriva, o más de uno, quedarás sorprendida cuando veas que, a manera de remitente, llevan escrita las palabras: Pasión y vida. Son las puntas de un mismo lazo. Cordial saludo

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      1. La maravilla de la Tecnología, es el buen uso que entre todos hagamos de ella… ¡¡¡servirá para unir, almas!!! Personas ‘con humanidad’, que a pesar de la distancia, se unen en un mismo corazón. Personas que tienen un mismo ideal, una misma filosofía de vida. ‘Haz el bien, y no mires a quién’. Gracias.

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      2. Es un gusto que nos visites y compartas con lo Real Maravilloso tus ricas experiencias y la belleza de tus jardines. Siempre serás bienvenida y recibida con sincero amor. Feliz día.

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