Durante su existencia, Dalí pintó más de 1500 cuadros. Sin mencionar los libros que ilustró, las litografías, los diseños escenográficos y una amplia variedad de dibujos. En ellos, Dalí desarrolló la idea del método paranoico-crítico. Una técnica en la que aparecían objetos o situaciones que se contraponen, pero al mismo tiempo se complementan.
“La persistencia de la memoria”, representa la perfección del «método paranoico-crítico» del artista, que intenta penetrar en un estado meditativo de alucinaciones psicóticas autoinducidas, para poder hacer lo que él llamó «fotografías de sueños pintadas a mano».
De esta rutina inusual, escribió: «Soy el primero en ser sorprendido, y a menudo aterrorizado, por las imágenes que veo aparecer en mis lienzos. Registro con toda la exactitud posible los dictados de mi inconsciente, mis sueños».
«La persistencia de la memoria» es una de las pinturas más populares del arte surrealista a nivel mundial.

El diminuto cuadro original, se conserva en el MoMA (Museo de Arte Moderno de Nueva York), donde llegó en 1934 como donativo de Helen Lansdowne Resor, magnate de la publicidad que posteriormente llegaría a ser patrona del museo; el precio pagado fue de 400 dólares. Así reza un fragmento del texto que aparece en el catálogo web de la prestigiosa institución: “Los objetos duros se vuelven inexplicablemente flojos en este sombrío e infinito paisaje onírico, mientras que el metal atrae a las hormigas como carne podrida. Aquí el tiempo ha perdido todo sentido”. El año antes de pintar este alucinante cuadro, Dalí formuló su «método paranoico-crítico», cultivando alucinaciones psicóticas para crear arte. «La diferencia entre un loco y yo», dijo, «es que no estoy loco».
Entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX muchos artistas visuales y críticos pensaban que la fotografía tomaría el lugar de la pintura, que se concebía como imitación de la naturaleza, por lo que consideraban que la disciplina estaba en decadencia. Las vanguardias artísticas surgieron, entre otras cosas, como una forma de superar este obstáculo aparente y darles un nuevo sentido a las artes plásticas.
El surrealismo es una escuela artística que nace de la literatura y pregona en mayúsculas la libertad creativa. Se aleja del formalismo y busca en el inconsciente, en el mundo interior de las personas, en el espacio donde yacen las ideas intimas no reprimidas, su materia prima y fuente de inspiración, al tiempo que huye de la realidad.
El término fue acuñado por André Breton en el Manifiesto Surrealista de 1924 y forma parte de las vanguardias artísticas europeas, aunque no de las primeras, sino aquellas del período de entreguerras.
Con fuerte influencia de las teorías psicoanalíticas de Freud, el surrealismo intenta alejarse de la lógica racional en las producciones artísticas, con miras a develar el subconsciente de los individuos.
Para entender el arte surrealista, o al menos pretender entenderlo, es necesario conocer el subconsciente y la forma de explorarlo, la forma de llegar, o intentar llegar (tengo dudas en relación al éxito de la intención), a su núcleo candente de hierro fundido y magnético, semejante al núcleo ígneo de nuestro planeta. Esa es la razón por la cual el subconsciente solo aflora a la superficie en erupciones volcánicas que resultan imposibles de predecir, al tiempo que hacen de estas espontáneas floraciones, el momento ideal para la creación surrealista.
La composición de la “La persistencia de la memoria” es simple y exalta cuatro elementos yuxtapuestos diferentes que provocan el asombro del espectador tanto por su heterogeneidad como por su singular aspecto:
- Los relojes que se derriten y detienen para atrapar el paso del tiempo.
- Las hormigas, que caminan sobre el único reloj firme que no se derrite, son tema recurrente en la obra de Dalí y representan la decadencia, en forma particular, cuando atacan un reloj de oro, como grotescas miniaturas orgánicas.
- El autorretrato del pintor que aparece en primer plano, se asemeja un caracol arrastrándose por el suelo, cuyo cuerpo se pierde en la oscura arena como huella de color.
- Y las representaciones surreales del paisaje, que corresponde a acantilados costeros de Cataluña, una vista cercana a la casa natal del pintor que perdura dentro de la escena onírica, y dentro de la cual puede observarse la sombra del monte Pani en el primer plano, mientras que el cabo Creus y su costa escarpada destacan en el fondo.
Interpretaciones hay muchas para este genial cuadro y su aparentemente sencilla composición onírica. Algunas de complejidad tal, que llegan a buscar la inspiración de “La persistencia de la memoria” en la teoría de la relatividad de Albert Einstein, a lo cual Dalí respondió en una ocasión en respuesta a estas hipóstasis: – “la verdadera musa para los relojes deformados era una rueda de queso Camembert que se había derretido al sol” “Los relojes blandos no son más que Camembert paranoico-crítico, tierno, extravagante y abandonado por el tiempo y el espacio”.
Resulta imprudente finalizar sin comentarles la anécdota davidiana más impresionante y conocida, entre las incuantificables que surgieron y acompañaron al pintor a lo largo de su prolongada e intensa vida:
En una ocasión Dalí visitó un centro para enfermos mentales en París. Mientras el director le enseñaba cada uno de los cuartos, Dalí se asomaba, examinaba al paciente y exclamaba «poco interesante». En el último cuarto miró la imagen de un hombre despeinado; con ojos desorbitados. Le llamó la atención y ante la mirada de aquel hombre loco y trastornado exclamó «Éste, éste, éste es un loco genial, se le nota enseguida». El director del psiquiátrico le contestó: «Pero señor Dalí, aquí no hay nadie. Está frente al espejo de un armario».

Con esa anécdota, la personalidad irónica e irreverente del pintor español Salvador Dalí queda al descubierto. Uno de los pocos pintores mágicos y a la vez reales, reconocidos y polémicos de la historia.
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