El último adiós.

El 27 de julio de 1890, el pintor más afamado que ha dado la historia se dispara en el abdomen con una pistola que había sustraído al dueño de la pensión donde se hospedaba en Auvers-sur-Oise, norte de Francia.

Su suicido era el final de un largo deterioro físico y mental, que no pudo evitar. Vincent van Gogh siempre fue un perdedor en vida y amores, y a duras penas pudo sobrevivir sus 37 años de existencia, sorteando frustraciones y desdichas que volaron sobre él, a lo largo de su existencia, como obscuros cuervos del mal presagio.

Esa fue su despedida, su último adiós, en un solitario “Campo de trigo con cuervos” de vuelo desconcertado y lúgubre.

Campo de trigo con cuervos. 1890; Auvers-sur-oise, Francia. Hoy en, Museo van Gogh, Ámsterdam.

Luego de disparase y mortalmente herido, regresa a hurtadillas a la pensión donde se hospeda, y a los testigos que le descubren agonizante manifiesta de inmediato “me lastimé en un sembradío, yo me dispare con una pistola. No culpen a nadie de esto, fui yo quien se quiso disparar, supongo haberlo hecho”.

Su muerte al igual que su vida fue también desdichada y su agonía se extendió por 48 horas, hasta sucumbir en manos de su hermano Theo mientas exclamaba «La tristeza durará para siempre».

Hubiese bastado la venta de uno solo de sus girasoles para sacarlos de golpe de la pobreza y la dependencia económica de su hermano que tanto le abochornaba. Murió sin ser reconocido social en vida, consumido por el fuego de su soledad y muchas desdichas.


Tras la muerte de van Gogh, la fortuna abrióse camino apenada. De golpe, todo cuanto hizo y tocó en vida convirtiose en oro y cobró valor infinito, reclamado con fervor y delirante pujanza, en subastas de todas las geografías.

El féretro de van Gogh se dispuso sobre la mesa de billar de la pensión donde vivía, y se le cubrió tan solo con una sábana blanca. Su hermano Theo y el dueño de la pensión, se encargaron de decorar la habitación colgando sus últimos cuadros en las paredes y luego rodearon sus restos mortales de velas, y flores amarillas, girasoles y dalias, que eran sus favoritas y delante del ataúd, a manera de guardia de honor, colocaron su caballete, su silla plegable, su paleta y sus pinceles.

Al entierro acudió mucha gente, tanto del pueblo como artistas llegados de París, entre los que se encontraban Pissarro. A las tres de la tarde sus amigos llevan el féretro al coche fúnebre. El cortejo partió entonces en silencio, hasta el cementerio de Auvers, en las afueras de la villa, y frente a los campos de trigo que tantas veces plasmó en sus pinturas. No hubo despedida de duelo, el Dr Gachet intentó decir algunas palabras acerca de la vida y obra de su gran amigo, pero la emoción le embargó de tal manera que solo acertó a decir un compungido “adiós”.

Desatose entonces un torbellino de reconocimientos post mortem plagados de sentimientos de culpabilidad: la familia por flaquear en el apoyo humano, los colegas contemporáneos, arrepentidos de que sus celos y desavenencias hubiesen cobrado la vida del pintor. Fue entonces cuando la indiferencia cedió paso a la devoción fanática.

Vale recordar, que en la primera exposición post mortem de cuadros de van Gogh, el también pintor post impresionista Toulouse-Lautrec al escuchar que el crítico de arte Henry de Groux desvariaba contra “esos asquerosos girasoles de un tal Sr. Vincent”, montó en cólera y le retó a duelo al día siguiente, pelea que se evitó gracias a la intervención de Octave Maus, que calmó milagrosamente los ánimos.

De la noche a la mañana, la historiografía de van Gogh, hizo populares y mundialmente reconocidos los lugares que en vida el genial pintor visitó y las posadas y hostales que fueron testigos de sus obras cobraron interés súbito. Es en estos momentos cuando Arles y Auvers aparecen en la historia del arte universal bajo el efecto mágico de invocar el nombre del pintor e incrustar en la pared una tarja conmemorativa.

El revolver con el cual van Gogh se disparó nunca apareció, pero se sabe que el propietario del hostal Ravoux, donde se hospedaba y luego muere, dio en ese tiempo su revolver por desaparecido.

En 1967, un agricultor de Auvers-sur-Oise, encontró en los campos donde se sabe que van Gogh se disparó, un viejo y oxidado revolver que guarda cierta correspondencia con el arma homicida. El calibre de 7mm del revolver corresponde con el de la bala encontrada en el cuerpo del artista luego de su muerte; el gatillo en posición abierta indicaba que el arma fue disparada; y el mal estado de conservación del revolver solo podía explicarse por su permanencia en la tierra a la intemperie por decenios.

Vincent van Gogh. Arama homicida. 27-7-1990.

Sin mucha resistencia y bajo el interés de los coleccionistas, estas pruebas se consideraron suficientes para autenticar el hallazgo.

El 2018 el revólver fue subastado por la casa Drouot, en París y adquirido por un comprador particular que ocultó su identidad y pagó 182.000 dólares.

La otrora apacible y despoblada aldea Auvers-sur-Oise cuenta hoy con un reconocido triángulo turístico considerado de oro, compuesto por: el albergue Ravoux, en cuya habitación número cinco murió el pintor y conservada las mesas, sillas y vasos que utilizaba el artista en vida, el cementerio del pequeño poblado que es punto de peregrinación obligatorio para los amantes de la historia del arte y es en la actualidad el segundo más visitado de Francia, después del de Père-Lachaise, en París y la Iglesia, que devastada por lluvias e inundaciones, se viene abajo entre ruinas.

Ignorada por todos y encorvada sobre sus ruinas, la Iglesia de Notre Dame de l’Assomption de Auvers desentona en una pequeña villa que es joya arquitectónica en la historia universal del arte.

Durante su permanencia en Auvers-sur-Oise, Van Gogh pinto muchas vistas de los alrededores del pueblo y sus edificios. A propósito del cuadro “La Iglesia de Auvers” escribió a su hermano: “El edificio es una mole violenta que se recorta contra el azul liso e intenso del cielo; los vidrios coloreados de las ventanas son como destellos de azul marino…”.

Notre Dame de l’Assomption de Auvers. The Church at Auvers. 1890. Hoy en, Museo de Orsay. Francia.

Cuando muere van Gogh, el párroco de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción se negó a oficiar el funeral. El hermano del pintor, Theo, tuvo que rectificar las invitaciones al velorio y el pintor fue enterrado en el cementerio de Auvers, sin servicio religioso previo, pues el sacerdote católico consideró que no era apropiado en el caso de un suicida.

En la actualidad, el templo que le negó un funeral católico al pelirrojo suicida que angustiado de delirios; se viene abajo destrozado por temporales e inundaciones.

Es el nombre del repudiado pintor el único que puede salvarla y hace dos años la alcaldesa de la pequeña villa francesa y las autoridades eclesiásticas hicieron un llamamiento para recaudar los fondos necesarios para su restauración capital, bajo el lema «Conviértase en mecenas de Vincent y Theo van Gogh». Los pagos online se pueden hacer desde la web www.institutvangogh.org.

Hasta la fecha, dos años después de iniciada la campaña, no se ha recibido ninguna contribución, la razón creo haberla explicado, dejo a ustedes la palabra.

#LoRealMaravilloso


3 respuestas a “El último adiós.

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