Claude Monet en el “Jardín de los nenúfares”.

Claude Monet, nacido el 14 de noviembre de 1840 en París, fue uno de los grandes maestros cuya obra y estilo le consagran como uno de los grandes exponentes del impresionismo. A través de su enfoque innovador y su habilidad para capturar las variaciones de la luz en escenarios al aire libre durante las cuatro estaciones del año, Monet dejó una huella indeleble en la historia del arte que nos invita hoy al disfrute del maravilloso mundo de colores y luces plasmado en su obra.

El impresionismo fue un movimiento artístico que surgió en la segunda mitad del siglo XIX. Sus artistas buscaban representar la realidad de una manera fresca y espontánea, alejándose de las convenciones académicas. Monet mantenía una particular obsesión por la luz y cómo esta afectaba los colores de la naturaleza y logra capturar en sus pinturas momentos fugaces, como la luz del sol al amanecer, las variaciones de la iluminación solar en el transcurso del día y el reflejo de los rayos sobre los muros de las catedrales góticas y los estanques de agua con sus flores.

Su serie de nenúfares es un ejemplo perfecto de su habilidad para representar la luz y la atmósfera en diferentes momentos del día. Monet aplicaba pinceladas rápidas y sueltas, creando una sensación de movimiento y espontaneidad en sus obras nunca antes lograda. Sus colores eran brillantes y vibrantes, lo que contrastaba con la paleta más apagada de la pintura académica precedente.

Monet fue pionero en la idea de pintar series, algunas de ellas compuestas por centenares de pinturas de una imagen común, en diferentes momentos del día y estaciones del año. Este atributo de su obra pictórica es innegable y lo caracteriza. Destacan entre los motivos comunes estanques con nenúfares o la catedral de Ruan, representados en diferentes condiciones de luz y estación del año, hasta crear una serie.

Rechazado en el Salón de París, la institución artística más importante de su época; Monet se vio obligado a exhibir su famosa obra “Impresión, sol naciente” en el Salon des Refusés, una exposición alternativa. El título de esta pintura dio nombre al movimiento e inspiró, con su enfoque en la percepción subjetiva y la experimentación con la luz, a muchas generaciones de pintores que le sucedieron, incluidos los postimpresionistas, los fauvistas, los expresionistas y las vanguardias del siglo XX.


Los Nenúfares de Claude Monet: Una Inmersión en la Naturaleza y la Luz

Claude Monet, el maestro del impresionismo, dedicó casi tres décadas de su vida a una serie de pinturas que se ha convertido en un ícono del arte: los Nenúfares. Inspirado por su propio jardín en Giverny, Monet creó más de 250 piezas en óleo sobre tela, que en la actualidad permanecen distribuidas por todo el mundo. Entre ellas, destacan los lienzos monumentales que se encuentran en el Museo de La Orangerie en París y el Museo de Arte Moderno de Nueva York.

Monet se sumerge en la naturaleza acuática de su jardín y los nenúfares, plantas flotantes con sus hojas verdes y flores delicadas, se convierten en los protagonistas de su obra. No se distingue la orilla del lago ni la línea del horizonte en los lienzos. Monet nos invita a sumergirnos en la superficie del agua y a contemplar la belleza efímera de estas flores capturadas en diferentes momentos del día y varias estaciones.

Los nenúfares se transforman bajo la luz del sol, al amanecer o al atardecer con pinceladas caligráficas y las combinaciones de colores armoniosas reflejan la danza de la luz sobre el agua.

Los lienzos monumentales, surgidos de su jardín, miden varios metros de ancho. Monet quería que el espectador se sumergiera en la obra, creando para ello un efecto de inmersión que antecede a las actuales las exposiciones de artes, que logran este afecto gracias a la aplicación de avanzadas tecnologías, que en última instancia resultan impersonales y, por tanto, carentes de emoción.

Sin líneas definidas ni profundidad espacial, los nenúfares se presentan como manchas de color en constante cambio. El estilo de Monet exige al espectador una mirada atenta y sensible.

Historia.

En 1883, Monet se trasladó a una finca, situada en la localidad de Giverny (a unos 75km de París) y la remodeló a su gusto y necesidad, hasta convertirla en un hermoso y colorido hogar para su familia, y en su taller particular al aire libre.

Al vislumbrar la casa desde fuera, sorprende la pintura rosada que cubre la fachada, en contraste con la carpintería verde de las puertas y las ventanas. Estas tonalidades parecen saltar del edificio, expandiéndose y transformándose en el sinfín de árboles, flores y plantas aromáticas que crecen en el jardín que lo rodea y en la tupida vegetación dispuesta en arcos que da la bienvenida al visitante.

Casa taller de Monet en Giverny, inspiración directa de su extensa obra pictórica en exteriores.

Al parecer, Monet era un gran admirador de Hokusai, Hiroshige y Utamaro, maestros del arte japonés cuyos grabados coleccionó durante cincuenta años. De hecho, fue precisamente la fascinación del pintor por esta cultura lo que le llevó a construir, en el centro de su jardín, el estanque de los nenúfares que protagonizarían con posterioridad su serie más célebre.

Para llevar el agua a su paraíso floral, Monet desvió el Ru, un pequeño brazo del río Epte, logrando así que su caudal sirviera de fuente para el pequeño lago que emplazó en el corazón del jardín. Sobre las aguas instaló un puente de estilo japonés, como aquellos que aparecían en su colección de grabados, para cruzar de un lado a otro. Sin embargo, en vez de pintarlo del rojo tradicional, Monet se decantó por un verde que se fundía mejor con el entorno.

El escenario se completó con arces, bambú, peonias japonesas, árboles de la especie ginkgo biloba (árbol de los 40 escudos), y sauces llorones. Los nenúfares llegaron más tarde, fruto de una serendipia o elección casual. «Me encanta el agua, pero también me encantan las flores. Por eso, una vez lleno el estanque, pensé en llenarlo de plantas. Cogí un catálogo y tomé una decisión al azar, eso es todo», afirmó Monet en una ocasión.

Jardín, fuente de los nenúfares y puente japonés en la actualidad. Disponible para visitas programadas. Foto: Fundación Claude Monet.

Esta obra de arte natural se convirtió en uno de los mayores orgullos del pintor, que pasaba horas contemplando los infinitos detalles del jardín e insistía en recibir a sus invitados en este maravilloso entorno, en vez de en el interior de la casa. Tras muchas jornadas observando los reflejos del cielo en el estanque, los cambios de luz sobre las aguas y aquellas evocadoras flores, protagonistas de su pequeño rincón japonés, Claude Monet comenzó a pintar la serie de los nenúfares en 1897. Así, el jardín de agua se convirtió en su lienzo viviente, una paleta de colores y formas que inspiró su serie más célebre.

En diálogo con la Naturaleza, los nenúfares, esas delicadas flores flotantes, se convirtieron en el objeto de su obsesión artística. Monet no solo los pintó, sino que también los cultivó con esmero. El estanque de Giverny, con sus sauces llorones y plantas exóticas, fue su fuente de inspiración donde alcanzó a fundir el arte y la vida en un creativo abrazo.

La serie de los Nenúfares acompañó a Monet durante las últimas tres décadas de su vida, desde finales de la década de 1890 hasta su muerte en 1926. Casi treinta años dedicados a explorar la luz, el color y la textura de estas flores acuáticas. En total, más de 250 piezas en óleo sobre tela, dispersas hoy por todo el mundo, vieron la luz.

Visitando el Jardín de los Nenúfares.

Hoy, el Jardín de Giverny sigue siendo un lugar de ensueño. Los nenúfares florecen en primavera y verano, pintando el agua con sus tonos suaves, mientras los sauces llorones se inclinan sobre el estanque, creando un escenario de paz y armonía.

El jardín permanece abierto desde abril hasta octubre y puedes adquirir las entradas en línea o taquilla. Ello da derecho a caminar por los senderos naturales tras los pasos de Monet, cruzar el puente japonés, admira los nenúfares, y disfrutar del silencio y la serenidad del lugar, inmerso en la contemplación del paisaje.

En Giverny, los nenúfares de Monet siguen flotando, como sus pinceles en el lienzo, recordándonos a todos, la belleza efímera de la vida y la eternidad del arte verdadero.


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21 respuestas a “Claude Monet en el “Jardín de los nenúfares”.

  1. Cuando estuve en Normandía tuve la suerte de ir a Giverny y visitar la casa y los jardines de Monet, quedando maravillado de tanta belleza. Escribí este poema que espero les guste:

    La casa en Giverny

    Todo el día visitando la casa.
    bebendo con los ojos ebrios de luz
    las armoniosas reverberaciones de las paredes
    y habitación por habitación la silenciosa maravilla
    de impresiones como ventanas abiertas
    a paisajes primaverales y vida japonesa.
    En el jardín de viento y azul.
    un perro corría por los setos
    y unos niños detrás de él
    estaban pateando una pelota vieja
    pisotearon la hierba y se rompieron
    Las ramas pasan a toda prisa.
    Los vimos repetir nuestras carreras.
    entre los árboles y las hileras verdes
    cuando eras camille y me diste
    tu juventud inmadura.
    Adentro, en mi cabeza
    sonreiste melancólicamente al azul
    al amarillo al rosa de las flores
    y en tu suave llanto
    derritiste los colores.
    En la magia del recuerdo yo era Monet
    que detuvo en la lona
    la luz cambiante en tus ojos
    lleno de lágrimas silenciosas
    como sus nenúfares sobre el agua.
    En ese día soleado una sombra
    sentado al pie de un arce rojo
    retrataba a una mujer en el viento
    vestido con nubes ligeras
    presagio de belleza inmortal.

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    1. Estimado amigo, considero una gentil cortesía, y mucho, el hecho de hacernos llegar sus experiencias personales y emociones durante su visita a Giverny. Esta colaboración engrandece nuestro blog y nuestro trabajo desde sentida poesía. Un cordial abrazo.

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