El desmesurado descalabro de “Blancanieves”.

La anticipada «Blancanieves» de Disney (2024), dirigida por Marc Webb y protagonizada por Rachel Zegler, se erige como un caso de estudio paradigmático de un fracaso cinematográfico gestado mucho antes de su estreno. Más allá de la taquilla, este proyecto se ha estrellado contra una pared de controversia y desinterés, evidenciando una profunda desconexión entre la visión de la productora y las expectativas del público. Para desentrañar las causas de este descalabro, es necesario analizar la obra a través de la lente de la crítica especializada, enfocándonos en la deconstrucción del mito original, la apropiación de discursos progresistas sin la necesaria profundidad, la problemática elección de casting y la preocupante erosión de la confianza en la marca Disney.

Blancanieves y los siete enanitos (Snow White and the Seven Dwarfs, 1937, es el primer largometraje de animación producido por Walt. La película es una adaptación del cuento de hadas homónimo que los hermanos Grimm publicaron en 1812.

Uno de los pilares fundamentales del fracaso reside en la deconstrucción superficial del cuento clásico. Si bien la relectura de los cuentos de hadas es una práctica común y a menudo fructífera en el cine contemporáneo, la adaptación de “Blancanieves” se percibe como una caricatura ideológica con imagen woke, un intento torpe de subvertir el relato original sin comprender su esencia. En lugar de una reinterpretación matizada y reflexiva, se presenta una Blancanieves que rechaza el amor romántico y aspira a liderar un reino, relegando al Príncipe a un rol secundario o incluso inexistente. Este cambio, en sí mismo no necesariamente negativo, se siente forzado y carente de una justificación narrativa convincente.

La crítica se ha centrado en la ausencia de profundidad en la exploración de estos nuevos ideales. La Blancanieves empoderada se convierte en un cliché prefabricado, una figura que repite consignas feministas sin una verdadera internalización o desarrollo de su personalidad. Se sacrifica la complejidad psicológica del personaje en aras de una agenda ideológica, transformando la historia en una pieza de propaganda más que en una obra de arte. En este sentido, la película se une a una tendencia preocupante dentro de las adaptaciones de Disney, donde la subversión de los roles tradicionales se traduce en una simplificación de los personajes y una pérdida de la magia inherente al cuento.

Esta apropiación superficial de discursos progresistas se agrava con la controversia en torno al casting. La elección de Rachel Zegler, una actriz latina, para encarnar a Blancanieves generó un debate exacerbado por comentarios desafortunados de la propia actriz, que minimizó la importancia del relato original y menospreció el papel del Príncipe. Más allá de las reacciones polarizadas, el problema radica en la falta de coherencia entre la narrativa propuesta y la representación en pantalla. Se critica la instrumentalización de la diversidad como una estrategia de marketing, en lugar de una decisión artística justificada por la visión creativa del director. En este sentido, la película se convierte en un ejemplo de señalización de la virtud, un intento de proyectar una imagen progresista sin un compromiso real con los valores que pretende defender.

La nueva reinvención de los “Siete enanitos”, poco tiene que ver con la imagen clásica.

El rediseño de los siete enanitos, reemplazados por criaturas mágicas diversas en altura y género, también ha sido objeto de duras críticas. Si bien la intención de evitar estereotipos potencialmente ofensivos es comprensible, la solución adoptada resulta artificial y visualmente desarticulada. Se acusa a la producción de ceder a la presión mediática sin comprender la función simbólica de los enanos en el cuento original. La imagen de estas criaturas, supuestamente “empoderadas” pero visualmente genéricas, refuerza la idea de una adaptación carente de originalidad y visión artística. Se echa de menos la singularidad y el encanto que caracterizaban a los enanitos clásicos, transformándolos en personajes intercambiables y sin personalidad.


Otro factor determinante en el fracaso reside en la erosión de la confianza en la marca Disney. Durante décadas, la productora se ha consolidado como un sinónimo de magia, calidad y entretenimiento familiar. Sin embargo, en los últimos años, esta imagen se ha visto comprometida por una serie de adaptaciones fallidas, remakes innecesarios y decisiones creativas cuestionables. La sobreexplotación de su catálogo, la falta de innovación y la priorización de la corrección política sobre la calidad narrativa han contribuido a la pérdida de interés del público en sus producciones. “Blancanieves” se convierte en un síntoma de esta crisis, un ejemplo de cómo la búsqueda de la relevancia social puede eclipsar la esencia artística de una obra.

Además, el aspecto visual de la película ha generado preocupación. Las imágenes filtradas muestran una estética recargada y poco inspirada, que recuerda a las producciones de bajo presupuesto. Se critica el uso excesivo de CGI (imágenes generadas por computadora) y la falta de atención al detalle en el diseño de los escenarios y el vestuario. En lugar de recrear la atmósfera mágica y onírica del cuento original, la película parece apostar por un estilo visual genérico y poco memorable. La calidad de los efectos visuales, crucial en una producción de esta envergadura, se percibe como mediocre y decepcionante, alimentando las dudas sobre la capacidad de Disney para mantener los estándares de excelencia que la caracterizaban.

Recepción crítica

La BBC reportó que los críticos de cine británicos mayormente criticaron negativamente la película, mientras que la recepción de los críticos estadounidenses fue más favorable. En el sitio web agregador de reseñas Rotten Tomatoes, el 43% de las 178 reseñas de críticos son positivas, con una puntuación media de 5,4/10. No obstante, el sitio web IMDb calificó a la película con una de las puntuaciones más bajas de la crítica con 2.3 estrellas de un total de 10, y el sitio

Peter Bradshaw de The Guardian la calificó de «agotadoramente horrible» con «agobiantes añadidos pseudo-progresistas» y criticó los papeles de Zegler y Gadot como «las actuaciones más aburridas de sus vidas». Johnny Oleksinski del New York Post escribió: «El clásico atemporal, un logro innovador para la animación, se ha convertido en otro autómata de acción real, inútil y extraño que desaparece de tu mente en el momento en que termina».

El fracaso de “Blancanieves” de Disney (2024) no es un evento aislado, sino el resultado de una serie de decisiones problemáticas y tendencias preocupantes dentro de la industria cinematográfica. La deconstrucción superficial del cuento original, la apropiación de discursos progresistas sin profundidad, la problemática elección de casting y la erosión de la confianza en la marca Disney se combinan para crear un producto final que carece de alma y autenticidad. La película se convierte en un espejo roto que refleja las contradicciones y las debilidades de una industria obsesionada con la corrección política y la rentabilidad a corto plazo, en detrimento de la calidad artística y la conexión emocional con el público.

Para recuperar su credibilidad y su magia, Disney necesita urgentemente replantear su estrategia creativa y volver a conectar con la esencia de las historias que la han convertido en un referente cultural. El futuro de la productora depende de su capacidad para aprender de este estrepitoso fracaso y recuperar la confianza de un público cada vez más exigente y desilusionado.

Lo Real Maravilloso, como ya es costumbre, esperará por los necesarios cambios observando desde la primera fila.

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10 respuestas a “El desmesurado descalabro de “Blancanieves”.

  1. No he visto la película, aunque ya tenemos aquí, en las plataformas de televisión, todas las de los Óscar que tú nos has brindado en tus entradas, pero quizás el varapalo de Blancanieves sea por el recuerdo tan bonito que se tiene de la original al ser una adaptación deslucida, según comentan algunos críticos. Gracias por compartir, amigo. Un fuerte abrazo.

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  2. While I understand the financial motivations Disney has for making live-action versions of its 2-D animated films using CGI and, well, «live action» cinematography, I’m puzzled by some of its artistic choices. Sure, some things that were culturally acceptable in 1938 are dodgy (at best) in 2025. But to go out of their way to radically change the dwarves in Snow White is…questionable.

    As for Rachel Ziegler…I loved her in Spielberg’s West Side Story. Her Maria touched me more emotionally than Natalie Wood’s 1961 version. Partly because Ms. Ziegler is closer in age to the character, but mostly because though she’s not Puerto Rican, she’s Latina. (She has Colombian heritage, just like me!)

    I’m not going to see this in theaters, and since I’m really not into Disney’s live action remakes (I did like Beauty and the Beast, but it wasn’t 100% necessary), I doubt I’ll watch it on Disney+.

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    1. Disney’s financial motivations behind its live-action remakes are certainly understandable—nostalgia sells, and the combination of CGI and «live-action» cinematography continues to draw audiences and generate significant revenue. However, your point about some of their artistic decisions being puzzling hits a chord. Change is inevitable in storytelling, especially when cultural norms evolve over decades. Yet, the decision to radically reinterpret the dwarves in Snow White does feel like it warrants more explanation or artistic rationale.

      Regarding Rachel Ziegler, your appreciation for her portrayal in Spielberg’s West Side Story shines through beautifully. It’s fascinating how the authenticity and emotional resonance of her Maria struck a deeper chord with you compared to Natalie Wood’s 1961 interpretation. Representation matters, and knowing that Ziegler shares Latina heritage—particularly Colombian, as you do—adds another layer of connection and pride. It’s heartwarming to see the richness of Latino/a identity embraced in modern cinematic storytelling, even in roles that push boundaries.

      In the end, these remakes spark such varied and passionate discussions because they’re reimagining beloved classics, but also because they intertwine nostalgia with an evolving cultural landscape. They’re not just retellings; they’re reflections of the current moment.

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  3. Un gran análisis, Volfredo. No he visto la película, así que no puedo comentar en profundidad, pero quisiera agregar que un backlash en contra fueron los comentarios de Rachel Z. en apoyo de Palestina y el boicot que pretende el lado judío (que apoya los comentarios pro-Israel de Gadotl). Por otro lado, el que Rachel sea latina no debería ni ser un tema de controversia. Qué importancia tiene el color de una piel para esos significados profundos que aspiramos? Por último, como mujer, que de niña creció con todas las películas de princesas hermosas, delicadas y en necesidad de rescate, propongo que esos cuentos se archiven y se creen nuevos: unos en que ni la mujer ni el hombre queden disminuidos.

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  4. Estimado Volfredo, fracaso absoluto de Disney, que se ha pasado de frenada en su corrección política, su desafinado canto woke y su papanatismo y mojigateria. Supongo que el fracaso económico pasará factura, nunca mejor dicho, a unos ejecutivos que viven en una burbuja que los aisla del mundo y la realidad.

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