En el Capítulo XLV de la Segunda Parte de “Don Quijote de la Mancha”, Sancho Panza, como gobernador de la ínsula Barataria, se enfrenta a varios casos judiciales. Uno de los casos más notables es el de una joven que entra al juzgado pidiendo justicia después de haber sido violada. La joven acusa a un hombre de haberla forzado y exige que se le haga justicia.
Sancho, con su sentido común y su deseo de ser justo, escucha atentamente a ambas partes. Después de considerar los argumentos, Sancho dicta una sentencia que refleja su sentido de la equidad y la justicia. Ordena que el hombre pague una dote a la joven para que pueda casarse y así reparar, en la medida de lo posible, el daño causado.
Este episodio es significativo porque muestra la evolución de Sancho como personaje. A pesar de su falta de experiencia y educación formal, Sancho demuestra ser un gobernador justo y compasivo, capaz de tomar decisiones sabias y equilibradas.
La situación es inherentemente cómica, ya que Sancho, un campesino sin educación formal, se encuentra en una posición de autoridad. Esto resalta la ironía del sistema social y político de la época, donde alguien sin preparación puede ejercer poder sobre otros. A través de los casos que Sancho debe resolver, Cervantes explora la complejidad de la justicia. Sancho intenta ser justo, pero sus decisiones a menudo reflejan su sentido común y su experiencia personal más que un conocimiento profundo de la ley. Esto plantea preguntas sobre lo que realmente significa ser un buen gobernante.
Cervantes utiliza la figura de Sancho para criticar la hipocresía y la corrupción en el sistema judicial de su tiempo. A menudo, los que están en el poder no actúan con justicia, mientras que Sancho, un hombre del pueblo, intenta hacerlo.
Este pasaje no solo es una fuente de humor y entretenimiento, sino también una reflexión profunda sobre la justicia, la naturaleza del poder y el crecimiento personal.
En este fragmento de Don Quijote, Sancho Panza, recién nombrado gobernador de su ínsula, enfrenta un curioso caso de justicia. Una mujer entra al juzgado, agarrada de un hombre rico, clamando por justicia tras haber sido despojada de su dinero, que había protegido celosamente durante más de veintitrés años. El hombre, un ganadero, defiende su inocencia, alegando que se encontraron por casualidad y que pagó lo suficiente por su compañía.

Sancho, con astucia, ordena que el ganadero entregue su dinero a la mujer. Esta, agradecida, se lo lleva, pero el hombre, angustiado, recibe la orden de recuperar la bolsa. Regresan ambos al juzgado, luchando por el dinero. La mujer grita que no se lo quitará, mientras el hombre admite su rendición. Sancho, admirando la valentía de la mujer, le aconseja que, si hubiera mostrado esa misma determinación para proteger su cuerpo, habría estado a salvo de cualquier ataque. Finalmente, le ordena que se marche y no vuelva, mientras envía al hombre con su dinero, dejando a los presentes asombrados por su juicio. Así, la escena revela tanto la astucia de Sancho como su inusual sentido de la justicia.
Repasando la bella historia del Ingenioso Hidalgo y su fiel escudero Sancho Panza, resulta agradable recordar que este se convierte en gobernador de la ínsula Barataria, un título que Don Quijote le promete en su búsqueda de aventuras y recompensas. En un momento de locura y entusiasmo, el caballero le asegura a su fiel escudero que algún día le otorgará un gobierno, un sueño que Sancho atesora a lo largo de sus peripecias.
La separación entre Sancho y Don Quijote ocurre cuando el caballero se lanza a una nueva aventura, en la que busca liberar a un grupo de cautivos. Durante esta aventura, se encuentra con la posibilidad de que Sancho asuma temporalmente el gobierno de la ínsula, un encargo que el duque y la duquesa, en una de sus travesuras, deciden concederle como parte de una broma hacia ambos personajes.

Mientras Sancho ejerce su gobierno, Don Quijote sigue sus propias aventuras, lo que los lleva por caminos diferentes. Esta separación se debe a la naturaleza errante de Don Quijote, que no puede resistir el llamado de la caballería, mientras Sancho, al asumir su nuevo rol, se enfrenta a las responsabilidades de gobernar. Esta situación crea un contraste entre las aspiraciones de Sancho y la locura idealista de su amo, marcando un punto de inflexión en su relación.
Aquí les dejo el capítulo mencionado, trascrito al español moderno para facilitar la lectura, Este pasaje es una de las joyas indiscutible de la más grande novela escrita en español a lo largo de la historia: “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, novela del español Miguel de Cervantes Saavedra, publicada en el año 1605.
Capítulo XLV: De cómo el gran Sancho Panza tomó posesión de su ínsula y del modo en que comenzó a gobernar.
Una mujer entró al juzgado agarrada fuertemente de un hombre vestido de ganadero rico. Venía gritando:
—¡Justicia, señor gobernador, justicia! Si no la encuentro en la tierra, iré a buscarla al cielo. Señor gobernador de mi alma, este hombre me ha atrapado en medio del campo y se ha aprovechado de mí como si fuera un trapo sucio. ¡Desdichada de mí! Me ha robado lo que había guardado durante más de veintitrés años, protegiéndolo de moros y cristianos, de gente del lugar y extranjeros. He estado siempre firme como un alcornoque, manteniéndome intacta como una salamanquesa en el fuego o como lana entre las zarzas, para que este buen hombre ahora venga con manos limpias a manosearme.
—Eso aún está por averiguar —dijo Sancho—, si realmente tiene limpias las manos este galán.
Luego se volvió hacia el hombre y le preguntó qué decía en respuesta a la queja de la mujer. Él, todo nervioso, contestó:
—Señores, soy un pobre ganadero de cerdos. Esta mañana salía de aquí a vender cuatro puercos, y con lo que pagué de impuestos y comisiones, apenas recuperé su valor. En el camino, me encontré con esta señora, y el diablo hizo que acabáramos juntos. Le pagué lo suficiente, y ella, descontenta, me ha traído aquí. Dice que la forcé, y eso no es cierto, lo juro, y esta es toda la verdad, sin faltar un ápice.
Entonces el gobernador le preguntó si tenía dinero en plata. Él dijo que tenía hasta veinte ducados en una bolsa de cuero. Sancho mandó que la sacara y se la entregara a la mujer. Él, temblando, lo hizo; ella tomó la bolsa, agradeció a todos y rogó a Dios por la vida y salud del gobernador, que así cuidaba de las huérfanas y doncellas. Luego salió del juzgado, llevándose la bolsa con ambas manos, aunque antes miró si el dinero era realmente de plata.
Apenas salió, Sancho le dijo al ganadero, que ya estaba llorando y preocupado por su bolsa:
—Buen hombre, ve tras esa mujer y quítale la bolsa, aunque no quiera, y vuelve aquí con ella.
No lo dijo en vano, porque el hombre salió corriendo como un rayo. Todos los presentes estaban expectantes, esperando el desenlace de aquel pleito, y poco después volvieron el hombre y la mujer, más agarrados que antes. Ella tenía la bolsa en el regazo y él intentaba quitársela, pero no podía porque ella la defendía. Gritaba:
—¡Justicia de Dios y del mundo! Mire, señor gobernador, la poca vergüenza de este desalmado, que en plena calle intenta quitarme la bolsa que usted me mandó dar.
—¿Y te la ha quitado? —preguntó el gobernador.
—¿Cómo me la va a quitar? —respondió la mujer—. Antes me dejaría quitar la vida que me quiten la bolsa. ¡Bonita es la niña! ¡Otros problemas me habrán de echar en cara, que no este desventurado! ¡Ni siquiera las garras de leones podrían sacármela de las manos!
—Ella tiene razón —dijo el hombre—, y me rindo, no tengo fuerzas para quitársela, así que déjenla.
Entonces el gobernador dijo a la mujer:
—Muestra, valiente y honrada, esa bolsa.
Ella se la dio, y el gobernador se la devolvió al hombre y dijo a la mujer:
—Hermana, si tu valentía y determinación para defender esta bolsa las hubieras mostrado, aunque fuera la mitad, para proteger tu cuerpo, ni las fuerzas de Hércules te harían frente. Vete con Dios, y no te quedes en esta ínsula, ni en seis leguas a la redonda, bajo pena de doscientos azotes. ¡Vete ya, desvergonzada!
La mujer se espantó y se marchó cabizbaja y descontenta, y el gobernador dijo al hombre:
—Buen hombre, ve a tu lugar con tu dinero, y a partir de ahora, si no quieres perderlo, asegúrate de no meterte en problemas con nadie.
El hombre le agradeció lo peor que pudo y se fue, dejando a los presentes admirados por los juicios y sentencias de su nuevo gobernador. Todo esto fue anotado por su cronista y enviado al duque, que lo esperaba con gran interés.
Y aquí se queda el buen Sancho, que tiene prisa por su amo, que está alborotado con la música de Altisidora.
#LoRealMaravilloso
#PeriodismoCrítico

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Thank very much dear Satyam
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Leí tus tres artículos sobre el tema , claro que sí, que el asunto es muy particular y aislado y entiendo que mucha gente piensan lo mismo, que fue innecesario montar tanto ruido y politizar el asunto.
Perooooo…estan implicados tanto hombres, y más hombres los que sabían de ello y no lo consideran un delito …eso sí es muy peligroso y totalmente incomprensible. La sociedad esta enferma y hay que hablar de ello en la voz alta, lo creo yo.
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Siempre he admirado tu juicio y forma racional de ver la sociedad, con sus virtudes y tristezas. Tienes mucha razón, la sociedad está enferma y no hay que añadir maldad, compromiso ou ocultamiento a los ya numerosos males, debemos hablar de ello en voz alta. Feliz semana.
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Leí tus tres artículos sobre el tema, dejé el comentario, pero no lo veo por ningún lado, entonces repito. El caso es bastante peculiar y aislante , no es una cosa común de la que hay que hablar para prevenir, y a muchos les molesta el jaleo mediático sobre el asunto. En cierto modo llevarían razón, si no fuera tantos hombres participando y todavía más sabiendo del caso , sin considerarlo un acto delictivo , eso sí , es muy peligroso y hay que hablar de ello.
Una pregunta…¿Cual es la moraleja de tercero artículo donde se menciona la sabiduría de Sancho Panza?
Un abrazo.
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