La diversidad religiosa en la Cuba de hoy: cuando el zapato aprieta.

En el rico tapiz cultural cubano, donde se entremezclan tradiciones africanas, españolas y aborígenes, encontramos expresiones populares que, con su humor ácido y certero, retratan la idiosincrasia del pueblo. Una de ellas, tan conocida como controvertida, es la frase: «La gente solo recuerda a Dios cuando le aprieta el zapato».

A simple vista, la expresión parece una crítica a la hipocresía, a la tendencia a buscar refugio en la fe solo cuando las dificultades arrecian. Sin embargo, un análisis más profundo nos revela una realidad mucho más compleja, donde se conjugan la fe, la ironía y la resiliencia del cubano.

Por un lado, la frase reconoce la profunda religiosidad que ha marcado la historia de Cuba. Desde la llegada de los colonizadores españoles, el catolicismo se arraigó en la isla, dejando una huella imborrable en la cultura y las tradiciones populares. Esta religiosidad se ha visto enriquecida con la influencia de las religiones africanas, dando lugar a un sincretismo religioso único y vibrante.

Pero más allá de la crítica, la frase también encierra una profunda verdad sobre la naturaleza humana. En momentos de crisis, cuando nos sentimos vulnerables y desamparados, es natural buscar refugio en aquello que nos da seguridad y consuelo. La fe, para muchos cubanos, representa precisamente eso: un faro de esperanza en medio de la tormenta.

La popular frase también nos recuerda que la fe no debe ser un refugio pasivo ante las dificultades. La verdadera fe, según nos enseñan las propias tradiciones religiosas, debe impulsarnos a actuar, a luchar por un mundo más justo y equitativo.

La expresión «La gente solo recuerda a Dios cuando le aprieta el zapato» es una compleja reflexión sobre la fe, la ironía y la resiliencia del pueblo cubano. Es una frase que nos invita a cuestionar nuestra religiosidad y buscar el camino de la fe auténtica, comprometida con la justicia social y la transformación de nuestro mundo, que tanto necesita del Poder Divino en medio de las dificultades y el caudal de incertidumbres por el que navegamos.


A día de hoy, la religión parece omnipresente en Cuba, en una deslumbrante diversidad que impresiona a todos: Las campanas suenan en iglesias católicas y el llamado a la oración convoca a los musulmanes en el centro de La Habana. Budistas entonan mantras mientras se reúnen en la casa de un músico de jazz, mientras no lejos de ellos, los devotos de la Santería inundan los sentidos al bailar y golpear tambores en altares llenos de iconos que rinden homenaje a las deidades afrocubanas y dejan ofrendas a Yemayá, diosa del mar.

La constitución de Cuba incluye disposiciones para la libertad religiosa y prohíbe la discriminación basada en la religión, para ello, tan solo es necesario cumplir con el requisito legal del registro oficial de cada grupo religioso.

No obstante, en la actualidad, algunos académicos y líderes religiosos aseguran que se necesitan más avances hacia la plena libertad religiosa, como facilitar el proceso para construir lugares de culto, permitir acceso a los medios de comunicación estatales para difundir mensajes basados en la fe, y restablecer las escuelas religiosas privadas. No obstante, se han logrado avances significativos; que algunos reconocen como el “renacimiento religioso cubano”.

Más del 60% de los 11 millones de personas en Cuba están bautizados como católicos, según la iglesia. Pero los expertos estiman que igual o más personas también siguen tradiciones afrocubanas como la Santería y no son pocos, los que practican ambas religiones de forma simultánea: “Los cubanos son creyentes, pero a veces creen en todo” y así lo ha afirmado Mons. Ramón Suárez, párroco de la arquidiócesis de La Habana y autor del libro: “Historia de la Iglesia Católica en Cuba”.

Procesión de la Virgen de la Caridad del Cobre; también Oshún, y orisha yoruba. Patrona de todos los cubanos.

El panorama religioso de Cuba es tan diverso que sería erróneo decir simplemente que la isla es católica o de santera, asegura Maximiliano Trujillo, profesor de filosofía en la Universidad de La Habana, que ha escrito sobre la religión cubana. “Hay una religiosidad única”, manifestó. “En Cuba, no es raro que alguien vaya a conocer a un sacerdote de la Santería por la mañana, visite un templo pentecostal por la tarde, y por la noche vaya a Misa y no vea con ello ningún tipo de conflicto en su espiritualidad”.


La primera visita papal a la isla en 1998 marcó un punto de inflexión que llevó a la aceptación gubernamental de algunos eventos religiosos al aire libre y la celebración de la Navidad fuera de las iglesias por primera vez en más de tres décadas. Juan Pablo II marcó el inicio de la apertura. Hubo un antes y un después.

Juan Pablo II fue recibido en el aeropuerto de La Habana por Castro, quien vestía de traje y corbata en lugar de su uniforme militar típico. “Que Cuba, con todo su magnífico potencial, se abra al mundo, y que el mundo se abra a Cuba”, dijo el Papa.

Muy popular en Cuba es también la santería, que fusiona el catolicismo con tradiciones afro caribeñas. La santería nació como una forma de resistencia entre las comunidades negras de Cuba, y su origen se remonta a siglos atrás, cuando los colonos españoles trajeron cientos de miles de africanos esclavizados a Cuba, muchos de ellos pertenecientes a las tribus yoruba de Nigeria. La santería permaneció mucho tiempo en los márgenes políticos debido a su naturaleza dispersa y no jerárquica, y siglos de tabú y racismo. Hoy, podemos afirmar que, en los últimos años, ha crecido en prominencia.

Más allá del catolicismo y la santería, Cuba tiene numerosas religiones más pequeñas, pero vibrantes; entre ellas sinagogas judías donde practican su fe alrededor de 1,000 judíos como miembros de Beth Shalom.

La única mezquita en La Habana abrió en 2015 y la comunidad musulmana ha crecido alrededor de 2,500 personas en todo el país. Esta es otra de las muchas expresiones de la diversidad religiosa que aflora hoy con vigor creciente a lo largo y ancho de nuestra geografía.

En Cuba, a día de hoy, la religiosidad deslumbra omnipresente en su diversidad de manifestaciones.

Cuenta la tradición que San Isidro organizaba año tras años un almuerzo para las personas más humildes de la ciudad. Uno de esos años, la convocatoria superó la previsión de comida. Alertado por su mujer, Isidro insistió en que fuera a la olla y le sirviera comida a uno de los últimos comensales en llegar y al dirigirse al fuego, Santa María de la Cabeza vio que la olla estaba repleta de comida que crecía en cantidad, mientras la entregaba a los necesitados. Ese hecho la hizo creer que su esposo era un santo.

Además de lo mencionado; a San Isidro se le reconocen casi 500 milagros, entre los que se destacan el elevar las aguas de un aljibe, la no putrefacción de su cadáver durante años, sanar a enfermos y devolverle la vida a María de Vargas, hija de su patrón.

Recientemente, los creyentes de todo el mundo celebraron la festividad de San Isidro Labrador, Santo Patrón de la Ciudad de Madrid y otras muchas ciudades en Latinoamérica.

Cuenta el humor popular cubano, siempre respetuoso de la religiosidad, que la oración, para pedirle ayuda y no solo lluvias, reza de la forma siguiente:

– Te suplicamos que seas nuestro intercesor

para con el Altísimo,

a fin de que este divino Señor

se apiade de nuestras miserias,

y, por un acto de su infinita bondad,

nos conceda vivir en paz en esta vida,

y que gocemos en la otra

las eternas delicias de la gloria.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén-.

(Tomado del devocionario católico de San Isidro)


¿Será que a los cubanos rezamos hoy porque nos aprieta el zapato? Es importante recordar que esta expresión popular no debe tomarse al pie de la letra. Se trata de una generalización que, como toda generalización, tiene sus excepciones. Sin embargo, la frase nos ofrece una valiosa ventana para comprender la compleja relación entre la fe y el pueblo de Cuba, sufrido en sus necesidades, angustias y esperanzas.

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