Siempre he sentido vocación por la historia, respeto por la propiedad patrimonial y amor por la escritura, razones todas que me llevaron a publicar sobre un paradisiaco cayo, situado al norte de Ciego de Ávila y su histórico faro, construido en plena ocupación española de la Isla de Cuba en el año 1857.
Vivencias personales cargadas de las emociones que solo la naturaleza despierta en aquellos que la aman con pasión, dieron lugar a una pequeña serie de publicaciones, donde cada entrada centraba la atención en experiencias únicas que hoy forman parte del recuerdo: mis primeras visitas a los cayos, que comenzaron con mi hijo niño, que luego creció y se hizo hombre a mi lado como fiel ayudante y compañero en nuestras actividades de exploración y pesca; mi amistad con el farero que dedicó su larga vida a cuidar de la enorme y erguida luminaria de cristal y acero, enfocado en y orientar a infortunados navegantes extraviados en el mar; escenas de pesca; fotografías, culinarias marinas de recetas improvisadas enfocadas en la cocción de peces y crustáceos recién capturados, y otras historias cotidianas en la vida en un fiel amante de la naturaleza y el mar.

De Marrero y su prodigiosa oralidad, conocí y pude observar entre sus muchas curiosidades históricas, los restos del ingenioso sistema para la evacuación de los residuales y excretas tallados hace dos siglos con ingenio sobre el arrecife, de forma tal, que cada ola fuese además de su belleza y mágico sonido, un ingenio sanitario de alta utilidad.
También conocí de historias tristes, y visité los restos de un cementerio situado a escasos 100 metros de la torre del faro, donde guardaban descanso eterno algunos esclavos que habían perdido la vida durante la riesgosa construcción, mientras izaban las pesadas placas de hierro fundido que configuran la torre.
Con curiosidad propia y acostumbrada motivación no podía permitirme el lujo de la espera, y un buen día me prepuse investigar con rigor científico la historia del faro, y no me di tregua.

En una de las últimas excursiones, mientras mi piel aún ardía quemada por el sol tropical, ese astro rey que en el trópico llena todo de luz y a la vez hiere con mordiscos quemantes, recuerdo que visité la web del Archivo General de Indias de Sevilla y sus 43.000 legajos, 80 millones de páginas y más de 8.000 mapas y tuve suerte: logré hacerme de una bella historia sobre rigurosas referencias históricas celosamente archivadas.
Más allá del anecdotario; la historia real de Faro Paredón.
La historia del faro Diego Velázquez, más conocido por Faro de Paredón Grande, se remonta al siglo XIX. Fue proyectado en 1848 por el conde Cañongo, quien presentó a la Real Junta de Fomento una moción para su construcción, con el fin de orientar a la navegación que transitaba por el Canal Viejo de las Bahamas, un importante corredor marítimo internacional. El faro también serviría para alertar a las embarcaciones de la gran barrera coralina que rodea los cayos del archipiélago Jardines del Rey, donde existen peligrosos arrecifes y bajos de arena peligrosos para embarcaciones de gran calado.
El diseño del faro estuvo a cargo del arquitecto Francisco de Albear, gloría de la ingeniería de Cuba, que ya había diseñado el acueducto de La Habana. La obra salió a subasta pública en 1853 y se dividió en dos partes: una correspondiente a las bases de sillería y otra al ensamblaje de la torre. La torre fue fabricada en Francia con piezas de hierro fundido, pero un naufragio durante su traslado marítimo provocado por un fuerte oleaje hizo que se perdieran casi todos los materiales, incluyendo los costosos y delicados equipos de alumbrado.
El embate de la naturaleza, no logró derrotar a las autoridades coloniales del siglo XIX, que perseveraron en el empeño y adquirieron una vez más los valiosos materiales e ingenios constructivos, incluido el costoso sistema de iluminación, que se había perdido en el mar por la tormenta. Una vez, más sin desánimos ni frustraciones, acometieron la difícil construcción del faro.
Finalizado el acopio de los materiales constructivos perdidos en el mar; en el año 1856, se pudo reiniciar la construcción del faro en Cayo Paredón Grande, donde participaron un aparejador, ocho albañiles, dos carpinteros, un patrón de lancha, cuatro marineros y dieciocho esclavos negros.
Pasado tres años, el 1 de noviembre de 1859 se encendió por primera vez la preciada edificación guardiana de la navegación, que emitía precisos destellos de luz blanca cada 15 segundos, con un alcance lumínico de 36 millas náuticas.
El faro tiene una altura de 48 metros y está compuesto por 156 escalones y 9 956 tornillos. Su linterna tiene forma octogonal y está coronada por una cúpula metálica. Su nombre original era Faro Diego Velázquez, en honor al primer gobernador y fundador de las siete primeras villas cubanas, pero pronto cambió a Faro de Paredón Grande, acorde con las tendencias libertarias surgidas al emanciparse Cuba del colonialismo español.
A día de hoy, el Faro de Cayo Paredón sigue en pie, pero su otrora eficiente y orgulloso mecanismo de iluminación, no está en sitio, privando a los visitantes del disfrute de esta obra maestra de la ingeniera cubana de alto valor patrimonial. En la actualidad resulta imposible ascender al alto mirador de la torreta, lo cual impide al visitante disfrutar de la maravillosa vista panorámica que cubre decenas de millas a la redonda.
Faro Paredón; bajo amenaza vital.
Durante sus 165 años de penosa existencia, el faro ha sido testigo de actos de piratería y ataques militares. También ha sufrido el embate de la naturaleza y resistido y el paso de peligrosos ciclones tropicales.
El faro sufrió graves daños por el paso del huracán Irma en septiembre de 2017, el cual arrasó gran parte de los cayos de Jardines del Rey, costa norte de Ciego de Ávila. El huracán afectó al sistema eléctrico y al mecanismo de iluminación del faro, dejándolo sin funcionar, pero en sitio. Además, se perdió gran parte de la pintura preservante de la estructura metálica, la cual quedó expuesta a la corrosión directa e inclemente del salitre marino.
El mecanismo de iluminación del faro Diego Velázquez es una pieza clave para su funcionamiento e historia. Se trata de un aparato óptico compuesto por una lámpara, un reflector y una lente, que produce destellos de luz blanca cada 15 segundos. El coste del mecanismo se desconoce, pero se sabe que fue elevado y hubo que solicitar un crédito al gobierno español para sufragarla. El presupuesto inicial era de 200 000 pesos, pero se elevó a más de 300 000 pesos debido a los imprevistos y las dificultades técnicas.
El traslado del mecanismo de iluminación fue una tarea complicada y peligrosa, pues hubo que transportar por mar desde Francia hasta Cuba la delicada linterna de bronce y cristal, atravesando el océano Atlántico y el golfo de México. La costosísima lámpara llegó a La Habana en 1858 y se trasladó a Cayo Paredón Grande en una goleta. Allí se instaló en la cúpula metálica de la torre del faro.
En el año 2021, iniciamos por iniciativa propia el reclutamiento de opiniones y apoyos a favor de la restauración de Cayo Paredón, monumento histórico que prestigia nuestra ingeniería nacional. El mecanismo de iluminación del faro Diego Velázquez es una obra de ingeniería que ha resistido el paso del tiempo y las inclemencias del clima. Es también un símbolo de la voluntad humana por superar los obstáculos y alcanzar sus sueños. En nuestra campaña a favor del faro, destacamos que se trata del patrimonio histórico y cultural de Cuba. Su restauración es una necesidad urgente para preservar su valor y memoria.
Fruto de nuestro empeño de preservación, Lo Real Maravilloso lanzo al ciberespacio la historia del faro, reclamando esfuerzos para su restauración y preservación. A continuación, os dejo los enlaces:
A día de hoy, Lo Real Maravilloso lamenta su impotencia frustre y reconoce que no hubo interés en su restauración del faro. Muy por el contrario, se dio privilegio al turismo y la construcción de facilidades carentes de sentido histórico, en un archipiélago compuesto por más de 1200 islas donde sobran playas y arrecifes para tales fines.
El lamentable resultado, testificado en patéticas fotografías que recogen la realidad actual, es el contenido de nuestro próximo artículo escrito con dolor “Al pie de la horca”.
#LoRealMaravilloso
#HistoriaMágica
#PeriodismoCrítico

Muy interesante querido Volfredo.
Cuántas hitorias pudes contar, que maravilla.
Gracias por cmpartir.
Un abrazo.
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Soy «caribeño y antillano», bellos títulos naturales si se ama la naturaleza. Linda semana para tí
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Gracias querido Volfredo.
Linda semana también.
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Buen dia. Conozco uno de los fareros de hoy, Vicente.
No sorprende el «ahorcamiento» de otro sitio historico, lamentablemente. Un abrazo
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Verás mañana, la realidad es terrible. Un abrazo
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Recuerdo las entradas que hiciste sobre el precioso Faro que se ve abandonado y tu iniciativa para restaurarlo. Lo que descubro hoy es tu pericia de pescador pescando esa gran langosta. Foto preciosa.
Mañana, más. Un abrazo, querido Volfredo.
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En mis pasadas vacaciones, llegué al Faro a pie de obra y sufrí una gran decepción, el resultado ha sido tétrico, mañana lo mostraré. Linda semana y un abrazo. (Con el favor de Dios, un día de estos pescaré langostas para tí, son deliciosas cuando se cocinan recién capturadas).
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Será un placer, probarlas. Abrazo.
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A La orden, desde hoy comienzo la preparación de mis artes de pescas. Es todo un placer.
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Querido avileno, soy una anciana avilena de 86 años resido en Miami ,viviendo en Ciego conocí a tu familia solo quiero decirte por que bn no me es fa
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Le juro por Dios que su correo me ha emocionado, le agradezco muchísimo su esfuerzo en comentar. Bendiciones y toda mi admiración para usted.
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