Viaje a los inicios del Bolero cubano.

El Bolero nació en Santiago de Cuba, a finales del siglo XIX, gestado en medio del fragor de la Guerra de Independencia.  Como si de una premonición se tratara, el primer bolero se llamó “Tristezas”, de José Sánchez, y relata el romance imposible entre dos personas. «No hay prueba de amor que deje entrever cuánto sufro y padezco por ti».

Un trovador para los cubanos, es un intérprete de sus propias canciones o de canciones de otros autores que, como él, también son intérpretes; se acompaña con la guitarra, y trata de “poetizar” con su canto. José Sánchez y los trovadores de su época crearon en ambas direcciones, de modo que no se puede discernir dónde está la diferencia entre bolero y trova, ni en qué momento se estableció.

La primera mujer bolerista fue la cubana María Teresa Vera. Proveniente de una familia de esclavos, a los 15 años inició su carrera musical con el tema “Mercedes”, de Manuel Corona. «Por ella canto y lloro, por ella siento amor. Por ti, Mercedes querida, se extingue mi dolor». A muy temprana edad, empezó a darse a conocer en los ambientes de bohemia y trova. Comenzó a cantar en 1911, fecha en que el cantante Manuel Corona le aconsejó que aprendiera a tocar la guitarra.

María Teresa conformó un dúo de leyenda junto a Rafael Zequeira y, entre 1914 y 1924, grabaron casi 200 canciones, muchas de las cuales se hicieron populares de inmediato, como “A llorar a Papá Montero”. También cantó en el Grupo Típico de Carlos Godínez.

María Teresa Vera (1895 – 1965), cantante, guitarrista y compositora cubana. Su tema más conocido, “Veinte años”.

A mediados de la década de los cincuenta del siglo XX, ya en plena madurez intelectual y física, produjo en televisión “El Casino de la Alegría”. Los homenajes a María Teresa Vera llegaron en los años sesenta, hasta su fallecimiento, en 1965. Su tema más conocido, “Veinte años”, ha sido interpretado por los más grandes cantantes cubanos.

En 1995, se editó el disco “A María Teresa Vera (Nube negra, 1995)” considerado un homenaje a su memoria, en el que intérpretes como Omara Portuondo, Martirio, Pablo Guerrero, Gema y Pável, Jacqueline Castellanos, Uxía y Argelia Fragoso interpretaron sus canciones.

Ya asentado como tradición musical santiaguera, a principios del siglo XX, el bolero fue llevado a La Habana por los trovadores Sindo Garay y Alberto Villalón. Aceptados por todos, el Bolero comenzó a sufrir modificaciones y cultivar nuevos intérpretes que agregaron al género sus pianos y voces.


Grandes figuras del Bolero cubano en sus orígenes.

– Sindo Garay (1867-1968),fue creador de más de 600 obras que retratan la idiosincrasia cubana; entre sus temas destacan su admiración por la tierra natal, los paisajes, las mujeres y el amor.

Sindo Garay nació el 12 de abril de 1867, en Santiago de Cuba. En su casa, muy pobre, nunca faltó, sin embargo, el encanto de la música: «En mi casa siempre había una, dos y hasta tres guitarras, sin contar las de mamá y papá». Incluso recuerda el trovador que su madre lo dormía de niño cantándole La Bayamesa, de Céspedes, Castillo y Fornaris. Años después, en 1918, Sindo legaría a la historia musical cubana su propia versión “Mujer Bayamesa”.

En cantautor recuerda en sus memorias que: «Un día se atrevió a tomar la guitarra de uno de los habituales asistentes a las descargas troveras de su hogar y comenzó a intentar imitar lo que veía hacer a sus mayores. Un par de regaños y un par de intentos hasta que un golpe en la puerta lo interrumpe. Era justamente el dueño de la guitarra, nada más y nada menos que José Sánchez, quien enterado enseguida del «robo», quiso escuchar los descubrimientos del niño». Aquellos mínimos acordes despertaron su emoción y un abrazo selló la certeza de que había nacido un artista.

«¡Con lo grande que fue Pepe Sánchez, y yo, un niño; pude tocar las fibras de su sensibilidad! Él fue el único maestro que tuve en mi vida (…) tiene que figurar como precursor de la trova cubana». Los años luego dieron la razón a tal afirmación.

Desconocedor de las más elementales nociones técnicas formales de la música, Sindo Garay creó, sin embargo, obras musicales consideradas perfectas. El bolero oriental tuvo en él su mejor exponente al establecer y hacer triunfar su estilo peculiar, consistente en el rayado de las cuerdas de la guitarra para cerrar las frases musicales y el “cinquillo cubano”, base rítmica de sus melodías.

Sindo Garay, desconocedor de las más elementales nociones técnicas formales de la música creó, sin embargo, boleros inmortales.

Entre las composiciones más importantes de Sindo Garay, figuran: “La tarde”, “Perla marina”, “Rendido”, “Labios de grana”, “Clave a Maceo”, “Retorna”, “La baracoesa”, “Adiós a La Habana”, “Mujer bayamesa”, “La alondra”, “El huracán y la palma”, “Fermania”, “Rayos de oro”, “Tardes grises”, “Ojos de sirena” y “Guarina”, éxitos indiscutibles que permanecer vivos en la memoria musical de los cubanos.

Manuel Corona (1880-1950), fue uno de los cuatro grandes de la canción trovadoresca cubana, junto a los santiagueros Sindo Garay, Alberto Villalón y Rosendo Ruiz, aunque quizá de entre todos sea quien más perdure a través de algunas de sus canciones, que conservan el encanto de las viejas postales.

De particular belleza, las letras de “Mercedes”, “Aurora”, “Santa Cecilia” conforman parte del numeroso catálogo que Manuel Corona legó al cancionero nacional tradicional, en el cual de manera especial sobresale la popular “Longina”, estrenada el 15 de octubre de 1918.

Longina (Cuban Music – Bolero): En el lenguaje misterioso de tus ojos / Hay un tema que destaca sensibilidad. En las sensuales líneas de tu cuerpo hermoso / Las curvas que se admiran despiertan ilusión…

“Longina”, llega hasta nuestros días recordada entre el amor y la desesperanza, fruto del encuentro de Corona con una mestiza, de cuerpo flexible y esbelto, cutis terso, altos senos y centelleante mirada, que lo dejó sin calma desde el primer encuentro al inspirado trovador, eterno enamorado, prendado de esta encantadora mujer, con un sentimiento abrazador al que nunca correspondió.

Se conocieron en el cuarto que tenía por morada la trovadora María Teresa Vera, sitio de un encuentro al azar del destino, a donde llegó la joven acompañada por un periodista quien le pediría al juglar que le compusiera a la joven una canción.

Corona, no se hizo de rogar y allí mismo garabateó algunas notas, aunque se dice que demoró casi una semana en concluirla. Con el tiempo, Corona, enamorado perdidamente de su musa inspiradora sufre mucho al no ser correspondido.

El músico, persistente y místico, compuso también para ella los temas “Aurora”, “Senda opuesta” y “Rosa negra”. Este último, en especial, le sirve para festejar el regreso de la joven de la provincia de Oriente, cuando pensaba que no volvería a verla jamás: «Te he vuelto a ver, te he vuelto a ver / Longina, seductora, mujer sensacional / tú eres la rosa más linda / de este pensil tropical».

Nos deja entonces el autor a merced del verso de esa Longina que tiene la virtud de ruborizar a los amantes anhelantes del primer beso: «En el lenguaje misterioso de tus ojos hay un tema que destaca sensibilidad». Para Corona la mujer, el amor, la guitarra y el desengaño, estuvieron entre sus recurridos temas.

El inolvidable compositor falleció en enero de 1950 en un pobre y olvidado cuarto del bar Jaruquito de Marianao.  A su entierro asistieron Sindo Garay, Rosendo Ruiz, Tata Villegas, Pancho Majagua y Gonzalo Roig, este último despidió el duelo.

Alberto Villalón Morales (1882-1955). Nació en Santiago de Cuba el 7 de junio de 1882, fue el sexto hijo de Carmen Morales y Luis Villalón. La holgada situación económica; excepción que rompe la regla de la emergencia humilde de los trovadores y boleristas cubanos; su familia financió su formación como músico académico. A diferencia de la mayoría de los cantadores y tocadores de su época, Villalón tocaba el piano y podía leer música. Fue iniciado en la música por su hermana América, que lo inició de niño en estudios de solfeo y teoría. Más tarde, estudió guitarra con José (Pepe) Sánchez, conocido como “padre del bolero”, por su obra Tristezas, primera pieza impresa del género editada en 1885, sobre la que ya hemos hablado.

Demostrando un gran dominio de la guitarra, Villalón alcanzó notoriedad, y fue reconocido por su bordoneo en los bajos, completamente distinto al de otros trovadores.

Críticos y estudiosos han considerado que fue Villalón quien dio a conocer en La Habana el “bolero oriental”. Algunas de sus obras fueron estrenadas con éxito en el Teatro Alhambra, famoso coliseo en el cual se desarrollaron numerosos géneros de la música popular cubana.

Villalón, sin perder el refinamiento de su aristocrática cuna, formó parte de la bohemia habanera que desde inicios del siglo XX cantaba y tocaba en cafés de la ciudad. Allí alternó junto a otros cantores y guitarristas, más tarde llamados trovadores, y mostró sus composiciones ante un público ávido de escuchar nuevos boleros, guarachas y canciones.
Según el testimonio del musicógrafo Ezequiel Rodríguez, quien lo conoció en vida; Villalón, nunca asumió «el esquema tradicional que identificaba al trovador con una bohemia trashumante», pues era de presencia distinguida y vida ordenada.

Su bolero “Ya reiré cuando tú llores”, una clave de su autoría con texto de Pedro Mata, ha conocido versiones de destacados intérpretes como Miguelito Valdés, Barbarito Diez y las Hermanas Martí.

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